Capitulo 22

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Todo explotó,
Y en esa habitación sólo quedó
El mundo que habitaba en sus ojos
Y las ganas de arrancarnos los labios
A mordiscos,
Pero eso ya,
Era lo de siempre.

Lo hago, lentamente me doy la vuelta.
Está apuntándome con un arma.  Puede ser falsa. La miro fijamente.
No no es falsa, se ve muy real. Igual que todo esto.
Tiene tapada al nariz y la boca, sus ojos apenas los veo por la escasa luz.
—¿Dónde están  las llaves del auto?
—pregunta. Parece ansioso.
Mantén la calma. Miro a la tienda que está cerca de la gasolinera. Está un poco lejos no me pueden ver con claridad, pero si logro llamar su atención...
—En el auto.
Le toma un segundo mirar dentro del auto.
—¿Tú celular y cartera?
—En el auto.
Mi corazón late en mi oídos.
—Muy bien, esto es lo que vamos a hacer. Sube al auto del lado del copiloto.
Creo que es su primera vez haciendo esto. O una de las primeras. Ya cometió su primer error, él no debería ser el que maneja. Miro a la tienda de nuevo. Todos ahí dentro están tan distraídos. Nunca me van a ver.
Asiento. Mis manos me tiemblan.
—Todo hazlo lento, si haces algo sospechoso te vuelo la cabeza.
Vuelvo a asentir.
Es mejor no poner a prueba ese argumento.
Pero antes de empezar a caminar llega un auto y se estaciona, está un poco lejos pero aun así... Al parecer el conductor solo paro para hacer del baño. Eso pone nervioso al chico o ¿señor? No estoy segura.
—Camina —dice firme.
Lo hago. El guarda la pistola y se baja el pañuelo de la cara. Ahora lo veo. Es un chico.
—Actúa con normalidad y sube. No intentes nada o... —palmea el bolsillo de su pantalón, donde metió la pistola.
Vuelvo a asentir. Al parecer es lo mejor que puedo hacer. La garganta se me cerro.
Llego a la puerta y la abro.
—¡Dasha! —alguien grita detrás de mí, justo antes de que me subiera. Me doy la vuelta.
Kilian.
—Perdón se me hizo tarde —está hablando fuerte mientras se acerca— espero no haberte hecho esperar.
Mi mente se queda en blanco.
¡Vamos di algo! Volteo a ver al chico. Está asustado.
—¿Lo conoces? —murmura. Su voz está alterada.
—Si es mi novio —respondo rápido.
—Al parecer hoy fue el día de "Visita el museo" —continúa diciendo Kilian con toda normalidad— Pero al fin salí —por fin está a mi lado— ¿Me extrañaste?
Es como si el chico que está del otro lado de mi coche fuera invisible.
—Mucho —respondo. Mi voz se quiebra a mitad de la palabra.
Pasa su brazo por mis hombros.
—Pues vámonos —al fin ve al chico—  ¿Tú amigo? —me pregunta.
—Eh... ¿Si? —Lo veo, el chico está entrando en pánico. Me ve y ve abajo, como si quisiera decirme algo.
¡Claro la pistola!
—Es... Sem —¿ese nombre siquiera existe?— lo encontré mientras llenaba el tanque.
No sé cómo dije esa oración sin empezar a gritar.
—Mucho gusto Sem —lo saluda de lejos. No me suelta, me aprieta contra él y yo me aferro a él— Soy Kilian.
El asiente.
—Bueno me voy, Dasha —me recorre un escalofrío cuando dice mi nombre— Mucho gusto Kilian.
Y se va desapareciendo en la oscuridad.
—Sube al auto —me dice e inmediatamente lo hago, cuando me subo él arranca y empieza a conducir.
Mi cerebro sigue muerto.
Después de avanzar durante un rato, para el auto y apaga el motor. Se voltea y me ve.
—¿Estás bien? —me dice mientras toma mi rostro con sus dos manos. Sus ojos me recorren de arriba hacia abajo. Y por primera vez puedo leer su mirada. Es preocupación en su más pura y fina expresión.
—Si —susurro. Mi corazón empieza a calmarse.
Ve como tiemblan mis manos y las toma.
—Estas helada —dice mientras empieza a frotarlas. Luego las acerca a su labios  y sopla. Su aliento está caliente. Y sigue frotándolas.
Dios mío. Es como si estuviera soplando su aliento caliente en mi helado corazón, y lo está derritiendo...
Y me calma. De algún modo ahí, cuando grito mi nombre y empezó a caminar hacia mi supe que todo iba a estar bien, por qué él había llegado.
—Gracias.
Es una palabra que al fin logre decir.
Su mirada choca con mía. O más bien  nuestra miradas colisionan. La definición de esa palabra es: chocar con violencia. Y así es. Lo hace violentamente, invadiendo todo mis sentidos. 
Su mirada no se aparta. Al menos por una eternidad. Cuando pasa al fin parpadea y baja la mirada. Suelta mis manos lentamente. Y veo cómo cuidadosamente se vuelve a subir la máscara que lleva. Que no me deja ver a través de él.
—De que.
Murmura. Sus labios se aprietan.
Los aprieta cuando quiere decir algo pero se contiene —me murmura mi mente.
—¿Quieres llamar a alguien? —pregunta— O te llevo a casa.
Dijo 'a casa' no 'a tu casa'.
No sé por qué esa observación es importante.
—¿No crees que deba ir con la policía?
—Si quieres —se encoge los hombros— Pero llama a alguien para que te acompañe, yo... —hace una pausa, su mirada se pierde— tengo que irme.
—¿No pedirán tu declaración también? —pregunto. Espero que no se vea como un intento desesperado para que se quede.
—Cierto —sé queda pensando— Entonces vamos. Pero dile a alguien que te alcance allá.
Eso se vio como un intento desesperado de no quedarse solo conmigo.
—Si —tomo mi teléfono y le mando un mensaje a papá.
—¿Te molesta si manejo? —pregunta.
—Para nada.
Arranca el coche y nos movemos hacia la estación de policías.
—¿Cómo me viste?
—Estaba pasando por ahí y te vi, así que supuse que necesitabas ayuda —se encoge los hombros.
Estoy odiando a esos hombros.
—Gracias por suponer que la necesitaba. Te debo una enorme.
—No me debes nada —responde. Su mirada esta en el camino.
Esta bien ya entendí. No más platica.
—Demonios —digo.
—¿Qué? —su voz suena menos monótona y me ve alarmado.
—No pague la gasolina.

Si te vuelvo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora