Capítulo 38

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27 de noviembre, año 1500

- ¿Te puedes quedar quieto, luna? - Susurré dándole pequeñas palmadas a mi abdomen, "llamándole la atención" pero estaba encantada de que cada vez se movieran más.

- ¿Puedes dejar de moverte? - Braxton preguntó con el pincel en la mano.

- ¿Ves? - Susurré colocando mi otra mano en el sitio donde luna se movía, sintiendo la emoción y felicidad embargarme.- Tú padre ya nos llamó la atención.

Braxton puso los ojos en blanco y comenzó de nuevo cuando volví a la posición original. Estaba vestido con ropa de cama porque lo había despertado mucho más temprano con la idea burbujeando inquieta en mi pecho, el cabello estaba deliciosamente desarreglado dándole un aire rebelde y sus ojos anaranjados con tonos rojizos me seguían provocando muchas cosas cada vez que los posaba sobre mí.

La luz del atardecer entraba por las ventanas abiertas pero el vampiro me había colocado lo suficientemente lejos para que no me rozaran ni por accidente, ya que conforme avanzaba el embarazo más frágil me volvía y en realidad eran poco lo que podía hacer ahora por mi misma sin sentirme mareada o terminar desmayándome para no despertar hasta tres o cinco días después.

Todo el tiempo tenía sueño; así que, cuando no comía o lloraba por motivos muy estúpidos como el ver una simple rosa que Braxton me dio una mañana, me la pasaba durmiendo en "mi" estudio supuestamente trabajando, pero el vampiro ya se había hecho cargo de todo él y lo manejaba de maravilla. Yo solo representaba una cortina de humo que se dormía cómodamente hasta que llegara el amanecer.

Me dolía la espalda pero quería un recuerdo y si no podía tomar una foto al menos quería verlo en un cuadro en este momento. Al vampiro ya no le extrañaba que tuviera momentos de miedo irracional y quisiera hacer unas cuantas cosas antes de darlos a luz como ordenar todos los planes de la monarquía en años venideros.

Sandrine no había regresado y me terminé acostumbrando a la idea de que ahora su cuerpo me pertenecía. Daría a luz a las vidas que yo había creado dentro de mí y me negaba en rotundo a entregarlos a nadie más que no fueran yo, pero a pesar de mi determinación tenía un mal presentimiento creciendo con cada día que pasaba, porque Sheila estaba demasiado tranquila al igual que Eileén.

Durante estos últimos meses había sido tan feliz que era difícil creerlo y aún no encontraba la manera de tranquilizarme. Quería pensar que podía cambiar el futuro. ¿Sería todo tan diferente si pudiera quedarme con los gemelos? ¿Y si todo continuaba así en este momento? ¿Podía ofrecerle a Lucius la infancia que debió tener? Si ya había sido posible cambiar de lugar con Sandrine y estábamos vinculados Braxton y yo, ¿No había cambiado ya? ¿No podía soñar con la posibilidad de quedarme?

Quería hacerlo no solo por la monarquía, quería tener una familia con el vampiro. Quería quedarme tan desesperadamente que estaba implorando cada día que esto no se viniera abajo.

No quería pensar en lo que se supone pasaría, no quería rumiar sobre el dolor de un destino que no me gustaba. Este era el ahora, el futuro debía de cambiar a partir de este momento. Ambos estarían bien, debían de estarlo. ¿No era una señal que fuera el mismo destino que condicionó a Cedrick para que mientras entraba en pánico conmigo encima me mandara a un lugar que él mismo no tendría ni idea? No sería la primera vez que el mestizo crea problemas con el tiempo pero, ¿Por qué Amon no me había encontrado tampoco? ¿Se había rendido conmigo o simplemente había aceptado que desaparecí? No parecía ser su tipo de personalidad pero la realidad era que no había llegado y yo por una parte estaba feliz.

Pertenecer a Braxton era lo que más feliz me hacía, recibir su afecto y su toque era algo que me hacía sentir que todo encajaba perfectamente. Sin embargo, el miedo por perderlo todo no desaparecía.

Era lo que me ponía cada vez más ansiosa y quería sentir un tipo de seguridad que solo el vampiro podría ofrecerme, por lo que decidí buscar su promesa. Solo así podría dejar de preocuparme tanto.

- ¿Braxton? - Pregunté y él hizo un ruido bajo para que supiera que me estaba escuchando. Pensé que tal vez era egoísta, pero me quería asegurar de que haría todo lo posible por ellos.- Si algo me pasa ¿Puedes prometerme mantenerlos vivos?- Silencio. Levanté la mirada para verlo frunciendo el ceño.

- Nada va a pasar.- Dijo con brusquedad.

Sonreí melancólica.

- No, pero quiero que me prometas que si sucede harás todo lo que esté o no en tus manos para mantenerlos vivos.- Adopté una postura todavía más protectora.- No importa qué tengas que hacer.- La moralidad no tenía cabida si tenía que perderlos. Prefería que lo demás se hundiera.- Tampoco te permito que los abandones a su suerte. ¿Puedes prometerlo?

Braxton dudó y yo me puse de pie para acercarme a él. Si me asesinaban o algo malo sucedía y Braxton se suicidaba quedarían a merced de Eileén y Sheila, eso no lo permitiría. Me quise inclinar para suplicar una vez estuve lo suficientemente cerca, pero Braxton me tomó por los brazos impidiéndomelo.

- Es una petición cruel.- Él dijo.- Si mueres, ¿Quieres que continúe sin ti? ¿Tienes idea de lo que estás pidiendo? - Asentí, sabía que un vampiro podía perder la razón si moría su pareja vinculada y la mayoría se suicidaban, pero pensaba que no sería tan malo porque él ya tenía otro con Sheila.

- Puedes encontrar otra pareja con el tiempo.- Murmuré levantando mi mano hacía su mejilla. No quería, pero él tenía derecho a continuar sin mí.

Él tomó mi mano.

- ¿Por qué me tomas? - Cuestionó llevando su otra mano a mi cintura.- No voy a encontrar otra pareja.

- Entonces promételo.- Le dije a modo de súplica.- Promete que los vas a mantener vivos.

Braxton negó.

- No pienso quedarme si mueres.- Dijo pero encajé con fuerza las uñas de mi mano libre en su antebrazo.

- Por favor, te lo suplico.- Las lágrimas picaron en mis ojos y lo miré directamente.- Por favor, Braxton.- El vampiro me observó atentamente por un periodo de tiempo que me pareció una eternidad, se inclinó y lamió las lágrimas que comenzaban a desbordar. Cediendo a mí.

- Lo prometo.- Dijo y sentí que un peso enorme se levantaba de mi pecho. Lo abracé con alivio pero él siguió hablando.- No voy a permitirte que te alejes de mí, Sandrine.- Susurró.- Me perteneces. Cada respiro, cada latido es mío. No puedes dejar de vivir sin mi permiso.

Sonreí, a pesar de que él no lo había dicho, lo podía sentir entre sus actos y sus palabras. Quería pensar que él me amaba tanto como yo a él.

Me puse sobre las puntas de mis pies y lo besé con cada sentimiento que evocaba en mí, pero yo tampoco lo dije. Braxton me levantó entre sus brazos para verme hacía arriba, puse mis manos en sus hombros.

- Debo de estar pesada.- Murmuré hacía él, sabiendo lo enorme que estaba ya. Braxton negó.

- Estás hermosa.- Él dijo, tranquilizando mis nervios. Miré su cuello y sentí seca la garganta al ver su arteria saltar con la rítmica presión de sus latidos. Se me hizo agua la boca. Desde que Braxton me había condicionado con tabaco a anhelarlo a él, en vez de la planta me había convertido en una dependiente.

- Muero de sed.- Susurré provocando su sonrisa.

- Yo también.- Él respondió cambiando mi posición para llevarme estilo princesa hacía la habitación.

- ¿Sabes? Pudiste morderme en tu estudio.- La voz me tembló al final, porque en parte ya esperaba su respuesta.

- ¿Mencioné la sangre? - Cuestionó y yo escondí mi rostro en su pecho.

No, no lo había dicho.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora