Capítulo 72.- Directo, incisivo, eficaz (JungWoo y el Director) (parte 2 de 2)

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Por regla general, y sobre todo en los asuntos amorosos, no hay peor castigo que hacer realidad los más íntimos deseos.

Imaginemos por un segundo que por fin conseguimos estar con la persona amada, idealizada, aquel hombre guapo y maravilloso, ídolo de masas, sensual, inteligente y atractivo. O aquella mujer hermosa, que cautiva con su mera existencia, que quita el aliento de sólo mirarla, que haría perder la respiración a cualquiera, que el más valiente de los hombres se pondría nervioso en su presencia. Ese tipo de personas, esas bellezas casi divinas, esas cuasi—deidades a las que colocamos en un pedestal de dioses sólo para adorarlas e idolatrarlas.

Pues bien, en la mayoría de ocasiones, lo que precisamente nos gusta de ellos, nos atrae, nos fascina, es su posibilidad de ser inalcanzables para nosotros. Adoramos verlos desde nuestra condición de simples mortales, alzando los ojos al cielo, soñando con que, algún día, podría ocurrir el milagro, alinearse las estrellas, suceder aquel portento que les hiciera... enamorarse de nosotros.

Pero está la eterna duda, ¿amamos a la persona, o a la imagen que tenemos de ella?

Si esa persona amada e idealizada, de repente bajase de su pedestal de divinidad para ensuciarse en el fango del común de los mortales y pudiéramos ver su parte más humana y su parte más oscura, que tiene celos, envidia, avaricia, que ronca, que va al baño y que, de vez en cuando, huele mal... supondría la estrepitosa ruptura de esa vidriera celestial, multicolor e impoluta en la que habíamos impreso la imagen de lo que él o ella es.

Algo parecido es lo que le sucedió a nuestro pequeño JungWoo con el director. Tanto lo había idealizado, que la bofetada de realidad que se llevó cuando empezó a compartir más tiempo con él, lo dejo, prácticamente, convaleciente.

—¿Y este chico tan bonito quién es? —dijo en otra reunión una clienta. Era una mujer de mediana edad, corpulenta, y que se veía que estaba muy ebria.

—¡Es mi nueva adquisición del departamento! —dijo el Director, sonriendo.

—¿Por qué no me sirves una copa, joven?

Al hacerlo, esa mujer le puso la mano en el hombro a JungWoo y le acarició la espalda con un roce seductor. Le disgustaba, le incomodaba. Miró al gerente con ojos de súplica, pidiendo un poco de ayuda, o al menos, de comprensión. Pero éste le devolvió una mirada apática, de reproche. "Más te vale que no hagas enojar a esa clienta", se podía leer en su rostro.

Esta escena se repetía con más frecuencia de la que JungWoo podía soportar y todas las noches era la misma canción. Él sentía que no encajaba en ese ambiente y se sentía, por momentos, más decepcionado y arrepentido.

—JungWoo... ¿No puedes arreglarte un poco más? Esta noche también es importante —le dijo otro de los días.

—Es que llevo todo el día trabajando...

—Bueno, pero no es tan difícil, tienes que dar una imagen... Debes arreglarte el cabello... ¿Por qué no te haces otro peinado o algo...? Y esas gafas... Quedarías muy bien con lentillas.

—Sí... lo siento, procuraré mejorarlo.

—Si quieres estar conmigo, tienes que estar a la altura...

Esa última frase fue una gran decepción para JungWoo, pues vio en tono que no sólo se refería "a la altura" para su relación profesional, que, por otra parte, aún no eran más que jefe y subordinado, con un poco de suerte, tal vez, hyung y dongsaeng. Pero además, en su frase estaba claramente implícito que si quería una relación personal con él tenía que estar "a la altura". Y si JungWoo tenía clara una cosa es que jamás estaría a la altura que el director quería.

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