Capítulo 81.- Hay que aceptarlo (Milk, ChooSam y Hana)

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Dicen que tener hijos te cambia la vida, y no podría haber verdad más grande. Cambian las rutinas y las prioridades. De repente, tú ya no eres el centro de tu vida, hay algo, pequeño y hermoso, que ocupa todo tu tiempo y tus pensamientos. Un hijo logra llenar tanto la vida que te preguntas... ¿Cómo he podido vivir todos estos años sin conocer este amor?

Pero, si bien es maravilloso, cuidarlos también es un gran sacrificio, una responsabilidad. ¿Cómo sabré si los estoy educando bien? ¿Qué valores debo darles? ¿Cuál será la mejor decisión? ¿Lo estaré haciendo correctamente? Son las dudas que atormentan a los padres del mundo entero.

ChooSam y Milk no eran la excepción, y Jadoo, por supuesto, que aun desde Estados Unidos, se seguía preocupando por sus pequeños.

—Abuela —le preguntaba Hana mientras la estaba peinando—, ¿por qué tenemos que llevar uniforme? Yo quiero llevar mi falda rosa...

—Hana, cariño, son las normas del colegio.

—Pero, ¿por qué?

—Porque... Así vais todos los niños iguales, y nadie se peleará por llevar una ropa más bonita que otro.

—¿Y por qué se pelearían?

—Pues... Puede haber niños que presuman de tener ropa más cara, de marca o de mejor calidad. Esto podría hacer sentir mal a los compañeros. Mientras que, con el uniforme, todos somos iguales.

—¡Pero yo quiero llevar mi falda rosa! ¡Estáis anulando mi creatividad! —dijo agitando las manos hacia el suelo, con un poquito de mal genio.

¡Era una niña tan firme y determinada! La abuela se quedaba atónita al oírla hablar. Y lo mismo sucedía con quienes la escuchaban. Hana era de naturaleza muy curiosa, y lo preguntaba todo.

—Bueno, como sea, ya he terminado de peinarte. Prepárate para ir al colegio —dijo la abuela, zanjando la conversación del uniforme.

—Papá, ¿esta tarde puedo ir a jugar al fútbol al parque con Choco? —preguntaba Haru.

—Sí... Este... Bueno, cuando termines las tareas —decía ChooSam intentando recoger todos los cachivaches que los niños habían dejado por la sala en tiempo récord porque apremiaba la hora de ir al colegio.

—¡Vale!

—He... He preparado el desayuno —dijo Milk, aún acostumbrándose al nuevo ambiente, pues ya se sabe que los felinos necesitan su tiempo de adaptación.

Sonó el claxon fuera de la casa.

—¡Ya ha llegado el abuelo Jeong! —gritó Haru.

Ahora vivían en un sitio un poco más grande, a medio camino entre el restaurante y el colegio de los niños. Durante las primeras semanas la abuela y el abuelo Jeong acompañaban a ChooSam y a Milk, porque con dos niños pequeños, toda la ayuda es poca.

—¡Adiós abuela! ¡Adiós papá! ¡Adiós tito Milk! —gritaron los niños antes de salir corriendo para montarse en el coche e ir al colegio.

—¡Adiós niños! —dijo la abuela.

—¡No olvidéis tomar el almuerzo! ¡Hana las pinturas! —decía ChooSam, un poco agobiado por la situación, pero a la que, poco a poco, le iba cogiendo el truco.

Todo en la vida, mejora con la práctica.

Esa tarde, estaban todos en el restaurante. En una mesa un poquito más apartada de la gente, Hana y Haru hacían sus tareas, mientras Milk y ChooSam se encargaban del restaurante.

—¡Ya he llegado! —gritó Choco, haciendo su entrada triunfal, con los brazos abiertos.

—¡Tío Choco! —exclamó Haru, y fue corriendo hacia él para abrazarlo.

Choco Milk Shake continuación Made in Spain [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora