—Iré a la fábrica con los chicos. Hyung-nim, quédese aquí.
—Si no voy, ese hijo de puta prenderá fuego de inmediato.
—Puedo manejarlo antes de que eso suceda. Déjemelo a mí. Que las cosas hayan llegado a este punto es mi culpa por no controlar bien a los chicos. Lo compensaré.
La actitud resuelta del subordinado pareció calmar un poco la ira de Kim Kyung-joon. Su respiración empezó a estabilizarse.
Kim Kyung-joon, con una mirada aguda, observó al subordinado mientras se alisaba el cabello desordenado y se levantaba. Luego, de repente, le dio una bofetada.
Aguantando en silencio, el subordinado sintió cómo Kim Kyung-joon le clavaba el dedo en el pecho mientras le daba instrucciones firmemente.
—Ve y encárgate. Mi droga, mi fábrica. Si algo se quema, el Sr. Lee será responsable.
—Sí.
—¿Cuándo va a salir tu esposa del hospital?
Los ojos del hombre, que habían permanecido inmutables ante la bofetada, temblaron levemente. Era una señal de su agitación.
—...El próximo mes.
—Ya veo. Sé que has sufrido mucho por la enfermedad de tu esposa. Has gastado una gran cantidad de dinero para curarla, así que ahora deberías poder pasar tiempo juntos.
Aunque sus palabras parecían preocupadas y comprensivas, todos sabían que era una amenaza bien disimulada.
—Sí.
—Al menos tráeme la cabeza de Kang Tae-hwa. ¿Entendido?
—Sí. Déjemelo a mí.
—Vete.
El subordinado, el Sr. Lee, inclinó la cabeza y retrocedió hacia los otros subordinados que esperaban. Les hizo una señal, y ellos lo siguieron al instante. Kim Kyung-joon señaló a dos hombres y les ordenó.
—Ustedes dos, quédense.
Los dos subordinados señalados se volvieron a colocar junto a la ventana. Los demás salieron de la habitación con el Sr. Lee.
Kim Kyung-joon, que estaba de pie con las manos en las caderas, miró con disgusto su pene flácido antes de guardarlo en la ropa interior y arreglarse la vestimenta. Parecía que su entusiasmo se había desvanecido, o quizás había tomado en serio la advertencia de Kang Tae-hwa, porque no intentó continuar con la violación.
—Lamentablemente, nos han interrumpido. Dejaremos la diversión para más tarde, hasta que se resuelva el asunto.
—...
Cheong-hyun se incorporó, ignorando a Kim Kyung-joon, y se limpió la nariz ensangrentada con el dorso de la mano. Los ojos de Kim Kyung-joon recorrieron las cicatrices en el cuerpo de Cheong-hyun con un oscuro placer. Parecía disfrutar de las marcas que había dejado en Cheong-hyun, aunque fingía lamentarlo, chasqueando la lengua y diciendo:
—Tal vez sea lo mejor. Pasar nuestra primera noche así sería un desperdicio. Me parece que me emocioné demasiado antes y cometí un error. Lo siento.
Kim Kyung-joon extendió la mano como si esperara que Cheong-hyun la tomara. Sin embargo, Cheong-hyun, sintiendo repulsión como si un insecto hubiera aterrizado en su piel, apartó bruscamente su mano y preguntó:
—Esa llamada de hace un momento, ¿era de Tae-hwa?
La expresión de Kim Kyung-joon se torció con disgusto. Parecía más molesto por la pregunta que por el rechazo de su mano. Sin confirmar ni negar, se dio la vuelta y caminó hacia el minibar en la sala.