Capítulo 29.- ¿Debería decírselo? (Milk y abuela)

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-¿Mi hijo hizo qué? Dios mío... ¡No sé cómo se mete en esas cosas! -dijo la abuela.

-¡Pero la culpa fue de Choco! -contestó Milk, intentando salvar un poco la responsabilidad de ChooSam.

-Sí, pero la seguridad es lo primero y debería haber tenido más cuidado...

Ahí ya Milk no pudo argumentar nada porque la abuela llevaba razón.

-Por ese motivo -continuó diciendo Milk-, esta semana podré visitarte más seguido.

-Muchas gracias, hijo. Me alegra mucho verte de nuevo. Pero... ¿Eres consciente de que ChooSam se enfadará contigo si sabe que estás aquí?

-Lo sé -dijo Milk-, asumiré el riesgo.

-También se enfadará conmigo cuando se entere, por no habérselo dicho antes... y querría decírselo, pero entre que mi nieto se preocupa mucho por todo y mi hijo... bueno, la relación con mi hijo es...

-Complicada -se adelantó a completar Milk-. Lo sé, no te preocupes.

La abuela, aunque algo triste, sonrió ligeramente.

- Hace una mañana maravillosa... ¿Vamos a dar un paseo? -preguntó y la abuela asintió con la cabeza- Hay que abrigarse bien porque hace fresco -dijo poniéndole cariñosamente un gorrito.

-Tú también -contestó la abuela colocándole una bufanda y Milk esbozó otra sonrisa.

Caminaron por el parque al lado de la residencia médica. No podían alejarse demasiado porque la abuela se cansaba con facilidad y en sus paseos, a menudo, pasaban más tiempo sentados que andando.

-¿Cuántas sesiones te quedan? -preguntó Milk.

-Parece que 4 más, pero me lo tendrá que confirmar el médico.

-Me quedaré contigo en la de hoy.

-La sesión no es lo malo... -susurró la abuela. "Lo malo, es lo que viene después..." quiso decir, pero no hacía falta.

-¡Vaya! Hoy vienes acompañada ¿Quién es ese joven tan guapo? -preguntó otra de las abuelitas que estaba en la sala.

Milk miró a aquella mujer que tenía puesta otra intravenosa. Ya era por la tarde y estaban a punto de iniciar la sesión de la abuela. El olor a químico era terrible para él, quien era muy sensible a estos aromas y éste, en concreto, le resultaba muy desagradable. Pero estaba dispuesto a hacer el esfuerzo por la abuela.

-Es mi nieto, se llama Milk -respondió y él saludó cortésmente con una inclinación de cabeza.

-Qué hermoso está. ¿Tienes novia, bonito?

-¡Oye! -le recriminó la abuela- ¡Deja de ser tan cotilla!

-¿Qué pasa? ¿No le puedo preguntar? Mira bonito, tengo una nieta de tu misma edad, es muy guapa y cocina muy bien...

-¿Cocina muy bien? -la interrumpió la abuela- ¿En qué siglo vives? ¿Te piensas que hoy en día una mujer va a conquistar a un hombre solo por el estómago?

-¡Esas cosas no cambiarán en la vida! ¡La mujer debe saber cocinar!

-Pues en mi caso, es mi hijo el que cocina, y es un profesional... ¡Tiene su propio restaurante! -dijo la abuela llena de orgullo.

-¡Oh vaya! ¿Y es casado tu hijo?

-¡Ya estás otra vez con el chismoseo!

A Milk le hacía mucha gracia ver a las dos abuelitas peleando, y el ambiente de la sesión resultaba bastante distendido gracias a ellas. Todos los que estaban allí parecían entretenerse mucho con el espectáculo que daban.

-Yo soy viuda, joven. Cuando vengas a visitar a tu abuela, también puedes visitarme a mí -dijo muy contenta. Milk, para ser sincero, no sabía si aquella señora simplemente era amable o quería coquetearle...

-¡Mi nieto no tiene tiempo! ¡Solo puede visitarme a mí! -dijo la abuela un poco celosa.

Como no había mucha gente joven en aquella residencia, la presencia de Milk causaba revuelo.

La abuela y esta mujer, que eran de la misma edad, continuaron hablando durante toda la sesión, ya de manera más relajada. Al final, parecían tener muchas cosas en común y se hicieron amigas.

-Tengo que llevarte un día al restaurante de mi hijo, ¡te va a encantar!

-¡Está bien! ¡Lo esperaré impaciente!

Hablaban y bromeaban como si no pasara nada, aunque, cada una, guardaba su dura realidad en el interior...

Los días siguientes no fueron muy agradables para la abuela. Las náuseas, los mareos y la fatiga no la dejaban salir de la habitación. Milk vino dos días seguidos a cuidarla y hacerle compañía. Intentaba darle de comer, pero siempre rechazaba la comida diciendo que no tenía apetito.

-Pasará... no te preocupes... -intentaba consolarla Milk.

Sin embargo, lo que peor llevaba era la 'niebla mental' que sufría tras las sesiones. No podía concentrarse en nada, era incapaz de recordar palabras de lo más simples y cotidianas. Hablaba despacio y a veces perdía el hilo de la conversación o de lo que ella misma estaba diciendo.

-No... quiero... comer... ahora... No... tengo... ganas... -decía pausadamente, pero esa era la máxima velocidad que su cerebro le permitía articular las palabras.

-Está... nublado... -decía mirando por la ventana.

-Sí, lo está -contestaba Milk.

-Está... nublado... -repetía al cabo de un rato, como si nada, permaneciendo sentada en su silla, sin procesar más mundo que las cuatro paredes de aquella habitación y lo poco que veía por la ventana.

Ese día, Milk se quedó con ella hasta bien entrada la noche. La abuela había logrado conciliar el sueño en el sillón, y Milk también se había adormilado, sentado en el suelo junto a ella.

Se despertó algo más lúcida y acarició la cabeza de Milk, que se espabiló con el contacto. Entonces, la abuela le hizo una pregunta.

-¿Debería decírselo a mi familia?

Continuará...

Choco Milk Shake continuación Made in Spain [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora