Capítulo 64.- El repartidor (Mina y el repartidor).

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Durante las vacaciones de JungWoo las cosas en la empresa estuvieron bastante ajetreadas.

Mina tuvo la suerte de ser destinada al departamento de producción, uno de sus preferidos, y fue puesta a cargo de un proyecto.

—Jovencita —le dijo el director del departamento de producción—, deberás encargarte de todo el proceso: preimpresión del manuscrito, edición, corrección, diseño, impresión, y publicación. ¿Estás segura de que puedes con ello?

—¡Sí, señor! —respondió ella, ilusionada con su nueva misión.

—Debes esforzarte mucho. Espero que no te venga grande... —dijo sin muchas esperanzas en aquella muchacha.

—¡Me esforzaré, señor!

A Mina le gustaba especialmente encargarse de la producción. Su parte favorita era el diseño, pues tenía una gran creatividad y capacidad para esbozar ideas y que éstas cobraran vida, proyectadas sobre el papel.

En este caso, la autora había firmado un acuerdo con la editorial del padre de Mina para la publicación de su libro. Mina sería la encargada de hacerlo realidad, y pese a lo maravilloso que le parecía, en breve se dio cuenta de que tenía mucho más trabajo y responsabilidad del que en un inicio hubiera pensado, pues, por mucho que nos guste un trabajo, todos van a tener sus aristas, sus claroscuros, y sus días buenos y malos.

Muchas veces, para los proyectos, necesitaban ver la carta de materiales de encuadernamiento, los diseños, etc., y era siempre el mismo muchacho, repartidor de una empresa con la que trabajaban casi en exclusividad, quien se encargaba de traerlos, ya que hay cosas que es necesario verlas y tocarlas, y no vale con una copia digital de los mismos.

La empresa productora lo sabía y siempre ofrecía un soporte material a sus clientes.

—Ya estoy aquí, me han llamado del departamento de producción para traer estas muestras —dijo sin quitarse el casco.

Aquel muchacho iba en una pequeña moto, con su chaleco reflectante y su ropa, más bien modesta, no estaba demasiado pulcra por los viajes que debía hacer de aquí para allá.

—Sí, un momento, por favor. ¡Mina! —la llamó aquella mujer— Es para tu proyecto.

—¡Sí! ¡Gracias! —dijo ella mientras venía corriendo.

El joven repartidor vio a una joven de aspecto alegre, aunque algo desaliñada. Llevaba una coleta un poco desecha y al coger las cosas le hizo una ligera reverencia. Se la veía como la típica trabajadora en prácticas que procuraba llevar siempre ropa cómoda y no tenía tiempo de arreglarse especialmente, a diferencia de otras mujeres de la empresa que siempre hacían gala de una imagen mucho más elaborada.

—¡Muchas gracias! —dijo con una sonrisa que irradiaba calidez— ¡Ha venido usted muy rápido!

El joven se sorprendió de que le hablase de manera tan formal, pues estaba acostumbrado, por su trabajo, a que todos se dirigieran a él como si fuesen sus superiores.

—Es nuestro trabajo, señorita. Gracias a usted —dijo también contestando con otra ligera reverencia y observando como aquella chica algo alocada salía a correr, ágil como una gacela, hacia el interior de la empresa.

A lo largo de las semanas siguientes, el muchacho siguió yendo a la empresa para encargarse de los materiales de ese y otros proyectos, y siempre intentaba buscar a Mina. Se veían con frecuencia, pero no cruzaban muchas palabras y la mayoría de sus conversaciones eran siempre sobre trabajo.

Un día la encontró sentada en un banco fuera de la empresa, comiéndose un samgak kimbap, una bola de arroz envuelta en algas y con relleno en su interior, que habría comprado en cualquier tienda de conveniencia cercana. Se la veía un poco cansada.

Choco Milk Shake continuación Made in Spain [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora