El Trabajo Más Pesado

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Narra Addison

Mer perdió la conciencia mientras cerraba sus heridas, por suerte, tenía preparadas transfusiones de sangre por si las hemorragias llegaban a debilitarla, bebía controlar que estuviera bien por encima de todas las demás cosas.

Demoré mucho más de lo usual, pero me aseguré de que las suturas fueran perfectas, puse todo mi esfuerzo en cada pequeño punto para que su recuperación fuera lo más llevadera posible.

- Lo hiciste bien, Montgomery - dijo Jake, chocando su mano conmigo.

- Lo sé, no podía hacer las cosas mal, no con ella- dije, observando la hermosa carita de mi novia, quién dormía con toda la paz del mundo.

No estoy muy tranquila con el hecho de que esté dormida, literalmente sufrió un desmayo por la pérdida de sangre, me aterra que algo aún pueda salir mal. La llevamos a una sala privada y me recosté a su lado para cuidarla y poder estar al pendiente de todo, no quiero alejarme por nada.

- Addie...¿Tienes un minuto? - preguntó Richard, asomándose suavemente por la puerta cuando yo estaba a punto de quedarme dormida.

- Sólo si es algo importante - contesté, acariciando el cabello rubio de Mer.

- Son tus niños, te necesitan - dijo, haciendo que me levantara de inmediato, ellos son el único motivo por el que abandonaré ésta habitación.

Procuré no hacer mucho ruido y le encargué a una enfermera que cuidara de mi novia y me mantuviera al tanto de su estado, así no me preocuparía tanto.

- ¿Qué ocurre? - pregunté, con mucha intriga y ansiedad.

- Mía está molesta y no acepta su biberón, además, los gemelos no dejan de preguntar por tí, el antibiótico los dejó somnolientos y aturdidos, quieren a su mamá - explicó, guiándome a mi oficina, en dónde había estado cuidando a mis bebés.

Dentro del despacho, se encontraba Amy, quien tenía a Mía en brazos sin saber qué más hacer para que dejara de llorar, es más difícil calmarla, ya que no puedes hablarle o cantarle para que entienda que todo está bien, apenas si estoy aprendiendo a ser una buena mamá para ella.

- Aquí estoy, mi niña linda - dije, a pesar de saber que no podía escucharme, sé que ella puede sentir mi amor y mis cuidados.

Me acerqué y la tomé en mis brazos, viendo cómo se desesperaba por buscar mi pecho.

- ¿Cómo está Mer? - preguntó mi hermana, mientras mis niños se pegaban a mis piernas.

- Está bien, ahora descansa en la habitación, todo salió perfecto - dije, haciendo que a ambos se les dibujara una gran sonrisa.

- ¿Y el bebé? - preguntó Richard, con emoción.

- Están terminando de hacerle sus análisis, pesa 2 kilos con 900 gramos, es muy tranquilo y se parece demasiado a su linda mamá - comenté, completamente enamorada de lo que habíamos creado.

- Te felicito, linda, eres una madre increíble - Amy me abrazó y yo me sentí en paz, tengo una familia asombrosa.

- ¿Podemos ver al bebé? - preguntó Frank, frotando sus ojitos cansados.

- Aún no, él necesita descansar y ustedes dos también - expliqué, temiendo por esa gripe.

- Quiero ir a mi casa - lloriqueó Rosie, sin soltar mi pierna.

- Iremos a casa cuando mamá despierte ¿Sí? - propuse, limpiando sus lagrimitas.

- ¡No, ahora! - insistió, golpeando sus piecitos contra el piso.

Destinadas // MeddisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora