Capítulo 8

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23 de Agosto, año 2029

Me paré de cara a Aiden Eckhart, él me miró con una sonrisa cínica sabiendo muy bien lo que pensaba decirle y es que no pude evitarlo desde que lo vi retirarse a una sala de descanso con su cabello rubio un poco más largo de lo normal en una cola baja con diferentes joyas de adorno en el y un traje de etiqueta.

Aryan me había dicho que tenía que obtener un objeto para él a cambio de apoyarme en la próxima reunión de inmortales, pero el objeto estaba en territorio hostil donde lo habían expulsado hacía algún tiempo ya y eso era en Asia, en el territorio de cambiantes de Siu Park. Decidí asistir a regañadientes para pagar por uno de los favores que me había hecho y asistí a la gala donde me metería en problemas por robar algo que él "necesitaba".

Esta era una fiesta de máscaras y se suponía que éramos un par de desconocidos en medio de la multitud, pero no había manera en que no reconociera ese olor a coco y sus ojos azules que se habían mantenido sagaces ante los invitados.

Aunque...

- Pareces un bribón mujeriego.- Me incliné hacía él, percibiendo un poco más de su aroma pero observando el traje blanco con flores rojas hechas artesanalmente en su ropa que gritaban dinero con mucha obviedad. - ¿No deberías de estar leyendo cuentos infantiles a los pies de la cama de las gemelas? - Cuestioné, su asignación como niñero de las princesas vampiro casi no le permitía pasar tiempo fuera de palacio.

Aiden no se intimidó por mi cercanía y en cambio me dio la vuelta para quedar a espaldas a él y que quedáramos de frente con uno de los grandes y numerosos espejos que se encontraban por todo el lugar. La decoración era oscura con poca iluminación y colores que ocultaban lo peor de la naturaleza entre razas que con una máscara en el rostro podían ser exactamente lo que eran, sin fingir lo enfermos que podían estar.

- ¿Qué es lo que llevas puesto? - Puso una mano en mi cuello cubierto con el vestido y luego otra en mi cintura, su toque no fue invasivo y carecía de cualquier sentimiento sexual pero se sentía bien. Sentí pequeñas corrientes eléctricas activarse por mi cuerpo ante su toque con mi magia reaccionado a él.- Parece que te vas a internar con las sacerdotisas después de la pérdida de tu amante.

Me sonrojé viendo mis mejillas teñirse al espejo, observando el vestido negro de encaje que me había puesto que cubría hasta mi cuello y terminaba debajo de mis rodillas pero no dejaba ver mi piel cubierta por medias y tacones altos del mismo color.

- No me gustan las miradas masculinas.- Me abracé a mi misma, siendo sincera con mis inseguridades.- Si me visto de manera sugerente, les estoy pidiendo que me tomen.

Aiden Eckhart se rió.

- No, Gem. La ropa que uses no es ningún permiso para que hagan lo que quieran contigo.- Dijo.- No puedes convertirte en una muñeca encerrada en una caja que baile cuando se lo pidan.- Levantó mi barbilla y conectó sus ojos con los míos a través del espejo.- Incluso si te paras desnuda en frente de los depredadores hazles saber a través del miedo lo que pasaría si se atreven a poner una mano encima de ti.

- Pero...- Argumenté.- No creo que pueda hacerlo. No soy tú.

Aiden sonrió.

- Vas a aprender, Gem.- Retrocedió soltándome. - La belleza siempre ha sido un arma de doble filo, debes de tenerlo en cuenta.

Lo seguí, ambos volviendo al bullicio del baile de salón mientras algunos invitados se dedicaban a comerse mutuamente. Mi mirada se desvió varias veces por las parejas en ese tipo de demostraciones sintiéndome conflictuada entre lo inmoral del hecho y la curiosidad. El príncipe iba con la mirada al frente, no parecía afectarle el mundo lleno de deploración y decadencia entre el placer y el olvido que habitaba a su alrededor.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora