3 de Abril, año 1499
Ojos rojos me devolvían la mirada al espejo, cabello negro ondulado contrario al mío que era lacio y dos colmillos que se seguían sintiendo extraños, volví a pasar con disimulo la lengua por el filo y lo repetí al menos tres veces antes de obligarme a detenerme. Debía de seguir usando los gestos normales de Sandrine. No los míos.
Hacía unas semanas completé el hechizo para realizar el cambio de cuerpo y la vampiresa me había sometido a un entrenamiento intensivo para replicar su manera de caminar, su manera de vestir, de hablar y expresarse.
Me comenzaba a preguntar si toda esta situación haría que me perdiera en mi misma, ¿Hasta qué punto debía de convertirme en Sandrine?
Traté de recordar la historia que había aprendido de los Arscorth pero no había nada relevante a esta situación en los libros de historia.
En el árbol genealógico de los Arscorth, Lucius estaba registrado como hijo de Sheila y Braxton. Eso me dejaba en dos posibilidades, ¿El plan fracasaba y Sheila si había tenido un hijo de Braxton? Lo que era más posible es que Sandrine cediera la custodia del niño en cuanto diera a luz y decidiera deslindarse de toda responsabilidad, que no me parecía una idea descabellada, siendo ella.
Al referirse a un posible embarazo siempre decía "el bastardo de Braxton". No lo asociaba con ella. Una parte de mi esperaba que al menos lo reconsiderara mientras llevara el embarazo a término.
Si hubiera continuado con la boda, probablemente ya estaría esperando a mi primer hijo... Ladeé la cabeza con la idea revoloteando en mi cabeza.
Esperaba que Amón me encontrara rápidamente para poder escapar de este tipo de situación, porque desde el principio Braxton no mostró mayor interés en mi que el de ser mi terapeuta. Siempre fue correcto y nunca me dio a entender que podría sentir algo diferente por mi, solo fui yo la que se hizo historias en la cabeza sin sentido y terminó con el corazón roto por ello. Era una enorme ironía que se suponía debía seducirlo y ya había sido rechazada por él.
No quería hacerlo.
Al mismo tiempo si quería hacerlo.
Sabía que estaba mal, sabía que no era moral ni correcto el querer acostarme con él como un premio de consolación por no tener la oportunidad de tenerlo a él por entero y además con el cuerpo de otra mujer, pero... realmente quería ser suya.
Aunque fuera solo un momento, aunque fuera solo como un sueño.
Lo quería, lo quería, lo quería.
Definitivamente seguía necesitando un psiquiatra.
Me separé del espejo sintiéndome aliviada de que al menos pudiera usar pantalones como parte del uniforme de los guardias reales de palacio. El problema era... el arma de Sandrine. ¿Por qué un látigo? Me ponía de malas usar uno porque el combate a lejanía no era precisamente lo mío a menos que se tratara de magia, pero si era un asunto de armas me gustaba pelear directamente con mi agilidad.
En el poco tiempo que tenía aquí no pude más que aprender movimientos básicos y al final decidí usarlo solo como una mera decoración y equiparme hasta los dientes con diferentes tipos de cuchillas para pelear en caso de ser necesario. Tomé mi maleta con una mano y me apresuré a bajar las escaleras ya que era hora de tomar el caballo para llegar a la residencia. Me encontré con Sandrine en mi cuerpo tirada en su sala de estar y con un plato de fruta en el estómago.
- ¿Sabes? - Cuestionó.- La comida siempre me supo insípida y hasta ahora me doy cuenta de lo maravillosa que es.
- Solo no comas tanto.- Murmuré.- O vas a subir de peso.- El metabolismo de una bruja no era tan acelerado como el de un vampiro.
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La reina olvidada (Origenes parte I)
Vampire"¿Cuánto puedes esperar por amor?" "¿Hasta donde el destino se delimita por el tiempo?" Gem De Sage era una bruja que cometió el peor error de su vida a los quince años: salvó una vida. No matar a Cedrick Arscorth tuvo severas consecuencias en su de...