Capitulo 68

484 41 22
                                    



¿Sabes eso de abrazar a alguien y sentir que el entrelazamiento es perfecto?

Que no sobran manos,

que el tamaño de los brazos es el ideal,

incluso la altura de los corazones se ajusta

y parece que todo se resuelve en un latido.

Pues algo así eres para mí,

la compenetración perfecta,

la cara de todas mis monedas,

y en quien pienso cuando alguien habla de la suerte

—qué sabrán ellos de la suerte

si no te conocen—.

Dos latidos, doy un paso, tres respiraciones, está a metros de mí, cinco parpadeos, su espalda está a centímetros, no se da la vuelta, solo se queda estático, tenso... pero no se va.

— ¿Por qué te fuiste? —susurro con miedo de que se vaya.

— No puedo —su voz suena con tanto miedo como la mía.

— ¿Qué no puedes? —se da la vuelta y me mira, tiene la expresión más triste que hay en el mundo.

— Besarte.

—Pues lo hiciste muy bien allá —sale una leve sonrisa.

—Es que todo me sale bien —dice con falsa modestia.

— Entonces que esto te salga bien— las palabras no tienen un significado exacto, pero parece que los dos sabemos perfecto de qué hablamos.

— Tú eres la excepción en esa regla.

— Por primera vez odio ser la excepción — ¿de qué tiene miedo?

— Con que siempre la excepción ¿eh?

— Estas cambiando de tema.

El viento sopla, sopla frío, el cabello que cae sobre su frente se mece.

— Va a terminar mal, lo sé.

Ay.

— Esas son las mejores cosas ¿no?

Su mirada se vuelve indescifrable, vamos, dime que piensas.

— No —su voz sale ronca, yo único de lo que me doy cuenta es que la oscuridad lo está invadiendo, se lo lleva lejos de mí.

— Entonces... —mi ánimo va en picada y nadie se atreve a salvarlo.

Nada viene a mi mente, Kilian se ha cerrado totalmente a mí.

— Entonces —prosigo— voy adentro, hace frío —él me da frío.

No dice nada, su mirada ahora es lejana, suspiro y regreso hacia dentro, acabo de detectar que he sido bateada.

Auch, duele, duelen partes de mi alma que no sabía que podían sangrar.

Unos brazos envuelven mi cintura, me asusto hasta que reconozco su aroma. Me relajo ante sus brazos.

No dice nada, no parece necesitarlo, solo parece que necesita abrazarme, dejo que lo haga por todo el tiempo que sea necesario, no es como si me moleste. Para nada, ni un poco.

— ¿Sigues con frío? —maldito, sonrió.

— ¿Quién podría seguir con frío después de ese abrazo?

Si te vuelvo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora