Especial: No me atrevería a contaminarla, sacerdotisa Varion

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"Mirarte a los ojos era como ver el abismo y aún así querer lanzarme. Sabía que me mataría, pero lo haría una y otra vez sin importar cuantas oportunidades me dieran, porque no existe salvación si no es contigo." Damiana Varion. Reina de las hadas, periodo 800 A.D.N.E - 501 A.D.N.E

Jazmín Varion

5 de Noviembre, año 2142

Conocí a Nyria Varion cuando estaba en plena disputa por el trono y estaba buscando apoyo político con las familias nobles de poder.

Me negué porque ya le había jurado lealtad a Elián Varion, cuando ambos se casaron, entonces fue que decidí entregarle mi voto a ella.

Me quedé a su lado también cuando Elián se sacrificó por ella, cuando la monarquía dependía solo de ella y su poder, cuando la vi esforzarse más que nadie fue cuando la respeté y conforme pasaba el tiempo terminé siendo su única amiga y ella la mía. Por eso, cuando me propuso casarme con su hijo Jeveret porque era sumamente rebelde y desobediente, con la esperanza de que yo lo mantuviera en control y el poder de la monarquía, lo hice.

Debí negarme.

División de poder, enfrentamientos, sabotaje, resentimiento y destrucción fueron los pilares de nuestro matrimonio... pero sobre todo eso nuestro vínculo fue aterrador.

***

- Eres una mujer despreciable.- Jeveret, como siempre con su naturaleza impulsiva llegó abriendo la puerta y azotándola con fuerza. Terminé de tomar un sorbo al té antes de dejarlo con calma en la mesa frente a mi y levantar la mirada. El clima se estaba calentando pero pretendí que no me daba cuenta y comencé a contrarrestar con mi poder de agua.

- Compórtese, su majestad.- Lo miré directamente a los ojos y sin extenderle ningún tipo de saludo.- Ya no tiene cinco años para seguir exteriorizando sus rabietas de esta manera.

- Te dije que no te entrometieras.- Me tomó por la nuca colocándome de pie por la fuerza, sentí el tirón doloroso pero me negué a retroceder. Yo nunca retrocedía ante nadie y mucho menos con él.- Yo soy el rey, yo ordeno y tú obedeces.

Sonreí.

- Te dije que esa orden sería refutada por los nobles, simplemente porque no es viable. Ahora que ha sucedido, no me eches la culpa de tu incompetencia.

Jevert me enseñó sus colmillos, como si quisiera arrancarme la garganta con ellos.

- ¿Y quién controla a los nobles, Legrell? - Preguntó furioso, usando mi apellido de soltera.

Ambos lo sabíamos, yo los controlaba.

- Le advertí que no lo hiciera, majestad.- Dije, todavía tranquila a pesar de que su toque comenzaba a quemarme.- Es mi deber que no haga mal su trabajo, por eso soy la reina y si no quiere que su autoridad siga siendo menoscabada entonces comience a tomar las decisiones que un verdadero rey debe de tomar. Así no tendré que seguir siendo su niñera para que vea el camino claro de nuevo.

Jeveret sonrió con asco y me tomó del cabello con violencia para dirigirme a uno de los enormes espejos de la sala de té. Me empujó contra el material frío para que terminara colocando las palmas en este y desgarró mi vestido antes de bajar la parte superior que pude ver colgando de mis caderas, quise cerrar los ojos y evitar lo que vendría pero él me asedió por la espalda y tomó mi cuello presionando con fuerza, forzándome a ver el reflejo de mis ojos azules en pánico encontrados con los suyos color ámbar.

- Mira, mira atentamente lo que puedo hacer contigo, en lo que te voy a convertir frente a tus propios ojos, Jazmín.- Susurró contra mi oído sin perder el contacto visual.- Sigue actuando superior, sigue levantando esa barbilla soberbia cada vez que me miras, sigue sonriendo detrás de tus manipulaciones.- Tomó uno de mis pechos y apretó con tanta fuerza que me dolió terriblemente.- Pero recuerda que sigues a mi merced, recuerda que cada vez que muevas una pieza en tu tablero tendrás que pagar el precio. Nadie te puede salvar de mí, Jazmín.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora