Capitulo 42

470 37 10
                                        

Hoy te voy a dar besos...
de esos que rozan
la fisura
de tus huesos.

Sigo mi camino, ignorando los gritos en forma de latidos de mi corazón.
Es un pirata.
Es un pirata.
Es un pirata. 
Pero no cualquier pirata.
Un pirata que tiene una mirada que da estocadas más profundas que su espada. Tan profundas que te lleva más de una vida olvidarlas.
Maldición ¡detén esa línea de pensamiento!

Salgo del baño y me dirijo hacia afuera.
—¡Espera! —escucho una voz lejana.
Volteo lentamente, esta oscuro.
—¡No te muevas de allí! —viene caminando torpemente ¿está borracho? Por el tono de su voz supongo que sí.
Mejor me alejo de aquí.
—¡Espérame!
Un segundo, esa voz...
Un latido fuerte.
Es Kilian. Un Kilian muy borracho.
Cuando finalmente llega a mi lado me ve de abajo hacia arriba, uh uh.
—¿Qué quieres Kilian?
—¿A dónde vas? —sus palabras salen lentas.
—Lejos de ti.
Doy la vuelta pero me detiene su mano sobre mi brazo.
—¿Por qué lejos y no cerca?
Oh oh.
—Porque estas ebrio.
Lo miro, no tiene ni la menor idea de lo que hace.
—¿Qué tienes contra los ebrios?
Suspiro ¿qué se supone que haga?
—Nada —respondo rendida.
—Entonces quédate conmigo —son las palabras más tentadoras que me han dicho.
Me quedo callada por un instante, observando la sombra que se marca debajo de su barbilla.
—Es que estoy cansada, me encantaría dormir —mi voz es apenas convincente.
Toda la tripulación, estamos  quedándonos en una posada enorme.
—Pues vamos a dormir —habla mientras camina torpemente y toma mi mano.
—Kilian, no creo que sea buena idea —intentó mantener su extraño paso.
—Esas son las mejores —dice susurrando... O en su intento de susurrar.
Su mano es cálida, es grande, fuerte, su mano podría ser una clara representación de su corazón.
Demonios, detente.
–Kilian, no sé que intentes, pero no lo hagas.
Se detiene abruptamente y me ve.
—Kilian... —pone su mano sobre mis labios.
—Adoro que digas mi nombre con esos hermosos labios, pero ahora, deja de hacerlo.
Me paralizo, se da la vuelta y continúa caminando.
Es significa que le pone atención a tus labios. No, no, no, debo detener esto.
—Estoy realmente agotada, realmente quiero dormir.
—Y eso justamente vamos a hacer —por la forma en la que va caminado me pregunto cómo es que no se ha caído— a solo que quieras hacer otra cosa.
—Cierra la boca.

Estamos en la puerta de mi habitación, me quedo viendo a Kilian pensando en qué va a hacer.
—A descansar se ha dicho —abre la puerta y lo primero que hace es caer como una pluma sobre la cama.
—Kilian no sé que pienses pero debo...
—Shhh... —soy interrumpida— solo calla y duerme ¿querías descansar, no? Pues acuéstate —golpea la cama.
Suspiro, arg, vamos.
Me acerco lentamente y me acuesto a su lado. Está acostado de lado hacia mi, sus ojos están cerrados.
—¿No vas a a internar nada, verdad?
—No —responde medio dormido— al menos no haré nada estando ebrio.
No sé si es bueno eso.
—¿Por qué?
—Por qué si hago algo —abre sus ojos— quiero recordar cada detalle de lo que haga.
Ver sus ojos de esa forma es una sensación parecida a despertar y tener la luz del sol en tu rostro.
Esas son palabras peligrosas, palabras que se filtran por las orillas de corazón...
—Ya duérmete, estas ebrio y no sabes lo que dices —respondo mientras me acomodo.
—Créeme que sé perfectamente que estoy diciendo —vuelve a cerrar los ojos.
Su respiración se vuelve calmada, su cuerpo se relaja, pequeñas mechas de cabello caen por su frente.
Me pongo de lado y observo cada línea y curva de su rostro.
Estoy segura que esa noche, estuve a punto de aprenderme cada detalle de su cara.
Soñé con unos ojos verdes que me tarareaban canciones mientras dormía.

Abro los ojos, la luz invade la habitación, cuando quiero girar me doy cuenta que hay alguien detrás.
Veo, es Kilian abrazándome profundamente dormido. Mi corazón se acelera, temo que estos latidos los sienta y se levante, así de fuertes son.
Cálmate, cálmate.
Su mano que rodea mi cintura me aprieta hacia él.
¡No puedo calmarme así!
Su respiración está en mi cien, junto a mi cabello.
Huele a alcohol y a sal.
Me muevo lentamente para zafarme de él, pero él hace un ruido extraño y me acerca más.
Demonios.
Suspiro, no puedo evitar la sensación de sentirme totalmente feliz despertando así. Podría hacerlo por el resto de mi vida... Pero sé que no ¿por qué tiene que ser tan complicado?
—Dasha... —escucho que lo dice suavemente, un murmuró casi imperceptible.
Me quedo quieta por un momento, ya no vuelve a decir nada, él sabe mi nombre, y lo murmuró... Me doy la vuelta despacio, sigue dormido.
¿Que fue eso? Veo la ventana, la luz pasa, la brisa mueve los árboles afuera, han sido días fríos.
El frío hace que la mano me duela aún más, en este punto ya le estoy agarrando cariño al dolor.
Su mano en mi cintura se mueve, su cuerpo se despeja del mío, creo que se despertó ¿qué hago?
Escucho que se estira. Arg, al demonio.
Me doy la vuelta para encontrarlo con una expresión de confusión.
—¿Qué pasó aquí? —dice tan pronto me ve.
Por alguna razón me duele que no recuerde.
—Decidiste acompañarme en una siesta.
Suelta un muy largo suspiro. Se sienta en la cama y sus pensamiento se pierden en algún lugar.
—¿Podrías por favor cerrar las cortinas? La luz me está matando.
Me paro y lo hago, esto se está tornando incomodo. Me quedo aquí indecisa sobre qué decir o hacer.
—¿No pasó... Nada? —pregunta cauteloso.
—Nada.
Podría decirse que mi voz se escucho desilusionada.
—Estupendo —suelta aliviado.
No me agrada esa expresión de alivio.
El silencio sigue.
Repentinamente tocan la puerta, voy a abrirla, es Neelam.
—¿Qué tal dor... —se queda callado al ver a Kilian en mi cama— ...miste.
Agacho la cabeza, no es lo que piensa, está muy lejos de ser lo que piensa. Kilian se para y sale de ahí, pasando de lado a Neelam sin decir nada.
—No es lo que piensas.
—Eso espero —se da la vuelta y camina— tenemos trabajo que hacer, camina.
—Es que ayer él —comienzo diciendo— me siguió...
—No tienes que dar explicaciones —interrumpe— tú sabes lo que haces.
—Pero quiero darlas —salimos de la posada— necesito que alguien —me quedo pensando intentado darle sentido a mis palabras— necesito que alguien me diga que esto es una locura y debo detenerme.
—Dasha —deja de caminar y me ve— ya lo sabes, no necesitas que te lo digan.
Y sigue caminando.

Si te vuelvo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora