Prólogo

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25 de Noviembre del año 2023

Mi madre se había estado enfrentando a una bruja que aunque no tenía ninguna de sus técnicas refinadas seguía siendo una contrincante que duraba o eso hasta que pude tomar lo que sostenía con celo entre sus brazos: su hijo recién nacido.

Esto era la guerra, una profunda y arraigada guerra en contra de los vampiros, hadas y cambiantes.

No sabía porque mi madre había decidido pelear a favor de los demonios, no sabía porque tenía que matar a otras razas. Era una ignorante que tuvo que vestirse y pelear por sus órdenes. La sangre me molestaba y la muerte sobre mis manos se sentía pesada. Mi cabeza estaba nublada por los horrores de ver a las Kisas devorar a varias hadas frente a mis ojos, aunque parpadeara muchas veces la imagen no desaparecía.

La realidad era que mis pies estaban en territorio enemigo y mi posición ya estaba clara. Aún así mis manos temblaron con el pequeño bulto entre mis manos y miré a la madre del pequeño mirarme con horror y yo le transmití el mío.

- ¡Si! ¡Gem! Mata a ese niño ya.- Mi madre estaba eufórica por mi adquisición, eso lo podía sentir en su tono de voz.

- Por favor, no lo hagas.- La bruja frente a mí lloró mientras forcejeaba para liberarse de las ramas del árbol que le restringían. - Te lo suplico, por favor. Es lo más preciado que tengo en el mundo. Por favor...- Su voz temblaba y su rostro estaba deformado por el miedo de ver morir a su hijo.

Esto era guerra.

Era guerra.

Ella debía de saber lo que le pasaba a los inocentes en ella.

La muerte.

Aún así, bajé la cabeza para ver a mi próxima muerte y unos ojos rojos me devolvieron la mirada, tan inmersos en su inocencia, sin haber vivido nada y con tan poco tiempo. Estaba a mi merced, solo yo podía condenarlo o salvarlo. Quería decirle que llorara, quería pedirle al niño que fuera tan irritante que el deseo de matarlo burbujeara desde mis pensamientos más oscuros para poder hacerlo pero solo me observó en silencio, desprotegido. La comisura de mi labio tembló por el odio, no hacía él sino a mi maldita vida y lo que debía de hacer para sobrevivir. Elevé una súplica silenciosa a lo que fuera y me perdonara por lo que estaba a punto de hacer. La luz azul brilló en mi mano iluminando su pequeño rostro.

Vagamente mi mente registró a la madre del niño gritar y luchar por llegar antes que yo apagara su vida, pero ambas sabíamos que no llegaría a tiempo. Mi magia brilló aún más y entonces sentí su energía al ver directamente en las pequeñas gemas rojas que me miraban con entusiasmo. Mi corazón se oprimió al sentir el leve rastro de magia que trataba de aferrarse a la mía, tan similares y tan diferentes... el niño se rió sintiendo también la mía y fue entonces que el golpe de realidad me llegó de lleno.

No podía matar a un brujo.

No podía matar a un niño con una energía tan similar a la mía.

Bajé mi mano y miré a mi madre.

- No puedo, madre.- Acuné al brujo protegiéndolo del odio en la mirada de mi progenitora.

- ¡Gem De Sage Dairelle! MATA A ESE BASTARDO, AHORA MISMO.- Mi madre me mandó una gran masa de energía negra, atacándome. La bloqueé y retrocedí.

- No...- Negué confundida. Debía matarlo pero mis instintos no me dejaban. Me aterré de mis propias acciones sabiendo que pagaría caro el desobedecer y aún me aferré al niño. Me confundí, tanto que no vi como una de las ramas del árbol que me atrapaba se extendía hasta golpear mis piernas para derribarme y posteriormente otra de las ramas me golpeara la cabeza, caí de rodillas sintiendo la tierra desgarrar la piel por la fricción del suelo con mi piel. El dolor fue menor pero la sangre por la herida en mi cabeza me nubló la visión con sangre y aún me aferré.

La reina olvidada (Origenes parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora