Capítulo 26

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7 de abril, año 1499

Llegué a palacio cuando la noche era profunda, terminé exhausta. Me di un baño, me puse otro uniforme, me armé y salí a buscar a su majestad.

En esta época los vampiros sí tendían a usar la noche y no tanto el día. Tenía entendido que quien cambió el sistema fue Lucius ya que se inclinaba a no dejar de trabajar ya fuera de día o de noche, obligando al resto a estar disponible. A Cedrick no le había importado ya que era mestizo y además ni siquiera se la llevaba en palacio, siempre saltando en el tiempo a su gusto y conveniencia, yo como reina tendí a trabajar en ambos horarios. En ese tiempo mis momentos de sueño eran muy inconstantes y casi siempre estaba cansada.

El actual rey era diurno también, siendo mestizo de dos progenitores que eran mitad hada, mitad vampiro y agregándole el plus de que Alyandra Schevert creó a los cambiantes, por lo tanto se podía transformar y sus hijos también. Aunque Félix era muy parecido a Lucius en su manera de trabajar.

Una doncella me llevó por los pasillos hacía la habitación de Braxton. Me sentía nerviosa y apreté mis manos retorciendolas juntas algunas veces, sin saber cómo se suponía debía de abordarlo.

Debía de ser Sandrine. ¿Agresiva? ¿Seductora? Solo tenía que hacerlo y ya.

La doncella se detuvo en la puerta, tocó y al escuchar el permiso para que pasara, me abrió la puerta y me condujo dentro. Ella permaneció afuera y cerró en cuanto terminé de llevar mi cuerpo al interior.

Braxton estaba frente a mí. Recargado en el escritorio de su habitación con los brazos cruzados. Me observaba sin expresiones en su rostro.

Me comencé a inclinar por inercia al saber que era el rey actual pero entonces recordé que era algo que Sandrine no haría. Me puse tensa incorporándome y llevé mis manos a mi espalda.

- A partir de ahora, seré su escolta.- Dije, tratando de sonar segura.

- ¿Mi escolta? - El vampiro se burló. Descruzó sus brazos y llevó sus manos hacía su cuello, comenzó a eliminar la corbata antigua con rapidez. La tiró al suelo y continuó con los botones. Abrí los ojos aún más, sorprendida al verlo quitarse la camisa.

Su torso era amplio, los músculos estaban bien definidos en cada parte de él, desde sus pectorales hasta su abdomen marcado, sus brazos gruesos, sus antebrazos dónde se le marcaban las venas y la palidez característica de su raza que lo hacía ver todavía más irreal en su virilidad. No había algo bonito en Braxton, era masculino en toda la extensión de la palabra y su torso me provocó un cosquilleo en el abdomen bajo. Sin embargo, desperté bruscamente a la realidad cuando se llevó las manos hacía el pantalón. Me acerqué rápidamente y puse mis manos encima de las suyas.

- ¿Qué demonios estás haciendo? - Pregunté con brusquedad dándome cuenta un poco tarde que ya estaba más cerca de su pecho. ¿Qué pasaría si pudiera tocarlo extendiendo mi mano por toda su piel?

No te desconcentres, Gem. No te desconcentres.

Levanté la cabeza y lo miré de mala manera. Braxton realizó una sonrisa de cinismo.

- ¿No es este el verdadero motivo por el que te han mandado como mi escolta? - Se inclinó hacía mí.- Adelante, haz lo que quieras y lárgate.

Su rostro estaba cerca. Muy cerca, si solo me ponía sobre las puntas de mis pies podría besarlo, podría tomar la oportunidad e irme pero no quería que fuera así. Deseaba más, necesitaba desesperadamente, al menos por una vez sentir que le pertenecía. Retrocedí enojada conmigo misma. ¿Por qué no podía solamente hacerlo?

- Lo he dicho y no pienso repetirlo.- Mi voz tembló ligeramente.- Soy su escolta, no su puta.

Braxton se rió por lo bajo y se acercó de nuevo, tomó mi barbilla forzandome a verlo.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora