Capítulo 95

3 1 0
                                    

—Usaste a mi padre para endeudarme. Usaste a mi madre para arruinarme las manos.

En realidad, siempre había sentido que algo estaba mal. No entendía el comportamiento de los prestamistas. Pedían que devolvieras el dinero, pero al mismo tiempo hacían imposible que lo devolvieras. Era un comportamiento completamente irracional. Pero entonces, todo quedó claro.

Kim Kyung-joon deseaba a Mun Cheong-hyun. Como él mismo había admitido, ese deseo comenzó cuando lo vio por casualidad en la televisión. El problema era la naturaleza de ese deseo. Mun Cheong-hyun creía que el deseo de Kim Kyung-joon no era más que un simple anhelo de posesión. Lo quería solo porque le gustaba.

Pero Mun Cheong-hyun tenía un valor demasiado alto. Cuanto más conocía a Mun Cheong-hyun, más se daba cuenta Kim Kyung-joon de que no había forma de poseerlo. En ese entonces, Mun Cheong-hyun no carecía de nada. Tenía un futuro brillante, mucho dinero y una familia estable. ¿Qué podía usar para atarlo? Al menos, en ese momento, Kim Kyung-joon no tenía nada.

Así que optó por degradar su valor. Lo hizo de manera que pudiera comprarlo con lo que tenía. Lo más repugnante era que había hecho lo mismo con muchas otras personas.

No había consideración ni respeto. Solo existía el deseo de posesión. Ver a las personas no como seres humanos, sino como objetos. Para Kim Kyung-joon, Mun Cheong-hyun no era una persona, sino un objeto bonito.

—¿Debo respetar los supuestos sentimientos sinceros de alguien así? No. No quiero hacerlo. Solo quiero una cosa. Que ni yo ni mi padre sigamos siendo utilizados por el sucio deseo del Director Kim.

No tenía intención de reclamar por lo que ya había pasado. Hacerlo no cambiaría nada, y Kim Kyung-joon no se arrepentiría ni se disculparía. Solo esperaba no ser más manipulado por ese hombre. Ni él ni su padre.

—Así que deja de decir tonterías que no van a funcionar.

—...

—Y deja de hacer esas repugnantes amenazas.

—...

—Dime dónde está mi padre.

Su tono era sereno, sin rastro de ira o desprecio. Sin embargo, esa calma parecía molestar a Kim Kyung-joon, quien frunció el ceño momentáneamente. Más que el hecho de que sus sucias maquinaciones fueran descubiertas, lo que más le molestaba era que Cheong-hyun las considerara insignificantes.

Siguió un prolongado duelo silencioso. La sonrisa se había desvanecido del rostro de Kim Kyung-joon, y sus labios no mostraban señales de moverse. Cheong-hyun no se apresuró. Sabía que mostrar prisa le daría ventaja a Kim Kyung-joon, como si le entregara la sartén por el mango.

Sin embargo, no podía permitirse dejar que el tiempo pasara indefinidamente.

Después de esperar exactamente cinco minutos más, Cheong-hyun habló.

—Parece que no tienes intención de decírmelo. En ese caso, no hay razón para seguir manteniendo esta incómoda reunión. Me iré.

Se levantó como si no tuviera ningún apego a la situación. En realidad, solo estaba intentando provocar una reacción.

Como era de esperar, pronto recibió una respuesta.

—Siéntate.

—...

—Siéntate, Cheong-hyun.

Kim Kyung-joon ordenó con la mirada fija al frente. Normalmente, nunca miraba a nadie hacia arriba, solo sabía mirar hacia abajo. Esa arrogancia también formaba parte de su esencia.

NarcisosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora