Historia paralela 4: Estaré aquí

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21 de junio, año 2150

Aiden Eckhart

Cuando era niño solía pensar que en el mundo, existían tres tipos de personas:

1. Aquellos que se consideraban héroes: Morales, correctos, en sintonía con la sociedad y sus marcadores, que luchaban por lo que consideraban justo.

2. Aquellos que se consideraban villanos: Inmorales, incorrectos, siempre en contra de la sociedad y sus reglas, que peleaban sólo por ellos.

3. Aquellos como mi padre: Indiferente, inaccesible, representando una fuerza demoledora y un asesino que iba más allá de la definición en mi cabeza como villano.

Preferí mil veces perderme a mí mismo que permitirle ver lo arruinado que estaba y aún no fue suficiente el esfuerzo que hice durante gran parte de mi vida por satisfacer sus inexistentes expectativas sobre mí. Las heridas provocadas y los años de rencor fueron situaciones que tuve que resolver por mi cuenta para no asesinarlo.

Lo habría hecho si no hubiera sido por mi hermana.

¿Cuántas veces no desee en secreto su caída? ¿Cuántas veces no me detuve a mí mismo de tomar mi espada y arrancar su cabeza? Sabía perfectamente que cuando mi madre regresó y lo perdonó no le quedó más remedió que pensar en sus errores, pero si ella no hubiera vuelto, jamás habría visto hacía atrás.

Por eso no entendí como es que hizo algo tan estúpido como protegerme ese día con su propio cuerpo. No había querido deberle nada, para eliminarlo por completo de mi historia y poder desear en silencio para su siguiente vida al menos una parte de la desesperación en la que me sumió por tanto tiempo.

El perdón no era una de mis fortalezas y Cayden Eckhart solo lo había querido para satisfacer el deseo de mi madre de que todo fuera como una familia feliz, solo por eso ambos supimos manejarlo frente a ella y mi hermana como el "intento" de rescatar una relación que ninguno quería salvar.

No dejamos de jugar hasta el final.

Aún ahora, seguía pensando que existe un grupo predeterminado de comportamientos en las personas, marcadas por sus deseos y rencores, pero cada uno podía ser tan complejo que podía desencadenar infinitas variantes.

Como un juego al azar, algunas veces usar las palabras correctas eran como contar las cartas y determinar dónde estaba la que necesitabas. Había un margen de error pero solo para aquellos que no contaran bien... o no se hubieran guardado la carta debajo de la manga.

Las hadas por naturaleza sabían apreciar la belleza por encima de todas las cosas, pero en realidad era una máscara, sólo un cascarón atrayente que escondía secretos que podían destruirlo todo.

Por mucho tiempo pensé que sería incapaz de llegar al nivel de mi padre, que el juego que él podía manejar a la perfección sería después mi propio tablero. Solía sentirme pequeño e inferior si me comparaba con él, pensaba que seguiría siendo orgulloso, inaccesible, arrogante y terco mostrando ese sentido de superioridad silenciosa que lo solía acompañar.

Sin embargo, Cayden Eckhart también sabía caer.

Mis pensamientos se cortaron cuando el sonido de la puerta de seguridad marcando que se había abierto llenó mis sentidos, entonces puse la mano sobre la manija y la atraje hacía mí para abrir la puerta de su habitación dentro del hospital psiquiátrico. Dejé que mis pasos me llevaran dentro, captando en primer lugar las paredes claras y el estado de la habitación atendiendo a su parte hada, con el suficiente número de plantas y una corriente de agua constante de una fuente que calmaba los sentidos, había también una ventana hacía el exterior pero estaba cubierta con una sábana negra y la iluminación estaba apagada.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora