Nuevas Costumbres

52 11 3
                                    

Narra Addison

Esa noche regresamos al hotel entre besos y caricias que querían seguir escalando sin detenerse. Las manos de Mer no tardaron en bajar el cierre de mi vestido, tocando mi espalda y dejando mis pechos desnudos a su merced.

- Auch, eso dolió - me quejé, luego de que ella mordiera uno de mis pezones.

- Lo siento, seré más suave - dijo, besándolos y masajeándolos, están muy sensibles, así que le conviene ser cuidadosa.

Cada mínimo movimiento de su cuerpo me hacía gemir, sabe perfectamente cómo tocarme, más que cualquier otro novio, esposo o amante. Quitó mi vestido por completo y bajó hacia mí intimidad.

- Addison ¿Saliste sin bragas? - preguntó, dándome una pequeña mordida.

- Quería facilitar tu trabajo...- dije, dejando escapar un pequeño gemido.

Cerré los ojos y empecé a sentir su lengua sobre mí, haciendo que me retorciera del placer. Sus manos apretaban mis muslos con fuerza, mientras que mis piernas la acercaban más, sintiéndola en profundidad.

- No pares...soy toda tuya...- gemí, sintiendo que mi cuerpo ya no resistía ni un segundo más.

Dejé todos mis jugos en su boca, mientras clavaba mis uñas en las sábanas y mis pies se encogían dejando que todo culminara con un choque de electricidad que recorrió mi cuerpo entero. Tuve demasiados orgasmos esa noche, mis hormonas estaban incontrolables y mis deseos eran insaciables, no quería dejar de amarla hasta que el sol saliera.

Narra Meredith

Ésta ciudad debe tener algo mágico y especial, porque desde que estamos aquí, tenemos sexo todas las noches, sin falta, o incluso unas dos o tres veces al día. Tal vez sean las hormonas de Addison en acción, pero fue el mes más excitante de toda mi maldita vida.

Amelia hace amigos en cada lugar al que va, ni siquiera habla el idioma, pero se entiende a la perfección con todo el mundo. Por suerte, se ha mantenido lejos de las drogas y eso nos deja tranquilas, sobre todo ahora que ya tenemos nuestro propio departamento aquí. Ella se quedaría en el hotel por unos meses más, ya que está enamorada de la ubicación, así que ahora estamos solas, armando nuestro nidito de amor en París.

- Mer, no puedo respirar ¿Me ayudas? - pidió Addie desde la sala mientras movíamos cajas con muebles para finalizar la mudanza.

- ¿Qué pasó? ¿Taquicardia? ¿Ataque de pánico? ¿Parto prematuro? - pregunté, corriendo hacia ella a toda velocidad.

- No...TUS bebés, están aplastando mis pulmones, ayúdame - dijo, sentada en el suelo y extendiendo sus manos para que la levante.

- Me asustaste - dije, tomando sus manitos y tirando con fuerza para levantarla.

Ya tiene seis meses de embarazo, los gemelos crecen muy rápido y se siente asfixiada, por eso es que decidimos dejar el hotel y alquilar un piso temporal para poder estar más cómodas.

- Espero que esa pelota de yoga llegue pronto, ya no puedo sentarme en el suelo- dijo, sobando su espalda.

- ¿Por qué estabas sentada en el suelo? - pregunté, riendo y robándole un beso.

- Porque quería revisar qué había en esas cajas - dijo, poniendo sus brazos sobre mis hombros y dándome más besitos.

- La subiré a nuestra única mesa ya armada para que puedas revisar tranquila - dije, besando su mejilla y ayudándola con esas cajas.

No somos expertas armando muebles, pero tampoco conocemos a mucha gente aquí que pueda darnos una mano.

- ¡Mer! ¡La mesa tiembla! - exclamó, antes de que yo subiera por las escaleras nuevamente.

- ¿Tiembla? Pero ajusté bien los tornillos y...- no pude terminar la frase porque el mueble se venció y se desarmó, provocando un gran estruendo y desplomando todo en el piso.

Addie levantó sus brazos para cubrir su cara y su pancita por si algo saltaba hacia ella. Me acerqué y me aseguré de que estuviera bien.

- ¿No te golpeaste? ¿Está todo bien? - pregunté, con una voz serena para no ponerla nerviosa.

- Estoy bien...pero ahora no tenemos ningún mueble funcional - se quejó, bajando sus brazos con frustración.

- ¿Por qué no llamas a Fran? Es nuestro único conocido aquí, tal vez pueda darnos una mano - sugerí, mientras recogía los restos de nuestra mesa, no había más opciones, nuestros amigos llegan en tres días, no contamos con nadie más.

- Te dije que es un buen hombre, me agrada que te agrade - dijo, orgullosa de mi avance.

- Llámalo antes de que me arrepienta - bromeé, robándole un besito.

Hay periodos en los que me cae bien y otros en los que me cae mal, pero al menos puedo decir que ya me acostumbré a su presencia, es una buena persona.

Él no tuvo ningún problema en venir a ayudarnos, le ofrecimos agua...porque no teníamos nada más aún y fuimos sus asistentes mientras él armaba todos nuestros muebles.

- Fran, eres muy amable, lamento haberte hecho venir hasta acá para hacer trabajos pesados - se lamentó Addie, mientras le alcanzaba las herramientas necesarias.

- No son trabajos pesados, son sólo muebles, y no te preocupes por nada, es lo mínimo que puedo hacer por la embarazada más hermosa de todo París - dijo, para luego quitarse su camisa y limpiar el sudor de su frente.

- Gracias de todos modos, eres un ángel - insistió ella, con su dulzura de siempre.

- Tú eres un ángel - dijo Fran, con un tono de voz que conozco muy bien.

Ese es el tono estúpido que se me sale involuntariamente cuando le digo algo lindo a la mujer que amo sin siquiera pensarlo.

- Cariño ¿Por qué no mejor te sientas un rato? Te veo un poco cansada - sugerí, acariciando el rostro de Addie con las yemas de mis dedos.

- Estoy bien, sobreprotectora - dijo ella, dándome un besito para distraerme.

- A ver ¿Ustedes qué opinan? ¿Quieren que mamá se tome un descanso? - les pregunté a mis bebés, recibiendo varias pataditas.

- Dijeron que no, les gusta estar activos - dijo ella, para convencerme.

- Mmm...está bien, pero yo no te haré masajes en los pies ésta noche - dije, señalandola mientras ella me hacía gestos.

Fue un muy buen día, para el anochecer, ya teníamos cama, mesa, cuatro sillas, una estantería para libros, mesitas de noche y un sofá con su mesita, además de los electrodomésticos que instalaron ésta mañana. Quisimos pagarle a Fran por su ayuda, pero no nos dejó darle ni un centavo, sólo dijo que podíamos compensarlo aceptando ir a dar un paseo con él por el Sena, lo cuál se oía muy tentador, pero para otro día.

Estábamos tan cansadas, que nos desplomamos en la cama sin siquiera sacarnos la ropa.

- Las mudanzas son pesadas - dije, con mi cara hundida en el colchón.

- Lo sé...mis pies están hinchados - dijo, haciéndome ojitos.

- Ven acá, te daré esos masajes, pero sólo porque eres la chica más bonita de ésta habitación - dije, tirando de sus piecitos para tenerla más cerca.

- En eso te equivocas...mi novia es la chica más linda de este cuarto, y nadie me quitará esa idea de la cabeza - dijo, besándome y haciéndome sentir como la mujer más hermosa de todo el mundo.

Soy muy afortunada de tenerla, espero que ésto dure para toda la vida.

..................................................................

Addie, te armo todos los muebles que quieras bb 🫦

Destinadas // MeddisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora