He marcado un gol en Rusia
he hecho caso a mi cabeza y a mí corazón
y he probado mil salivas diferentes
pero nunca
he conseguido
que me quisieras.—¿Y por qué te necesitaría, Garpur? —la arrogancia es evidente en su tono de voz.
—Porque necesita a un hombre que la cuide y que no la haga llorar, ya sabes uno verdadero.
Se va dejándonos a los dos helados. Jamás vi a nadie de la tripulación hablarle a Kilian así, entiendo que Garpur habla sin pelos en la lengua.
Me aclaro la garganta y empiezo a acomodar todo en el camarote, Kilian se da la vuelta yéndose a algún lugar, dejándome sola; de nuevo.
Suspiro y sigo con mi deber.
Al final termino ayudándole a Baldey, una mujer de mediana edad, muy amable. Limpio todo lo que me ordena y después de zarpar comenzamos con la comida.
Kilian está de aquí para allá dándole órdenes a medio mundo, cosa en la que es demasiado bueno.
Cuando termina el día y el viento me despeina terriblemente, estoy en la borda, admirando el ritmo del mar.
Debo admitir que todo el día estuve evitando a Garpur, no me siento molesta con él, pero tampoco muy complacida. Pero como siempre el universo conspira contra mí.
—¿Sabes por qué el mar es salado? —menciona Garpur llegando a mi lado.
—Tengo mi teoría.
Se queda en silencio.
—Para curar las heridas, lo salado hace que las personas sanen más rápido —dice.
Sonrío.
—Mi teoría era bastante diferente.
—Lo sé, tienes pinta de ser un poco pesimista.
—¿Un poco? —le preguntó.
—Solo un poco, no te emociones.
—Menos mal.
Y ahí pasa la noche, teniendo pláticas sin sentido con Garpur, hace mucho que no tenía pláticas sin sentido, y es totalmente relajante.Entro al camarote y esta Kilian cambiando el vendaje de su brazo.
—¿Ya te reviso Baldey?
Me mira, al parecer no se dio cuenta de mi presencia.
—Si, ya la coció, dice que no fue tan profunda —habla como si nada, no sé cómo hace eso. Yo me estaría partiendo del dolor. Pienso en mi mano, me duele mucho, espero sea normal.
—¿Te revisó la mano? —se pone la camisa.
Niego con la cabeza. Le empiezo a quitar en vendaje para ponerle uno nuevo a mi mano.
—Déjame verla.
Toma mi mano desnuda y la examina.
Siempre me ha agradado como toma mi mano, con la delicadeza de una flor.
—No luce bien —dice con el ceño fruncido— está muy roja.
—Tal vez no la deje reposar lo suficiente —me siento en la cama y limpio mi mano cuidadosamente para luego vendarla.
Kilian se pone a ver mapas y trazar cosas que no entiendo.
Me acuesto y de nuevo no puedo dormir, mi cerebro me ataca con recuerdos y preguntas de todo tipo.
Es extraño que sueñe con Kilian, sueños que me son tan reales, haciendo cosas que jamás hemos hecho.
Al cabo de un rato siento que Kilian se acuesta a mi lado, la cama es demasiado pequeña.
Me tengo que pegar a la orilla y eso me toma una cuántas maniobras.
Los dos estamos en silencio, pero ninguno duerme.
Tomó aire y hablo.
—¿Te puedo hacer una pregunta y prometes ser sincero?
Suspira.
—Sí.
—¿También tienes sueños conmigo, cierto?
Le toma algunos parpadeos responder.
—Sí.
—Me cuesta pensar que son solo sueños, cada vez que lo hago me despierto preguntándome dónde estoy.
—Pero al final de todo son solo sueños.
Decido ignorar su comentario.
—Luego sueño que morimos al saltar de un techo.
El nudo en mi garganta aprieta.
No dice nada por un largo tiempo, supongo que está dando por terminada la conversación.
—También he tenido ese sueño —su voz sale ahogada.
—Eso es tan extraño...
—Solo se une a la lista de muchas cosas que no tienen explicación —se da la vuelta dándome la espalda.
—Pero eso no hace que las dudas dejen de agujerear mi mente.
—No pienses en eso, es lo que hago. Y duerme más, pasa menos tiempo platicando con imbéciles.
Ni siquiera tengo fuerzas para discutir.
Me abrazó a mí misma e intento dormir.
—¿Tú mejor arma ahora es ignorarme?
Argg.
—Kilian, realmente no quiero discutir contigo, además me dijiste que durmiera y no desperdiciara mi tiempo con imbéciles, eso hago.
—¿Me estás llamando imbécil?
—No, no lo hago, ya duerme.
Se voltea hacia mi.
—Estoy casi seguro que lo hiciste, no subestimes mi intelecto.
Le devuelvo la mirada, está sonriendo.
—En mi vida me atrevería a subestimar tu intelecto.
—Nadie es capaz de hacerlo.
Me sigue sonriendo.
—Nadie ha de ser muy afortunado.
Suelta una risa.
—Y por eso mismo lo tuve que asesinar.
Ya no lo soporto y me río todo lo que puedo.
—Nunca te había visto reír así, sin cosquillas —dice al final
—No me habías hecho reír, así sin cosquillas.
Se voltea hacia el techo.
—No suelo hacerte reír, sino todo lo contrario.
Su mirada está perdida en algún lugar del techo. Sus hermosos ojos olivo de algún tono oscuro.
¿Qué estará pensando?
Recuerdo ese día, fue un maldito buen día. De esos que contare a mis nietos.
Si es que tengo hijos y mis hijos tienen hijos.
Si es que tengo a alguien para tener hijos.
El pensamiento me hace sonrojar.
Debo cuidar los divagues de mi mente.
—Entonces hazme feliz.
Me entrecierra los ojos.
—Siento que hay algo entre las líneas de esas palabras.
De inmediato me sonrojo de nuevo.
—No hay nada entre líneas, todo lo dicho y por decir, ya te lo dije —respondo.
—Lamentablemente ya lo hiciste.
—¿Por qué lamentable?
—Aún zumban tus palabras en mi cabeza.
Pienso que va a continuar pero no dice nada. En cambio mi cerebro no colabora en nada para dar una respuesta.
—"No hay lugar tan grande en el universo donde meta todo lo que siento por ti" dijiste.
Su voz se quiebra.
¿En qué punto de la conversación llegamos esto?
—Lo dije. Y no me arrepiento de haberlo hecho —las lágrimas amenazan en silencio.
—Me doy cuenta, pero la cosa es que tú no te das cuenta de que no debiste hacerlo.
—Lo que tú llamas un error, para mí es un pedazo de mi corazón.
Cierra los ojos y los aprieta.
—¿Eso quiere decir que un pedazo de tu corazón es mío?
Asiento lento.
—Entonces despídete de él.
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Si te vuelvo a amar
RomanceHay poco qué decir sobre esta vida, las cosas que pasaron no puedo estar segura si fueron por mi elección. Pero solo puedo estar segura de una de ellas, una decisión que tomé consciente y voluntariamente, si iba a arruinarme la vida qué mejor que fu...