Capítulo 5

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26 de Noviembre, año 2149 - Actualidad

- ¿Qué hacemos con los prisioneros, señor?

Subí la cabeza de la pierna destrozada de una de las comandantes de la zona cinco para ver a un demonio acercarse al hombre que limpiaba su espada con despreocupación, su ropa también estaba cubierta de la sangre de sus enemigos así como su cabello y su rostro.

A su mando se eliminó un campamento de vampiros que habían estado en zona neutral en respuesta a la masacre de las brujas que había hecho el rey de los vampiros Lucius Arscorth.

Mi madre sonrió a unos metros de distancia con crueldad pero no dijo nada y continuó limpiando la mordida de un vampiro en su antebrazo. Estaba satisfecha de que la estrategia del demonio y su incapacidad de respetar las reglas de guerra nos valieran una victoria tan aplastante.

Aryan Markovic inclinó la cabeza hacía atrás para ver al demonio detrás de él, parecía loco con sus ojos vacíos y el cabello rubio corto suspendido en el aire retenido solo bajo el agarre de su cuero cabelludo. El demonio sonrió.

- ¿Prisioneros? ¿En qué momento permití prisioneros? - Cuestionó antes de emitir su orden.- Matenlos a todos.

***

Desperté con violencia, incorporándome y llevando mi mano hacía mi pecho en busca de aire.

Respiré profundo un par de veces, forzando a mi mente a tranquilizarse.

Estaba a salvo.

No había guerra.

Estaba bien.

Ya no estábamos en guerra. Me cubrí el rostro cubierto de sudor frío, llevándome las gotas que no podría diferenciar del llanto.

Me puse de pie, separando las sábanas húmedas de mi camino y colocándome las pantuflas negras a juego con mi ropa de dormir que se adhería a mi cuerpo como una segunda piel, me acerqué a uno de los cajones de mi armario, saqué otro conjunto con ropa interior de algodón cómoda antes de irme directo a darme una ducha.

El color que había elegido para mí baño personal era el crema y café claro con estanterías en esa paleta de colores, el suelo antiderrapante blanco con detalles de flores me daba una sensación de claridad mental. Coloqué mi ropa en uno de los muebles y me desvestí mientras accionaba el agua caliente.

Evité el espejo deliberante mientras estaba desnuda y pasé a buscar un incienso en mi cajón a la derecha del lavamanos. Tenía varios olores florales que me gustaban mucho, pero... Mi mano se detuvo en uno en específico y cerré mi puño sintiéndome avergonzada mientras recordaba como días atrás me había arrastrado vergonzosamente con ese olor entre las sábanas de quién no debía.

Sacudí la cabeza y procedí a elegir el de coco. De entre todos los olores era el que me daba más paz mental.

Lo encendí a un costado de la bañera y agregué agua helada para equilibrar la temperatura antes de sumergirme entre las sales relajantes. Recargué mi cabeza en la orilla pensando en Aryan Markovic.

En ese momento no tenía muy claro el porqué de sus acciones pero ahora lo entendía muy bien. ¿Por qué cada vez que mostraba su cara en la guerra no dejaba a nadie vivo? Porque los muertos no hablan.

El "líder" de la guerra sólo había sido su cordero de sacrificio que le sirvió cuando quiso posicionarse en contra de los demonios, ¿Porqué lo hizo? ¿Por Lucius y Arista Schevert? ¿O era que desde un principio sabía quiénes iban a ganar y se aseguró de jugar sus cartas según su objetivo?

"Cuando tu enemigo es demasiado poderoso como para que puedas enfrentarlo, es sabio saber usar las manos de alguien más para que lo destruyan por ti".

Sus palabras se podrían traducir como el hecho de que incluso aunque él había comenzado todo, su plan era exterminar a los líderes más poderosos de su raza, ¿Para cambiar la esencia de lo que era un demonio? ¿Para ser el único con poder entre ellos? ¿Para beneficiarse?

Ninguna de esas preguntas pude hacerle, ya que, lo que era una realidad fue que me dejó vivir y aceptó mi manipulación conscientemente.

Siendo la única viva que conocía su secreto me convertía en un probable problema y una amenaza pero no me enterró como al resto, en cambio...

Me enseñó a sobrevivir en el mundo de poder que me rodeaba.

Cerré los ojos.

Aryan Markovic era una verdadera incógnita para mí.

Lo vi cometer los peores crímenes de guerra. Lo vi perder la cabeza entre sangre y carne, lo vi matar, torturar y comer carne de otras razas junto con los demonios originales. También lo vi bromear, jugar y actuar como un tonto con las personas que amaba con esa fachada de inferior inofensivo...

Sabiendo usar sus múltiples caras según lo que quería del mundo.

Eso fue lo que aprendió Aiden Eckhart del demonio.

El camuflaje social, la sonrisa que escondía al depredador dentro. Los ojos claros que se superponían a la sagacidad e inteligencia.

Le temía a Aryan Markovic por el mismo motivo por el que admiraba a Aiden Eckhart. Eso era una ironía en sí misma pero al mismo tiempo no lo era, porque Aiden era simplemente todo lo que estaba bien en el mundo, sobre todo en el mío.

Aunque ahora habíamos tomado caminos diferentes, no podía evitar extrañarlo.

Me deslicé por completo en el agua sintiendo que todo se escuchaba por debajo del líquido incoloro, solo lo dejé estar por unos segundos mientras mis pulmones resistían la falta de oxígeno y entonces me incorporé colocando las manos sobre mis ojos y quitando el exceso de agua antes de escuchar el sonido de mi teléfono que había puesto a un costado. Sacudí la mano para secarla parcialmente y contesté sin ver la pantalla.

- ¿Si? - Fue lo primero que dije.

- Gem.- La voz de Braxton Arscorth me sacudió con su tono formal. Despegué el teléfono viendo brevemente la hora: 3: 30 AM y después lo pegué de nuevo para seguir escuchando y como si él supiera que estaba pensando fue el tema que sacó.- Disculpa la hora, ¿Te he molestado?

- Ohh.- Comencé con duda antes de negar con honestidad.- No, estaba dándome un baño.

- Ya veo.- Una pausa.- El asunto es una oferta de trabajo particularmente buena. Sin embargo, el cliente es difícil y ha determinado la reunión a las siete de la mañana del día de hoy. ¿Deseas asistir?

Levanté una ceja intrigada.

- ¿Tan bueno sería el trato? - Cuestioné.

- Son algunos millones, sí.- Braxton respondió.

- Bien.- Accedí intrigada. ¿Sería por el nuevo paciente que tenía? ¿Era tan rico? - Mándame la dirección y estaré ahí.

- Ya lo hice.- Respondió sacándome una sonrisa. Me conocía lo suficiente para saber que no rechazaba una buena oferta. Braxton permaneció en silencio y pensé que había cortado la llamada como solía hacer algunas veces pero me sorprendí cuando siguió hablando.- ¿Estás bien?

- Sí.- Mentí.

- ¿Tuviste otra pesadilla? - Me leía como un libro abierto, suspiré abrazándome a mí misma.

- Si.- Dije en tono bajo pero no quería verlo ponerse de nuevo en la posición de mi terapeuta, así que de inmediato pasé a huir.- Entonces te veré en unas horas, descansa.- Colgué arrugando mi nariz.

Eso fue infantil, pero después de pensarlo un poco más me encogí de hombros restándole importancia, sabiendo que al vampiro no le importaba nada más que su trabajo, mi evitación no le causaría ningún problema.

Al terminar de bañarme me puse de pie, me sequé y puse la ropa para dormir antes de acostarme para dormir de nuevo y cuando finalmente encontré el sueño mi mente me volvió a joder el día.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora