Capítulo 83.- Nuevos sentimientos (JungWoo y Choco)

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—¡Choco! —decía Jadoo desde la pantalla del teléfono— Debo agradecerte por salvar a Haru, ¡menos mal que estabas allí!

—Yo... —intentó decir Choco, pero Haru lo interrumpió.

—¡Mamá! ¡De mayor quiero ser policía! ¡Detendré a los malos!

—Pero hijo, ¿tú no querías estudiar los dinosaurios? Paleontología, se llamaba.

—¡No! Yo quiero ser policía.

—Está bien cariño, lo que tú quieras. Ahora tengo que colgar, dale besos a todos.

—¡Hasta pronto mamá!

—¿Cómo sigue JungWoo? —preguntó ChooSam

—Está aún en el hospital —contestó Choco—, le están haciendo algunas pruebas. Voy a ir a verlo ahora. Tal vez necesite cuidarlo unos días cuando le den el alta...

—No te preocupes por nada. Milk y yo nos encargamos de todo aquí.

—Cuida bien de él —dijo Milk.

Choco llegó al hospital sin poder quitarse el gusto amargo que había estado sintiendo todo el día.

—JungWoo... —dijo al verlo— ¿Cómo te encuentras? ¿Ya te han hecho todas las pruebas?

—Sí, estoy esperando al...

En ese momento entró el médico.

—Buenos días joven, las pruebas están correctas y ha salido todo en orden. Respecto a la costilla fracturada, recuerde hacer algo más de reposo y tomar los analgésicos. Poner hielo en la zona suele aliviar el dolor. El brazo y el resto de heridas sanarán en unos días. Ahora puede marcharse a casa. ¿Tiene a alguien que le ayude?

—Sí —dijo Choco—. Yo cuidaré de él.

—Me alegro, cuídelo bien.

JungWoo y Choco no hablaron demasiado en el camino a casa. Y tampoco hablaron demasiado al llegar. Y podría decirse, que los siguientes días, ninguno de los dos fue especialmente hablador.

Entre los dos había una cierta aura de silencio, grisácea, de oscuridad.

Choco tenía que estar continuamente al lado de JungWoo, pues nuestro maltrecho amigo a duras penas podía valerse por sí solo para realizar las más simples tareas como cocinar, ducharse o vestirse.

Necesitaba ayuda día y noche, y eso era algo que Choco siempre hacía con muy buena voluntad, porque, ya fuese con el tipo de amor que fuese, que podría tener sus más y sus menos, lo amaba mucho.

No obstante, y desde el incidente, aún había cierta distancia entre ellos.

—¿Te duele?

—Un poco.

—¿Quieres el medicamento ya?

—Lo tomaré un poco después, así me ayudará a dormir.

—Te prepararé una sopa y una tortilla con arroz.

—Gracias.

¿Por qué hablaban con tanta prudencia? ¿Por qué ninguno de los dos era capaz de verbalizar correctamente lo que estaba pasando y así poder expresar sus sentimientos?

Los días pasaron y las heridas del cuerpo fueron cicatrizando sin problemas. Pero las heridas del espíritu, son más difíciles de curar.

Fue Choco quien dio el primer paso. Era por la tarde. Ambos estaban sentados en la sala y el sol entraba por la ventana, dándole al ambiente una tonalidad naranja con destellos rojizos.

—JungWoo... Lo siento.

Lo escuchó tumbado desde el sofá y por un momento dudó a qué se refería.

—Creo que fue culpa mía... —añadió Choco.

—¿Por qué dices eso?

—Si yo no hubiera insistido tanto en que nos quedásemos un rato más, no se habría hecho de noche... y no habría pasado eso.

—No puedes culparte Choco. Si yo me hubiese mantenido firme y os hubiera obligado a volver a casa a tiempo, tampoco habría pasado. Creo que la culpa es realmente mía —dijo JungWoo sincerándose también.

—¡No! Tú siempre eres muy bueno... Siempre piensas en los demás...

JungWoo sintió una punzada de dolor, porque, precisamente, esa vez, no estaba siendo tan altruista como lo era de costumbre, pues tenía una idea gris rondando su mente.

—Choco, está bien, no busquemos culpables... Las cosas han pasado así y ahora debemos seguir adelante y ver qué podemos hacer ahora. De aquí en lo sucesivo, todos pondremos más cuidado.

—¡Sí! —respondió Choco, con un poco más de ánimo.

Ambos se quedaron dormidos en el sofá, arropados por la cálida luz que se colaba por las ventanas.

Sin embargo, quedaba un cierto resquemor en el tintero.

Choco tuvo que elegir, y ayudó primero a Haru, al pequeño. JungWoo, que siempre había sido la prioridad más absoluta de Choco, empezó a notar surgiendo en su interior un sentimiento hasta ahora desconocido.

Por culpa de ese gesto le pareció haber pasado a segundo plano, le pareció haber perdido peso e importancia en la vida de su amado, pero mentalmente lo justificaba porque, era lo lógico, lo deseable, la única opción. Su parte racional gritaba que había que salvar al pequeño. Su lado emocional, eso ya era otra cosa.

Tal vez debieron hablar las cosas en ese momento, pero la medicación lograba momentáneamente calmar sus dolores y el sueño lo vencía.

Pero no era JungWoo el único al que asaltaban pensamientos de ética dudosa. También se despertó un nuevo sentimiento para Choco, otra idea gris, el sentimiento de disfrutar de la dependencia hacia uno mismo...

Choco alguna vez había tenido que cuidar a JungWoo si se enfermaba, pero fueron pocos días y él terminaba valiéndose por sí mismo. Ahora era diferente, ahora lo necesitaba para casi todo. Y eso le otorgaba una cierta posición de poder que jamás había experimentado.

A todos nos gusta sentirnos necesarios y útiles para los demás, y a veces es difusa la línea entre esto y el querer que dependan de nosotros, pues lo último es un fin terriblemente egoísta y arrogante.

Estas dos nuevas ideas que se habían implantado en cada uno de ellos apenas estaban germinando, por lo que sólo el tiempo mostraría el devenir de su crecimiento.

Sin embargo, todos aquellos pensamientos se evaporaron aquella otra tarde en la que, Choco había descansado y JungWoo se encontraba mucho mejor.

Llamaron a la puerta y abrió Choco.

—¡Primo JungWoo! —se escucharon los gritos de los niños llenando el pequeño apartamento.

—¡Hana! ¡Haru! ¿Qué hacéis aquí?

—Hemos venido a verte —dijo Milk—. El tío ChooSam no ha podido, pero te ha mandado esto —dijo entregándole unos pastelitos.

—Muchas gracias.

—Primo JungWoo... ¿Te duele mucho?

—Primo JungWoo... ¿Puedo ver las vendas?

—No duele. No os preocupéis. Mira, tengo vendajes aquí y aquí...

—¿Qué pasará con los malos?

—No te preocupes, están detenidos.

—¿Y cuándo vamos a poder jugar otra vez?

—Cuando me recupere un poco más, jugaremos de nuevo como siempre. ¿Queréis probar los pastelitos?

—¡Sí! —gritaron al unísono.

Esa tarde, las sonrisas de los niños los hicieron olvidarse de todo, y el ambiente se llenó de luz, alegría y felicidad.

Continuará... 

Choco Milk Shake continuación Made in Spain [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora