Capítulo 39.- La historia de la abuela (parte 2 de 3)

77 5 2
                                    

No medí las consecuencias de mis palabras, ni sabía que tendrían un desenlace así...

Ante semejantes declaraciones, todo cambió entre nosotros.

A partir de ese momento, cualquier relación con otro chico del pueblo, quedó completamente vetada para mí, porque si se me hubiera ocurrido intentarlo, por una parte quedaría en entredicho mi honra, como mujer, y por otra, el honor, como hombre, del abuelo. Entendí que, con tan sólo 18 años, debía renunciar, al menos de momento, al amor romántico.

Desde entonces, seguimos yendo juntos a todos sitios, esta vez, no en categoría de amigos, sino de novios, pero un noviazgo en el que no había pasión, donde no tenía cabida el enamoramiento y donde los novios, podían haber dormido juntos sin el más mínimo atisbo de deseo.

Poco después, el abuelo abandonó el instituto y comenzó a trabajar en el campo, con su familia, y en cuanto cumplió la edad necesaria, se enlistó al servicio militar.

—Te prometo que me esforzaré... —me dijo antes de irse.

—De acuerdo, ya verás como todo irá bien... Debes cuidarte mucho

—Espérame hasta que vuelva, intentaré arreglarlo todo después... —me decía cargando con la culpa de mi situación sobre sus hombros.

—¡Por supuesto! Estaré bien... No te preocupes. He esperado mucho, puedo esperar un poco más.

Vi pasar dos primaveras, veranos, otoños e inviernos. Seguí con mi rutina en la que disponía de una cierta libertad dentro de la jaula que me encerraba. Pero he de reconocer que esos años me faltó algo... Nunca había echado tanto de menos a ese joven que me seguía a todas partes, y con quien tantas cosas compartía...

El abuelo siempre tuvo un carácter un poco introvertido, ¡como mi pequeño JungWoo!, pero conmigo se mostraba completamente relajado y feliz, podía ser 'él mismo', como solía decir...

Cuando terminó el servicio militar, llegó completamente cambiado, y no sólo físicamente, ya que sus facciones eran más rudas y fuertes, sino también a nivel interno, en el plano psicológico o espiritual.

Algo le había sucedido durante su conscripción que lo había marcado profundamente.

—¿Quieres casarte conmigo? —me dijo al poco tiempo de haber vuelto.

—¿Casarnos? ¿Tú y yo? Pero... ¿No crees que es una locura?

—Sé que quiero estar contigo toda mi vida. Quiero casarme contigo, y sería un verdadero honor que tú también pudieras aceptarme como esposo.

Definitivamente, algo había cambiado.

Después de meditarlo un tiempo y ver su nueva actitud, acepté su propuesta y nos casamos. Y no mucho después, vino al mundo tu madre...

***

—Espera, espera... —interrumpió Choco— Pero entonces... ¿Los hijos eran del abuelo?

—¡¡Choco!! —gritaron a la par JungWoo y Milk.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntaba desconcertado.

—Pero... ¡¿Pero qué piensas de mí, jovencito?! —protestó la abuela— ¡Por supuesto que son sus hijos!

—Choco... —dijo JungWoo negando con la cabeza.

—De verdad que deberías poner un filtro a tus palabras antes de que salgan por la boca —le dijo Milk.

—Pero no lo entiendo... ¿El abuelo podía tener hijos?

—¡Por supuesto que podía! A pesar de sus preferencias, el abuelo podía tener hijos perfectamente. De hecho, en nuestra generación, había muchas parejas en la misma situación que nosotros.

—Oh... creo que ya lo comprendo.

—Bueno, permitidme continuar...

***

Ni el abuelo ni yo habíamos podido tener estudios. Yo, como mujer, me ocupé de la casa y de mis hermanos. En mi familia sólo pudo estudiar una carrera el menor. El abuelo, por su parte, se dedicó al trabajo en el campo y tampoco pudo cursar estudios superiores.

Esto nos hizo tener el objetivo común de darles una carrera a nuestros hijos, ya que, aunque está claro que no lo es todo, estudiar y tener una titulación académica es importante a todos los niveles.

Puede que no lo creáis, pero vivimos un tiempo aquí en la ciudad. Sin embargo, entre que éramos jóvenes e inexpertos, que no teníamos estudios y que toda nuestra vida la habíamos pasado en el pueblo, fue una época muy dura.

El abuelo intentó por todos los medios conseguir un trabajo con lo que había aprendido en el ejército, pero la gente nos seguía mirando por encima del hombro y discriminando. Así que acabamos volviendo al pueblo muy pronto.

La convivencia entre nosotros, a grandes rasgos, fue pacífica y maravillosa. Desde que nació la niña nos unimos mucho más, si bien es cierto que de vez en cuando teníamos nuestras desavenencias, como toda pareja.

—¡Te he dicho que ese camino no es! —le dije una de las veces que nos llevó en coche a la playa.

—¡Que sí! Que lo he mirado yo en el mapa... Déjame a mí

—¿Pero cómo te voy a dejar? ¿No ves que ese camino ni es carretera ni es nada? ¡Que vamos hacia un bosque!

—Que sí mujer, que hay que tirar por aquí.

—No... si al final nos perderemos... en el coche nos veo durmiendo esta noche.

—¿Quieres llevarlo tú? ¡Lleva tú el coche si eres tan lista!

—Vamos, que también podrías preguntar. No te mataría preguntarle el camino a alguien...

—¡Me niego! ¡He mirado el mapa y a la playa llegamos sin necesidad de preguntar a nadie!

—¡Ay Dios mío! ¡No sé por qué me casé contigo! —recuerdo que esas fueron mis palabras cuando acabamos durmiendo en el coche aquella noche por habernos perdido...

En fin... que salvo alguna pequeña cosa, nuestra vida transcurría pacíficamente, hasta que un día, ocurrió algo que se quedó grabado en mi mente para siempre.

Estábamos viendo la tele, y en los últimos tiempos las protestas de los estudiantes se habían sucedido sin parar. Teníamos a nuestra hija recién nacida cuando ocurrió la masacre de Gwangju.

Nosotros nunca nos habíamos metido en política, y, aunque teníamos nuestras propias ideas de lo que era justo o injusto y de lo que era necesario y no necesario, siempre nos manteníamos al margen cuando surgían discusiones de este tipo con alguien.

Sin embargo, ante aquellas revueltas, mi marido miraba el televisor expectante, inquieto, preocupado, como si estuviera esperando encontrar algo o a alguien entre la multitud...

Poco después supe de qué se trataba aquello.

Aquel día llegó una carta, y por la noche, lo encontré llorando. Parecía un niño... De hecho, me recordó a nuestros tiempos de jóvenes, en los que yo era su noona, y siempre lo consolaba.

Se apoyó en mi hombro y lloró amargamente un tiempo. Pude leer la misiva que sostenía en sus manos:

"Estimado amigo,

Si estás leyendo esto, es porque algo no salió bien. Ya sabes que siempre fui un temerario. Debo confesar que, en aquellos momentos tan duros en el cuartel, tener tu amistad y tu apoyo, me salvó. Luchar codo con codo contra las adversidades, ayudándonos mutuamente, fue lo que me ha permitido seguir adelante.

Aunque desde nuestro alistamiento no hemos vuelto a hablar, siempre te has mantenido en mi pensamiento y quiero decir que es lo que me ha dado fuerzas para luchar por cambiar las cosas y por lo que creo que es mejor y más justo. Lamentablemente, no ha salido bien, pero estoy feliz de haber sido lo que no me atreví a ser en toda mi vida: valiente.

Gracias, querido amigo.

Cuídate mucho."

Continuará... 

Choco Milk Shake continuación Made in Spain [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora