Capítulo 19.- La conexión (Milk y abuela)

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Pocos días después de la comida familiar, Milk y ChooSam estaban recogiendo el restaurante, dispuestos a cerrar en breve. JungWoo y Choco ya se habían marchado, pero el tío, para variar, tenía dificultades cuadrando la caja.

–¿Aún nada? –dijo Milk burlándose, aunque con cariño.

–Mocoso... –contestó ChooSam haciéndose el enfadado.

Pero en ese momento, se abrió la puerta...

–¡Madre! –exclamó ChooSam sorprendido– Qué... ¿Qué haces aquí?

–¿Qué pasa? ¿No puedo venir? –dijo la abuela usando el tono de siempre, aunque esa noche se la veía más cansada.

Hoy era diferente. Milk notó que, el olor que había notado de la abuela otras veces, quedaba prácticamente imperceptible por un fuerte aroma a químico, tan desagradable que sentía como si le golpeara el olfato. Era más intenso incluso que el día de la comida, que también pudo notarlo. Se tocó la nariz, algo molesto, y miró a la abuela. Inmediatamente, se puso a preparar una infusión para ella.

–Madre, ¿no ves que estamos a punto de cerrar?

–Quiero hablar contigo, ¿tengo que pedir cita? –dijo sarcástica– ¿o prefieres que hablemos en tu casa?

–Ahora no es buen momento, estoy cuadrando las cuentas...

–Puedo esperar –dijo firme la abuela, decidida a hablar con su hijo esa noche.

Sin embargo, en ese momento, a ChooSam lo llamó uno de sus proveedores porque tenían un problema con el pedido y necesitaban que acudiera.

"Salvado por la campana" pensó.

–Madre, debo irme. Tómate el café y regresa a casa. Y tú –dijo dirigiéndose a Milk– cierra cuando acabes de recoger –dicho lo cual salió disparado de la cafetería, porque tenía el presentimiento de que su madre le daría uno de sus pesados sermones y pocas cosas había que él odiase más. Y es que los sermones de la abuela, eran legendarios.

Milk y la abuela se quedaron solos en el restaurante.

Cuando terminó de preparar la infusión se acercó despacio a la mesa y la colocó con cariño, como cuando un gato trae algún regalo a los pies de su dueña. La abuela vio la infusión y lo miró a él, que se había quedado al lado de la mesa, con una actitud servicial y cariñosa, y la mirada baja, como el típico asalariado coreano que no mira directamente a los ojos a su jefe salvo que sea necesario.

–¿Qué es?

–Manzanilla con anís y jengibre –contestó Milk–. Es... bueno para las náuseas –dijo suavemente.

La abuela debería haberse sorprendido, pero no lo hizo.

–Ven, joven, siéntate –le pidió amablemente.

Los dos se sentaron juntos, uno en frente del otro y al fin se miraron a los ojos durante largo rato. La abuela parpadeó una vez y sonrió, justo como lo haría con un gato, mostrándole cercanía y cariño, pero respetando su espacio, y Milk hizo lo mismo.

Él, que nunca había tenido la necesidad de acercarse a alguien, sentía una gran conexión con la abuela, aunque no sabía explicar el por qué. Estaba claro que era un amor diferente al que tenía por su antiguo dueño JungWoo, y algo completamente distinto a la pasión que sentía por ChooSam.

–¿Ellos lo saben? –preguntó la abuela.

–Yo no les he dicho nada –dijo con dulzura–, sé que no me corresponde.

–Gracias, hijo –dijo afable. Tras este ratito, incluso la terminología entre ellos y la forma de hablar había cambiado, ahora lo estaba llamando "hijo".

Era la primera vez que mantenían una conversación, porque hasta ahora, después de todas estas semanas, no habían cruzado más palabras que las que se dijeron la primera vez que la abuela vino al restaurante, pero a eso no se le podía llamar hablar apropiadamente.

–Mi nieto... –empezó a hablar la abuela, tornándose algo más serio el ambiente– ¿lo está haciendo bien? ¿es feliz? –preguntó.

–Mmmmm –murmuró Milk dubitativo– Él se esfuerza en todo y de momento le va bien. El problema de JungWoo es que siempre se ha preocupado mucho por lo que piensen los demás. No quiere defraudar a nadie... Cuida de que el resto de personas lo vean bien y piensen que es feliz y que lo tiene todo controlado, para así no se preocupen por él. Finge estar bien incluso aunque esté triste o intranquilo, porque prioriza el bienestar de los demás al suyo propio...

–Sí, como su madre –dijo la abuela, poniéndose un poco triste.

–Pero ahora JungWoo, además de tener a su tío y a su abuela –hizo una pausa– tiene a Choco –dijo Milk y sus ojos se cruzaron con los de la abuela–. Sé que puede parecer grande y bruto, pero en realidad es como un cachorro, lo ama incondicionalmente.

–Sí –dijo esbozando una sonrisa–, algo intuía yo.

Milk también sonrió.

–Y... mi hijo... –dijo algo dubitativa– ¿Él qué tal se comporta?

–¡Oh! ¡Él es obstinado, terco y cabezota! Me mira por encima del hombro sólo porque soy más joven. ¡Se cree que lo sabe todo! ¡Tiene que tener siempre la última palabra!

La abuela estalló en carcajadas –¡Es igualito que su abuelo! –dijo riéndose.

–¿Sí? –dijo Milk riéndose también– Así que le venía de familia... entiendo. Pero él... él además es muy buena persona –dijo sincerándose Milk–. Siempre cuida de su sobrino, lo atiende, lo protege y vela por él. Ya está pensando qué ponerse para ir a su graduación... Además, es muy eficiente, porque el grueso del restaurante lo lleva él solo: cocina, descarga, coloca, revisa, hace los tratos con los proveedores... es un gran hombre. Creo... –dijo Milk con cautela– que lo han educado bien.

La abuela asintió con alivio.

–Bueno, tan solo no está, veo que de un tiempo a esta parte sueles estar siempre con él –dijo un poco curiosa.

–Tal vez... –dijo Milk con algo de nostalgia– yo tampoco pueda estar mucho tiempo más con él...

Ante las palabras de Milk, la abuela no siguió preguntando, porque podía intuir cómo era la relación entre ellos y que había un trasfondo complejo que desconocía. Pero sobre todo, no quería forzar las cosas, porque conocía a su hijo, del que no tenía constancia de ninguna relación larga y estable. Así que se limitó solamente a disfrutar del momento de tranquilidad y cariño que estaba teniendo con nuestro gatito.

La abuela lo miró de nuevo y colocó una mano encima de la mesa, acercándola a Milk, y dándole la opción de tener contacto si quería. Estos gestos, que nacían de manera instintiva en la abuela, hacían sentirse muy cómodo y feliz a Milk.

Éste, que tanto rechazaba, al principio, el contacto de ChooSam y le quitaba la mano de encima cada vez que se la ponía en el hombro, aunque con algunas reticencias iniciales, acabó cogiendo con suavidad la mano de la abuela, mostrándole su afecto.

Al momento sintieron ambos una calidez instantánea.

No les hacía falta hablar ni necesitaban explicar nada del vínculo de afecto y comprensión que había nacido entre ellos.

Pero esta hermosa imagen se vio interrumpida cuando escucharon abrirse la puerta.

–Estamos cerrados –dijo automáticamente Milk levantándose, aunque se quedó frío al ver quiénes habían entrado.

–¡Vaya! Así que es aquí donde trabajabas... –dijo uno de los tres– por eso estabas el otro día en el callejón...

Se avecinaban problemas.

Continuará...

Choco Milk Shake continuación Made in Spain [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora