Noche De Copas

209 19 10
                                    

Narra Addison

De todos los bares a los que podía haber ido esa noche, justo tuvo que ser el que ella frecuenta, mi suerte es un asco. Intenté evitar el contacto visual a toda costa, sé que si hablo con ella, sólo saldrán palabras hostiles de mi boca, y no creo que valga la pena pelear.

- ¿Qué te sirvo? - preguntó el barista, al verme divagar cerca de la barra, perdida en mi mundo.

- Un martini, por favor - pedí, sentándome para pasar un momento a solas con mis pensamientos.

Bebí esa copa, luego una segunda, tercera y cuarta, como si fuera simple agua mineral, sin efecto alguno, nada podía hacerme sentir viva. Conversé un rato con Joe, quién intentaba levantar mi ánimo, apenado por mi expresión de tristeza. Atendía a otros clientes y luego regresaba conmigo, para que no fuera una borracha triste en medio del bar, imagino que no debe ser una muy buena imagen para el lugar.

- Te envían ésto - dijo, apoyando un shot de tequila con limón y sal frente a mí.

- ¿Quién lo envía? Creo que aún no pierdo mi encanto - dije, acomodando mi cabello y mirando a mi alrededor.

Él señaló hacia el otro lado de la barra, en dónde una linda rubia movió su mano para saludarme como si fuera la primera vez que nos veíamos.

- Oh, por dios - exclamé, sintiendo una extraña mezcla de nervios y curiosidad.

Le devolví el saludo, esperando que esa fuera toda nuestra interacción, pero me equivoqué. Ella se acercó a mí con una sonrisa dibujada en su rostro, como si fuéramos íntimas amigas.

- Hola, no sabía que vendrías aquí - dijo, sentándose a mi lado.

- Hola...no suelo frecuentar bares pero...la situación lo ameritaba - dije, bromeando un poco conmigo misma.

- Entiendo, por eso estoy aquí - respondió, con sus ojos iluminados por el alcohol y las luces del lugar.

- ¿Aceptarás mi trago? - preguntó, observando la bebida sobre la barra.

- Ya compartimos a mi esposo, no veo por qué no podríamos compartir unos tragos- dije, sacando ese lado cómico que siempre uso como mecanismo de defensa.

Ella rió y pidió más tequila, tiene una risa muy bonita, entiendo que Derek se haya enamorado de alguien así, tiene una luz que hace que todo a su alrededor se vea mejor.

Narra Meredith

- ¿Conoces el truco del limón y la sal? - pregunté, acercando el shot de tequila a ella.

- ¿Debería saberlo? - preguntó, sonriendo y dejándome ganar más confianza.

- Observa - dije, sujetando su mano.

No esperaba que el roce de su piel erizara la mía, pero así fue, se sintió extraño, me puse nerviosa, pero intenté disimularlo lo mejor que pude.

- Pones la sal en tu mano, la lames, luego tomas el shot y comes el limón - expliqué, como si fuera una experta en el tema.

Hice una demostración, bebiendo el shot frente a sus ojos, que parecían desear sentir el roce de mi lengua...¿En qué estoy pensando?

- Entiendo ¿Puedo intentarlo? - preguntó, de forma casi seductora.

Puse la sal en mi mano y la acerqué a ella para que pasara su lengua y sus labios por mi piel, me tentaba demasiado la idea de sentirla, aunque sea por un momento. Ella sujetó mi muñeca y lamió la sal sin quitar sus ojos de encima de los míos. Bebió el shot y mordió el limón, sintiendo cómo el alcohol quemaba su garganta.

- Wow, eso fue...fuerte - dijo, tosiendo y riendo a la vez.

- Ya eres toda una experta en el tequila - bromeé, disfrutando de su compañía por primera vez desde que la conocí.

- ¿Vienes aquí muy seguido? - preguntó, al notar que llevaba varias copas y el alcohol aún no había surtido efecto.

- Últimamente sí, es una forma de sobrellevar...nuestra situación - dije, mirando sus anillos de matrimonio.

- Es más digno que tomar píldoras para dormir, eso te lo aseguro - dijo, burlándose de ella misma.

Pedí otros dos shots y levanté el mío para hacer un brindis.

- Por los corazones rotos - dije, queriendo animar el ambiente.

- Salud - respondió, brindando conmigo y aventándose ese shot como si su cuerpo lo necesitara.

Pasamos un rato que se sintió extrañamente agradable, tal vez era producto del alcohol o de nuestra fuerte depresión, pero compartir ese momento resultó ser justo lo que necesitábamos.

- ¿Por qué no sólo lo dejas? - pregunté de repente, de manera casi inconsciente, luego de haber repasado la historia de su matrimonio una y otra vez.

- Porque no tengo nada más - dijo, riendo para no llorar - A mis padres les doy igual, mi hermano vive lejos, mi cuñada también, no tengo amigos, ni familia...lo único que le da sentido a mi vida es Derek - explicó, sintiendo un gran peso sobre su pecho, hasta yo pude sentirlo.

Apoyé mi mano sobre la suya, acariciando esa piel tan suave que parecía hecha de la seda más fina, se siente bien conectar con ella. En medio del silencio, la distancia entre nosotras se volvía cada vez más corta, llegando al punto en el que su respiración se cruzaba con la mía, llenándome de nervios y de una fuerte ilusión. Mi mano temblorosa se acercó a su mejilla y limpió unas lágrimas silenciosas que se habían escapado de ella.

Sin pensarlo dos veces, me acerqué a sus labios y la besé, de una forma completamente pura y espontánea, como un impulso magnético que me dominaba. Sus labios empezaron a ceder poco a poco, pasaron de estar fríos y temblorosos, a sentirse cálidos y complices, cayendo en la tentación.

- ¿Crees que soy una mala persona? - preguntó, sin alejarse demasiado de mí, sólo lo suficiente como para poder mirarme a los ojos.

- No...no lo creo, intenté convencerme a mí misma de que lo eras, pero no lo conseguí - admití, como si pudiera decirle lo que sea.

Ésta vez, fue ella quien dió un paso hacia adelante, volviendo a besarme, como si mis labios fueran un consuelo, una curita para sus heridas, una ayuda para su corazón.

- Gracias por ésta noche - murmuró, dándome un último beso antes de caminar con elegancia hacia la salida.

Me dejó sola a mitad del bar, con una extraña sensación que me carcomía por dentro y no podía explicar. Una parte de mí quería correr tras ella, pero mi razón, me hizo retroceder y conformarme con esas pocas migajas que había recibido.

- Eso fue intenso - comentó Joe, quien había presenciado nuestro encuentro fugaz.

- Sí...es extraño querer odiar a alguien y luego descubrir que simplemente no puedes hacerlo - suspiré, como si él fuera mi diario íntimo.

- ¿Quieres otro trago? La casa invita - propuso, de forma amable y amistosa.

- No...creo que iré a casa - dije, agradeciendo su gesto.

No quería que el alcohol borrara de mi mente aquel recuerdo, para bien o para mal, quería conservarlo. Tal vez acabo de cometer un error, pero sé que nunca voy a arrepentirme de haber probado los labios del mismísimo Satanás.

..................................................................

ENCARA MESSI

Destinadas // MeddisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora