Capítulo 4

97 6 0
                                    

22 de Julio, año 2029

Visité más veces de las que eran necesarias el palacio de los vampiros, ¿La razón? Aiden Eckhart.

El choque de espadas se produjo con fuerza y tuve que retroceder varios pasos sin poder neutralizar la fuerza del príncipe, moví el filo de la espada corriendo a través del filo para salir del encuentro directo y traté de buscar una apertura pero Aiden leyó mis movimientos, me detuvo y terminó con la hoja de su espada en mi cuello, aún así hice un último movimiento desesperado para derribarlo pero terminé girando mi cuerpo por impulso suyo y terminando sobre la tierra con el aire fuera de mis pulmones por el impacto.

No hice por levantarme esta vez. Aiden me tapó la visión del sol con una sonrisa.

- ¿Has decidido la derrota? - Preguntó.

- He decidido disfrutar de la naturaleza.- Mentí.- No estoy de humor para darte una paliza hoy.

Se rió y se sentó a mi lado.

- Las brujas y su incapacidad para aceptar que han perdido.- Murmuró picando mi costado con el mango de su espada.

- Las hadas y sus mentiras.- Me senté pasando la manga de mi traje de combate por mi rostro lleno de sudor y luego miré su cara con solo unas cuantas gotas que le hacían ver todavía más atractivo. Sentí terrible envidia por ese hecho sintiendo un desastre sobre mi misma. El príncipe heredero de las hadas llevaba blanco y negro con el cabello corto, rebelándose al acomodo por el movimiento reciente.

Aiden me pasó una botella de agua y la tomé agradeciendo en silencio.

- ¿Cómo va el proyecto de tu nueva empresa cerca de la frontera? - De repente Aiden preguntó.

- Mmm.- Tragué el agua.- Lento y con problemas.- Y el mayor de todos era su padre, Cayden Eckhart con su odio por mi raza que no dejaba de encontrar la manera de hacerme encontrar trabas para que no estableciera parte de mi aquelarre en ese lugar.

- ¿Necesitas ayuda? - Preguntó.

- ¿Me la darías? - Me incliné hacía él y batí mis pestañas varias veces.- ¿El misericorde príncipe azul podría ayudar a una desafortunada bruja?

Aiden puso los ojos en blanco.

- Lo puedo considerar como un acto de beneficencia al más desafortunado.- Se inclinó golpeando su frente contra la mía.

- Achh.- Me llevé las manos a la frente y sobándola.- Eres un salvaje.

El hada mostró uno de sus colmillos con una sonrisa pícara pero no respondió. Me puse de pie al ver mi reloj marcar la hora de marcharme.

- Debo irme, el trabajo espera.- Levanté la botella.- Te la regreso después.

Aiden lo aceptó y me despidió antes de ir él mismo a su habitación para tomar un baño e ir a cuidar a las gemelas ya que su padre, el rey de las hadas había hecho un trato entre los vampiros y las hadas con la promesa de matrimonio entre él y una de las niñas. Por ello el príncipe estaba obligado a participar en la crianza de ambas.

Me dirigí a la salida por el camino anexo cuando escuché un sonido muy parecido al de un llanto. Me detuve observando el camino de salida pensando que no me interesaba nada más, pero luego pensé que no me mataría comprobar que era lo que sucedía y me desvié hacía el sonido. No tuve que internarme mucho para ver a un niño ante un libro de magia tratando y tratando de usarlo pero nada se manifestaba lo suficiente.

Era brujo sin duda pero tampoco lo era del todo, no se sentía así. Me agaché ante él.

- ¿Estás bien? - Cuestioné al verlo llorar.

- No sirve, mi magia ya no sirve.- Lloró con fuerza.- Soy un inútil, un inútil.- Se sujetó el cabello negro con desesperación y sus ojos rojos estaban embargados en pánico. Estaba en una clara crisis y era muy pequeño para una. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas y las limpié como si se tratara de Luca, no pude evitar proyectar a mi hermano pequeño en él y mí instinto maternal se activó con lo perdido que parecía.

- Todo está bien.- Lo consolé.- Todo está bien.

- No.- Sacudió la cabeza.- No lo está, no sirvo para pelear, ya no tengo magia, yo...- Sorbió sus mocos.- Soy un tonto, un tonto, un tonto.- Se golpeó la cabeza lleno de frustración, atentando contra sí mismo y auto dañándose. Lo rodeé con mis brazos evitando que siguiera lastimándose. Algunos y algunas brujas sucumbían al estrés y desesperación dañando su magia hasta que ya no podían usarla pero en la mayoría era por estrés postraumático, nunca lo había visto pasar así en un niño. Él lloró desesperadamente aferrándose a mi ropa, completamente roto y yo lo sostuve hasta que se quedó quieto y somnoliento por el cansancio. Sostuve una de sus pequeñas manos entre nosotros e hice que su magia reaccionara con la mía, manifestándose.

- ¿Ves? -Le mostré.- Tu magia está ahí.- Hice unas cuantas figuras para él provocando una pequeña sonrisa en él.- ¿Te sientes mejor?

Él asintió y trató de hacer lo mismo pero frunció su pequeño ceño al darse cuenta de que no podía.

- Te enseñaré.- Lo consolé y él sonrió esperanzado.

- ¿Lo harás? - Preguntó.

- Sí.- Respondí, lo ayudaría. No dejaría a un brujo solo, era mi deber como matrona.- ¿Cuál es tu nombre?

- Cedrick.- Dijo por lo bajo. ¿Cedrick? Me sonaba conocido el nombre pero no podía recordar exactamente de donde. Me encogí de hombros, no creía que tuviera mucha relevancia. Aún así pensaba enseñarle a controlar su magia. Su energía era muy fuerte, solo tenía que aprender a usarla.


La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora