Capítulo 41

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29 de mayo, año 1501

Desperté con una sensación de dolor recorrerme todo el cuerpo y un olor a hierbas medicinales que obnubilaban por completo mi sentido del olfato.

Parpadeé sintiendo que no podía abrir los ojos por completo pero al menos podía ver gran parte del panorama que me rodeaba. Había humo delgado y móvil por encima de mi cabeza que se entremezclaba con la luz del atardecer que entraba por una de las ventanas, tenía la sensación de estar cubierta por suaves pieles que me daban calor y podía escuchar el crepitar de una chimenea cerca.

Escuché pasos por el suelo y entonces sentí que un par de manos me incorporaban con cuidado. Protesté con dolor en mi pierna y mirando hacía abajo, una vez estuve sentada pude ver qué me la había fijado con tablas. Él se puso detrás de mí para servirme de apoyo y pude inhalar un olor a limpio y a cedro que me agradó bastante. Un plato de estofado caliente se puso frente a mí, la mano que lo sostenía era grande, se le marcaban las venas con profundidad al tener la tez pálida y sus latidos eran lentos, muy parecidos a los de un vampiro. Escuché su voz cerca de mi oído.

- Me alegra que estés despierta, pensé que morirías. Vamos, necesitas recuperar fuerza.- Dijo elevando una cuchara de madera y llevándolo a mis labios. Bajó cualquier otra circunstancia me habría enojado de que me alimentara directamente pero en este momento me preocupó más tener el verdadero sabor de la comida en la boca, por lo que abrí mis labios en silencio y recibí el sabor.

No tenía idea de lo que tenía pero estaba delicioso, lo suficiente para que se me escapara un suspiro corto y continuara comiendo en silencio hasta terminarme todo el plato. Entonces él dejó el cuenco de madera en el buró lateral y me dió un pañuelo para que limpiara mis labios.

- ¿Quién eres? - Pregunté colocando mis manos sobre la piel, si hubiera podido me habría girado pero la pierna me detenía.

- Zachary Binx.- Él respondió removiendose de mi espalda para apoyarme en el respaldo de la cama y colocarse en mi línea de visión.

Lo miré sorprendida.

Era un hombre increíblemente guapo con agudos ojos color gris, su pupila alargada representativa de los reptiles. Su cabello negro, lacio y largo caía a pesar de estar sujeto en lo alto de su cabeza. Facciones masculinas y un cuerpo que parecía más ágil que para trabajo pesado.

- ¿Y cuál es tu nombre, niña? - Él preguntó hacía mí usando ropa humana pero más a su estilo personalizado, sin mostrar tanta piel pero se veía cómoda.

Noté que mi camisón tenía un estilo similar y traté de no mortificarme pensando en que él era el único que parecía haberme cambiado y bañado.

- Gem.- Respondí.

- ¿Bruja? - Cuestionó para comprobar pero si mirada me decía que ya sabía. Asentí.

- ¿Y tú? - Pregunté.

- Soy cambiante.- Respondió.

- ¿Y por qué estás solo? - Los cambiantes generalmente estaban en manadas para protegerse entre ellos.

- Soy un reptil.- Él dijo.- Estar bajo la ley de un alfa no figura en mis planes. Asentí distraída, generalmente los de sangre fría siempre iban por cuenta propia.

- Gracias.- Comencé solo un momento después.- Por salvarme la vida.

Las pupilas de Zachary se entrecerraron por un instante antes de que iniciara con preguntas.

- Gem, dime, ¿Qué hace una bruja sola y sin aquelarre en territorio de vampiros?- Cuestionó.

- Perdí mi aquelarre.- No mentí, en realidad ya no tenía poder sobre ninguno.

Zachary sacó mi daga y me la enseñó.

- Es un buen material y caro, ¿De dónde lo conseguiste? - Preguntó.

- Lo encontré por ahí.- Desvíe la mirada. Era parte de las armas de Sandrine, era todo lo que me quedaba de ella.

- Sabes pelear, ¿No es así? - Me giré de nuevo para enfrentarlo y él cambiante esperó por mi respuesta.

- Si.

- No tienes hogar, ni dinero ni posibilidades para sobrevivir.- Él puso la daga sobre mi mano.- Puedes volver a las calles o puedes hacer lo que yo hago. Te pagaré bien, pero arriesgarás tu vida en cada salida.

- Acepto.- dije sin vacilar. No había nada peor que volver a las calles. Haría cualquier cosa que me sacara de ese hoyo.

- Bien.- Él sonrió.- Bienvenida al gremio de cazadores Lex&Zen.

Cazadores... Nunca pensé que me convertiría en una, pero la idea no me terminó desagradando. Al final, era una de las cosas que mejor se me daban.

- ¿Eres el dueño? - Pregunté curiosa y él asintió.

- En parte, es una asociación con otro cazador que iniciamos hace siglo y medio pero justo ahora Lex no está activo.- Señaló su cabeza.- Ha perdido la cordura.

- ¿Por qué? - Pregunté.

- Perdió mucho en un solo instante.- Se llevó las manos al cuello.- Es lo que pasa cuando te dejas llevar por la felicidad, se esfuma y no queda nada.

Miré mis manos. Él tenía razón y no podía culpar a ese cazador por perderlo todo y caer en la locura si yo misma me hundí en lo más profundo al despertar para que me dijeran que Luca había dado la vida por mi y ya no tenía nada más que la vida.

Zachary abrió un cofre y puso frente a mi la tela negra que reconocí de inmediato.

- Pensé en tirarlo, pero te aferrabas a esto cuando tenías fiebre y llorabas mucho. Lo lavé. Si quieres usarlo para cazar tienes que cortarlo, es muy grande para ti.- Dijo alejándose hacía la puerta.

Pasé mis manos por la tela sintiendo que mis ojos lagrimeaban. El olor de Braxton ya había desaparecido por completo.

- ¿Te puedo preguntar algo? - Cuestionó con una de sus manos sobre la orilla de la puerta.

- Si.- Abracé la tela entre mis brazos.

- ¿Dónde encontraste esa capa? - Preguntó después.

- No la encontré, es del hombre que amo.- Respondí sacándole una repentina risa baja. Lo miré confundida y él se despidió sin decir más.

Me cubrí con la capa ignorando el extraño comportamiento del cambiante y al mismo tiempo agradeciéndole haberme sacado de ahí.

Había dado por sentado muchas cosas en mi vida y varias de ellas fueron tan sencillas como tener simple comida, techo y cobijo a mi disposición pero todo podía perderse.

Lo único que me quedaba ahora eran los recuerdos, una capa y una daga de Sandrine Moonwhite.

No había tenido tiempo para pensar en ella cuando tuve que huir y en las próximas semanas posteriores a ello pero ahora con los sonidos mínimos a mi alrededor y los recuerdos de la vampiresa en mi cabeza no pude evitar llorar por ella. ¿Cuánto más debía de perder? De alguna manera con sus contestaciones cínicas, su despreocupación por la vida y su sinceridad reinante ante cualquier situación me hicieron quererla y ahora que no estaba me sentí amargada.

La perdí a ella y sin su protección o apellido, todo lo demás.

Sandrine no había tenido a nadie más que a ella misma para sobrevivir y aún así nunca la escuché quejarse de su vida o su muerte... Me sentí una inútil a comparación suya. ¿Tenía derecho a rendirme si Luca se sacrificó por mí? Él quería mi felicidad y aunque ésta solo parecía alejarse con cada paso que daba hacia el futuro, lo que sí era una realidad era que no podía rendirme.

- Gracias.- Sostuve su daga. Ella tenía razón, era una cobarde pero ya no debía de ser así, ya no podía permitirme serlo y esconderme detrás del poder de nadie. Al final siempre terminaba sola y yo misma debía de levantarme porqué ahora tenía algo que proteger.

Y si había de morir, sería siempre bajo mi propia mano.

Nadie más tendría el poder de quitarme lo que me habían dado.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora