Capítulo 45

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3 de marzo, año 1521 

No paré aunque sabía que no era perseguida, porque de lo contrario ya no podría avanzar. Me mantuve en movimiento y presioné al animal sin querer pensar con las palabras de Braxton taladrando mis oídos.

La culpa volvió a azotarme y lo detesté más que nunca, pero lo peor fue que tuviera razón.

En realidad todo era mi culpa.

Llegué a casa todavía inestable y no me sorprendí al no ver el caballo de Zach en las caballerizas. Amarré el mío y entré a la pequeña pero acogedora edificación tirando mis armas al suelo en la entrada. Sentí que mi magia desbordaba y mis manos se sentían calientes.

¿Que había sido eso? Me alboroté el cabello y golpeé la puerta una, dos, tres y cuatro veces antes de gritar con frustración.

- ¡Maldito seas, Braxton! - Maldije.- Si yo soy una mierda como madre, ¡¿Que me dices de ti mismo?! ¡¿Eres el único inocente?! ¿Qué se supone debía hacer? ¿Me los robaba a los dos? ¿Me quedaba con un vampiro y un humano y me hacía cargo de ellos sola? ¿Me quedaba a enfrentar a tres Arscorth que podían matarme en cualquier momento? ¿Me enfrentaba a tu maldita esposa, imbécil? ¿Me arriesgaba a qué envenenaran o mataran a Livius conforme creciera? Mierda, mierda, mierda.- Golpeé la puerta con mis puños, la madera se astilló y estás atravesaron mi piel pero estaba furiosa. No sentí el dolor.- ¿Qué hago sola? ¿Qué mierda se suponía que debía hacer por la maldita corona y que no se destruyera por puras estupideces? Soy una bruja, soy una maldita bruja dando la cara por los vampiros.- Grité por pura ira, la misma que me tuve que tragar al convertirme en reina por culpa de Cedrick y tener que abandonar mi aquelarre por los vampiros. Lo intenté de nuevo al quedar atascada en este lugar y fallé, cada vez que intentaba hacerlo bien fallaba. Una y otra vez... No podía hacer nada bien. No podía salvar lo que quería y no dejaba de ser una madre que había abandonado a uno de sus hijos, condenandolo al sufrimiento por una responsabilidad que no pidió. Teniendo que pagar por algo que no era su culpa.

- ¿Señora?

Me detuve, respirando con fuerza y rápidamente, con las manos hechas un desastre me giré para ver a un cazador alto de cabello negro y lacio así como ojos castaños mirarme con sorpresa.

Era el cazador que Zach había dicho dejaría para que cuidara de Livius si este llegaba antes y me había visto tener un ataque de histeria. Estaba algunos metros lejos de mí, mirándome con una expresión temerosa.

Sonreí sintiéndome avergonzada y levanté las manos.

- Olvida lo que acabas de escuchar, solo tuve un mal día.- Le dije y este asintió relajándose.

- El señor Binx me pidió que esperara a su hijo por si requería cuidados o si tenía heridas, ahora que está aquí, ¿Puedo marcharme?

- Ahh, sí.- Asentí tragando saliva.- Por supuesto, puedes irte ahora. Yo me haré cargo.

Me moví de la puerta y me alejé lo suficiente para que este pudiera marcharse. Se despidió apresuradamente y tomó en pomo para abrirla y marcharse, me acerqué a la chimenea para encenderla y recuperar la calma cuando ví por el rabillo del ojo que no se movía de la puerta. Probablemente estaba vacilando sobre preguntarme por lo que había escuchado, pensé rápidamente buscando una excusa y girándome hacía él.

- ¿Todo...- Me detuve estática al ver que había una mano atravesándolo. Tomé el atizador por instinto cuando su cuerpo cayó inerte y vi a un vampiro desconocido frente a mi de cabello rubio que giró su cabeza al verme. En su mano tenía el corazón del humano. - No recuerdo haber citado a nadie a mi humilde morada.- Mi voz sonó más estable de lo que en realidad me sentía.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora