31 de diciembre, año 1500
Xenia Lambrousy
La mayor parte de mi vida había pensado que solo tenía que existir para ser hermosa y protegida. Era lo que mi hermano mayor me había enseñado, Luzbel Lambrousy.
En general, así había sido.
Estúpidamente tonta.
Estúpidamente frágil.
Estúpidamente ilusa.
El amor no era más que una estupidez. Nada más que un velo de ilusiones que se perdían junto con una vida cubierta de promesas no cumplidas y el dolor que no desaparecía sin importar la cantidad de años que pasaran.
- La envidia es un sentimiento muy evidente, Xenia y más preocupante cuando la diriges hacía tus hijos.- Detuve el movimiento con el que giraba mi anillo y levanté la mirada desde la ventana iluminada por la luz del día que en unas horas daría por fin con el atardecer sobre el jardín exterior hacía Emmaline Dragomir.
Sonreí.
- ¿Entonces qué tienes que decir ante mi propuesta? - Cuestioné.
- ¿Sobre el trato de compromiso entre Kelian y Lea? - Emmaline señaló con su abanico a mi segunda hija, quien se encontraba sentada en uno de los columpios colgantes de un árbol en el jardín de la propiedad, riendo ante las palabras de Luciano, mi hijo mayor.- Parece que tus hijos tienen otros planes, ¿Por qué no permites que se casen?
- Son hermanos.- Gruñí.
- Medios hermanos.- Emmaline me corrigió.- Además, siendo que los Lambrousy tienen ascendencia Arscorth a nadie le extrañaría. No pasó nada cuando te casaste con Luzbel.
- Precisamente por eso.- Apreté el vaso de licor en mi mano.- Sé como termina este tipo de historia y no voy a permitir que mi legado se esfume porque ellos decidieron enamorarse. Deben de dejar de lado emociones tan ilusorias de lado. El mundo no funciona así.
- Octavius es tu hermano menor, por sí lo has olvidado.- Emmaline señaló.
- Es diferente.- Respondí con más agresividad de la que debería, pero ella se rió.
- ¿Acaso no lo amas? - Preguntó.
Por supuesto que lo hacía, era mi hermano menor y quería protegerlo de todo daño, pero... no era Luzbel. Apreté mis labios y me separé de la ventana. Tal vez Emmaline tenía razón y mi ira con su relación solo se relacionaba con mi tristeza por la pérdida del hombre que más había amado en toda mi vida.
Todo era culpa de Sheila Arscorth. No existía ningún otro vampiro que odiara más que a ella.
Solo por su capricho con Luzbel y su resentimiento a su negativa de acostarse con ella lo acusó de alta traición y lo asesinó públicamente como un rebelde de la corona. Un motivo tan estúpido me había sumido en un vórtice de dolor que no parecía tener fin sin importar que tanto me esforzara por seguir adelante.
Luzbel se dejó asesinar para protegerme a mí, el ducado y la vida que llevaba dentro. Luciano era todo lo que me quedaba de él, pero aún así no era suficiente y lo hubiera acompañado a la muerte si Octavius no se hubiera aferrado a mí, vínculandome cuando no estaba consciente de nada más que el dolor.
Tuvimos dos hijas, aunque la menor era muy pequeña para traerla en un viaje largo, pero no quería a Lea y a Luciano juntos, porque mi hijo mayor perdería todo sentido de la realidad si algo le llegaba pasar a ella y no quería que repitiera mi historia.
Mi perfecta y tranquila vida bajo la protección de Luzbel se vino abajo después de que lo mataran y tuve que encontrar una manera de sobrevivir a un sistema que no permitía la mínima debilidad. Sabía que me llamaban loca, pero no me importaba porque había algo de verdad en esas palabras.
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La reina olvidada (Origenes parte I)
Vampire"¿Cuánto puedes esperar por amor?" "¿Hasta donde el destino se delimita por el tiempo?" Gem De Sage era una bruja que cometió el peor error de su vida a los quince años: salvó una vida. No matar a Cedrick Arscorth tuvo severas consecuencias en su de...