Derian

416 32 12
                                    

Deportes de riesgo

Y sin embargo
seguiría saltando
de mil aviones en marcha
si eres tú
mi paracaídas.

Derian:

Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip. Bip.
Escucho lejanamente como ese sonido se incrementa, más y más rápido, hasta que abro los ojos y me levanto alborotado de la silla.
Miro a Dasha, recostada en la camilla, su respiración es superficial, como si le costará respirar, el ritmo de su pulso cardiaco aumenta y entro en pánico.
Me levanto de la incómoda silla lo más rápido que el estado de recién despierto me permite, voy por una enfermera, esto no es normal.
Estoy a punto de cruzar la puerta cuando una fuerte tos me detiene, volteo a ver a Dasha, está jalando aire como si se estuviera ahogando y tose muy fuerte, esta despierta pero luce bastante perdida.
Me quedo pasmado ahí en el marco de la puerta viendo como ocurre todo, hasta que deja de toser y respira normal, su pulso se normaliza, y me ve.
Entonces su pulso aumenta un poco.
Su mirada tiene cierta aura extrañada. Es como si una desconocida me viera, sus ojos me analizan de arriba a abajo, yo solo veo a una chica de cabello castaño, bastante despeinado, y unos ojos de un extraño café, no podría decir exactamente qué tipo de café es. La chica que conozco es terrible para vestirse, nada de lo que usa combina, pero ese es su estilo. Es mala recordando nombres, tareas pendientes, lugares y direcciones, pero puede recordar cada fecha en historia. Por más que intenta peinarse, rápidamente su cabello queda esponjado de nuevo, tiene un extraño sentido del humor, y puede ser dolorosamente sincera si es necesario.
Pero justo ahora, la persona que me ve desde la camilla luce como una desconocida.
Después de verme un largo rato, mira su mano izquierda, como si quisiera encontrar algo allí, al no hacerlo frunce el ceño.
—¿Dónde estoy? —su voz sale ronca, y comienza a ver espantada todos los aparatos que la rodean y la aguja del suero.
—En un hospital —trato de hablar lo más calmado posible.
—¿Hospital? —observó como el miedo crece en ella. Se empieza a jalar la aguja.
—No, no, no —me acerco a ella— no hagas eso porque te vas a lastimar.
Ella deja la aguja pero al momento en el que me le acerco se retrae, como si me tuviera miedo.
Ve de nuevo a su alrededor como si estuviera buscando la respuesta a algo.
—¿Dónde está Kilian? —habla con voz ronca y se quiebra al decir su nombre.
¿Kilian? Qué rayos.
—Kilian está muy bien, está en su casa.
Me ve, sus ojos trasmiten una total desconfianza.
—¿Está bien?
—Sí.
Trató de sonar seguro, ella parece un animal peligroso a punto de perder el control.
—¿Puedo verlo? —pasa sus manos por su cara, creo que intenta ocultar lágrimas.
—Tal vez después, necesitas descansar.
Mira alrededor de nuevo, está tan confundida.
—Me quiero ir de aquí, no sé quién eres, no sé qué hago aquí —dice sin respiración.
Dijeron que no se golpeo muy fuerte la cabeza y que el cerebro no tenía ninguna lesión. No entiendo que es lo que le pasa exactamente.
—No sé que son todas estas cosas —señala las máquinas— y que está entrando por esta aguja. Yo solo —se limpia algo del rostro, apenas veo algo por la poca luz, es madrugada— yo solo quiero ver a Kilian. No entiendo nada.
Se está quebrando, se quiebra justo enfrente de mi, y no tengo ni idea de qué hacer.
—Escucha, él está bien, no te preocupes por Kilian —me alejo un poco de ella, parece que la incomodo.
Me siento asustado, no sé qué le pasa a Dasha. Estoy aliviado porque ya despertó, pero esta situación es bastante rara.
—¡No! —grita— quiero salir, ya, todo esto es tan raro.
Solloza, en ese momento me doy cuenta de que está en verdad llorando. Entro, por segunda vez  en esa habitación, en pánico.
—Tranquila, voy por una enfermera ¿si? No te muevas ni hagas nada —señaló su brazo y la aguja.
Me doy la vuelta para salir
—¡Espera! —su voz sale desesperada. No me imagino cómo se siente ella, supongo que recordó una vida, y ahora se da cuenta de la realidad, decía que era como un maldito agujero en el pecho. Justo ahora yo observo un abismo que la jala para su centro oscuro.
—¿Si? —le pregunto.
—¿Cómo te llamas? —me habla insegura, con miedo.
—Derian —veo como parpadea un par de veces.
—¿Derian? —frunce el ceño y se queda pensando.
—Así es.
Su mirada se queda perdida en la sabana, como si estuviera pensando en algo seriamente.
—Derian... —lo pronuncia como si estuviera saboreando el nombre.
Me alejo de la puerta y me acerco lentamente.
—¿Derian? —lo dice de nuevo, pero ahora con más emoción y tristeza. Me siento de nuevo en la silla, cerca de ella.
—Si Dasha, ese es mi nombre —es como un escalofrío hubiera recorrido su cuerpo cuando dije su nombre.
Mira de nuevo su mano, y la toca con su otra mano, parece que estuviera marcando algo. Y entonces cierra los ojos, fuerte, casi con odio.
—Derian... —mi nombre suena como una súplica en sus labios.
Y en ese momento sé que ya me recordó.
Me levanto de la silla y me siento al lado de ella en la camilla, de inmediato soy recibido por un fuerte abrazo, se lo devuelvo hasta ella deja de apretarme, como si las fuerzas se le hubiesen terminado. La sostengo porque claramente siento como se está desmoronando en mis brazos. Siento como si se estuviera yendo de mis manos como arena. Solloza fuerte en mi hombro, solloza tan fuerte que llegan y golpean hasta mi corazón.
Ella se deshace y no tengo ni la menor idea de qué hacer para detenerlo. La abrazo más fuerte,
esperando que un abrazo detenga la catástrofe.
Y así nos quedamos por horas, vagamente escucho cómo amanece, mis piernas están entumidas al igual que mis brazos, pero al menos su sollozo se ha disminuido. Hasta que deja de hacerlo.
Me separo lentamente de ella para ver su rostro, esta hinchada y con los ojos rojos, sus ojeras son enormes y aún tiene un poco amoratado su pómulo por la caída. Luce terrible.
—Debo llamar a una enfermera, hace tiempo que despertaste, tiene que revisarte.
Ella asiente lento, sé que no quiere que me vaya, pero tienen que revisarla.
—¿Cuántos días han pasado?
Miro la ventana, ya ha amanecido.
—Dos días.
Alza las cejas sorprendida.
—Es tan poco tiempo...
Creí que pensaba que era mucho tiempo, obviamente algo sucedió.
—¿Qué pasó?
Cierra los ojos y niega con la cabeza.
—Pasa que le quiero.
Casi no creo lo que escuche, hace unos días era una chica que estaba totalmente confundida respeto a él.
Definitivamente sucedió algo enorme.
—¿Cómo te sientes? Quiero decir, físicamente.
Frunce el ceño.
—Me duele la cabeza y la mano... Derecha.
No es nada anormal.
—Tienes un esguince en la muñeca. Cuidado.
—Esta bien —mira sus manos de nuevo.
—Regreso.
Camino hacia el pasillo.
—No tardes —escucho que dice finalmente.

Si te vuelvo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora