La miro dormir. A mis párpados les gustaría cerrarse pero yo quiero asistir a ese espectáculo hasta el final cueste lo que cueste.
Un pie delante del otro, espalda recta, hombros relajados, sus brazos se mueven suavemente al lado de él, la vista al frente. Sus pasos marcando un ritmo constante.
Así camina Kilian.
Dicen que cuando estamos enamorados elevamos a esa persona a un nivel mítico e inalcanzable. Últimamente me he preguntando eso, como una simple caminata mi cabeza la convierte en algo más.
Es eso o el chico tiene algo, algo que afecta todo lo que hace, y que esto parezca un poema.
O de nuevo soy yo.
—¿Por qué siempre pasará a la florería? —pregunto.
—No tengo idea, pero solo lo sabremos si le preguntamos —dice Derian mientras empieza a salir de auto y caminar.
—¡No no! Detente ¿qué haces?
—Haciendo lo que tú deberías hacer —responde.
—No lo hagas —digo mientras lo alcanzó— ¡espera!
—¡Hey! —grita Derian.
—Cierra la boca —me abalanzó sobre el por la espalda e intento taparle la boca.
—¡Bájate!
Empezamos a forcejear. Parecemos dos niños peleando en plena calle.
—Si prometes que no le dirás nada —le respondo. Conozco a Derian, es capaz de hacerlo.
—¡Esta bien, está bien!
Me bajo de su espalda y lo veo.
—No era necesario tanta agresividad —alza sus manos y camina hacia su casa.
—Ja ja.
Antes de seguir caminando volteo, para encontrar a Kilian, mirándonos fijamente, hasta que se dio cuenta que lo veía y sube a su auto.
—Tal vez para su novia.
—¿Disculpa?
—Las flores, son para su chica —responde Derian.
—Puede que sea eso.
Derian me da una mirada extraña.
—Te veo mañana ¡Gracias por traerme!Voy de camino a la casa del señor Vikander. Decidí que en mi mente le diré así, es incomodo llamarlo Nicolai.
Toco la puerta.
—¡Hey!
Sale otra persona que no es el señor Vikander. Y está lejos de serlo.
—Hey... —respondo dudosa. Es una chica— ¿Esta el señor Vikander?
Ella niega con la cabeza.
—Me dijo que te dijera que no estaba si lo llamabas señor Vikander.
Sonrío.
—¿Está Nicolai?
—Claro que si, pasa —abre más la puerta y me deja pasar— Me llamo Nathalie pero puedes llamarme Nat.
—Mucho gusto Nat, soy...
—Ya se quién eres —me interrumpe— no ha dejado de hablar de ti.
Me sonrojo.
—Uh ¿gracias?
—¡Dasha por aquí! —grita una voz al fondo, supongo que es el señor Vikander.
—Esta en su estudio, vamos.
Sigo a Nathalie o Nat por la casa, pasamos más habitaciones, cada una decorada con un lujo de detalle extraordinarios. En una habitación al fondo hay un gato café con rayas negras.
—Ella es mi hija, Anne —me dice el señor Vikander cuando llegamos. La miro confundida.
—Si bueno en realidad es mi segundo nombre, pero prefiero Nat —responde.
—Genial.
No se me ocurre otra cosa que decir.
—¿Lista? —me pregunta.
—¡Si!
—Bueno los dejo antes de que se pongan todos frikis —arruga su nariz— Te veo luego papá —le da un muy breve abrazo— ¡Adiós chica! —se acerca a mí y me aprieta contra ella.
—Adiós...
Y con eso se va. Que chica más rara.
Aunque en realidad es muy hermosa, no de la belleza que vemos en las modelos o anuncios. Una belleza de la época de Marilyn Monroe y Audrey Hepburn. Tiene unos enormes ojos azules y un largo cabello negro.
—Mira lo que encontré —interrumpe mis pensamientos y me enseña un libro grande— están los jeroglíficos con sus significados, no todos obviamente, pero si los más básicos...
Cuando terminamos me ofrece de nuevo pan, ahora es de manzana.
Nos sentamos y me sirve. Aunque antes limpia rigurosamente la mesa y acomoda de nuevo el florero. Quisiera decir que sus pequeñas manías me molestan, pero en realidad me agradan.
—¿Que tal tu día?
—Bien, nada fuera de lo común —me encojo los hombros— ¿El suyo?
Me mira fijamente
—Quiero decir el tuyo —rectifico.
—Así me gusta —sonríe— Pues...
Suena el teléfono.
—Permíteme —se levanta y va a contestar.
En su ausencia me levanto y veo las fotografías que hay en la cocina. Hay una de una mujer. Estoy segura que no es su hija pero se parece mucho.
La fotografía es en blanco y negro.
Ella es... Bueno no he visto a nadie como ella. Estoy segura que la palabra hermosa no le haría justicia.
—¿Acabaste?
Una voz suena detrás de mi.
—Oh aún no, lo siento —me vuelvo a sentar— Tu casa es muy hermosa.
—Bueno en realidad no es mía —comienza diciendo Nicolai— Es de mi Tatarabuelo ha estado siempre en mi familia. Aquí crecí.
Sonríe con nostalgia, antes de sentarse ve la foto que yo observaba antes.
Su mirada se nubla.
Decido no preguntar.
Pero él se queda perdido en esa foto, como si volviera a vivirla. Me aclaro la garganta.
Pero la sigue viendo, me pregunto dónde estará ella, o si aún estará siquiera aquí.
—¿Nat también vive con usted?
Le toma un par de segundos responder.
—¡Oh no! Ella ya está casada. Solo viene de visita.
—Oh...
Nos seguimos haciendo preguntas, me vuelve a preguntar si tengo novio, cuando le digo que no, sé que sigue sin creerme.
ESTÁS LEYENDO
Si te vuelvo a amar
RomanceHay poco qué decir sobre esta vida, las cosas que pasaron no puedo estar segura si fueron por mi elección. Pero solo puedo estar segura de una de ellas, una decisión que tomé consciente y voluntariamente, si iba a arruinarme la vida qué mejor que fu...