Capitulo 41

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Hoy,
he encontrado
una razón
en ti
que justificará
todas
mis locuras futuras.

—¡Neelam! —entramos a la cocina.
—¿Si? —se levanta de repente.
—Su mano tiene un pequeño agujero —comenta delicadamente Rafael.
—¿Cómo pasó eso? —Neelam quita cosas de una mesa.
Kilian me pone sobre esa mesa, el frío cala mi piel.
—Una larga historia —dice Kilian— va a necesitar que cosas la herida.
¿Coser? ¿Escuche bien?
—Kilian, pon agua a calentar y saca la aguja e hilo, están en el segundo cajón, Rafael, ve por vendas.
Neelam usa la voz de mandón.
Todos se ponen en acción.
—Ten —me da una botella— tómatelo.
—¿Qué es? —lo intentó sostener con la mano buena.
—Ron.
—¿Por qué me das ron, Neelam? —pregunto escéptica.
—Créeme que preferirías estar borracha a sentir esto.
Lo miro con desconfianza. Empieza a quitar la venda, mi mano me punza demasiado, casi ya no sale sangre, pero el dolor ahí sigue, aumentando cada minuto.
Siento un líquido en mi mano y al instante grito.
—¡Neelam!
—Solo fue agua, necesito limpiar tu mano, tranquila.
Siento el ardor recorrer toda mi mano. De un momento a otro el dolor se convierte en fuego.
—Listo —Kilian le entrega la aguja con hilo.
—Tomate eso —Neelam señala la botella.
Me echa más agua y el fuego se aviva.
—¡Ah! —lágrimas bordean mis ojos, observó a Kilian, su mirada es un tornado de sentimientos.
Empino la botella hacia mi y la tomo lo más rápido que puedo, ron se riega por mi cuello. Mi garganta se siente rasposa.
Neelam toma más agua y sigue limpiando mi mano, me muerdo el labio para no gritar.
—Aquí están las vendas —llega Rafael y las deja en la mesa.
—Gracias —Kilian le da una mirada dura, Rafael decide irse. Mi visión se torna borrosa, junto con todos mis sentidos.
—¿Lista? —asiento lentamente, la cabeza me da vueltas de maneras extrañas— ahí voy.
Un líquido recorre mi mano, pero este hace que me arda de maneras que nunca había sentido. Un grito ronco sale de mi garganta.
—¡Detente! —intentó quitarme pero me toma con más fuerza.
Es alcohol lo que me puso.
—¡Por favor Neelam! —inmediatamente me da una mirada dura.
—Acábate la botella —lo hago obedientemente.
Echa más alcohol en mi mano y vuelvo a gritar, Kilian se da la vuelta y se aleja un poco, supongo que lo incomode.
—¿Tienes más de esto? —hablo de manera extraña.
—Kilian pásale otra.
Saca una botella, quita la de mi mano y pone la otra , la empino todo lo que puedo.
—Estaré afuera por si necesitas algo —con eso Kilian sale.
No te vayas... No estoy segura si ese pensamiento lo dije en voz alta. Mi visión borrosa de Neelam me dice que hace algo con la aguja y el hilo.
—Si quieres acuéstate.
Me acomodo lentamente en la mesa, todo se mueve de manera extraña. Me acuesto, todo da de vueltas, escucho una voz lejana.
Volteo a ver a Neelam, sus labios se mueven pero no tengo idea de lo que dice, decido asentir.
Entonces la aguja pasa por mi mano.
—¡Ay! Neelam, ¡no!
Él dice algo que no entiendo, el dolor se aferra a mi mano, pero empiezo a sentir como el brazo se me adormece, junto con todo mi ser, poco a poco siento como si las olas del mar me estuvieran alejando de la realidad. La siguiente puntada duele menos que la anterior, y así voy hasta que dejó de contar la veces que la aguja ha atravesado mi piel y el último pensamiento coherente que tengo es que los ojos de Kilian se sienten como esa aguja, la diferencia es que atraviesan mi alma.

Abro los ojos, veo cosas a mi alrededor pero no reconozco ninguna ¿dónde demonios estoy?
Me intento levantar pero mi cabeza no me deja, es como si pesara toneladas.
—Yo que tú no me levantaba.
Entrecierro los ojos para encontrar el origen de esa voz, es Rafael. Intento mover mi mano para saludarlo, mala elección.
—¡Maldita sea! —la mano me duele peor que ayer, punza una y otra vez, al ritmo de mi corazón.
—Oye tómalo con calma —Rafael se acerca y me ayuda a sentarme. Cuando lo hago sufro un terrible mareo.
—Quiero vomitar.
Rápidamente me acerca un balde y si pensarlo dos veces vacío todo ahí.
—Lo lamento —digo apenada.
—He visto cosas peores —me da una sonrisa reconfortante.
—Ten —me da un vaso y me lo tomo.
—¡Ugh! ¿Qué era esto? —estuve a punto de escupirlo sobre él.
—Ron —dice aguantándose la risa.
—Rafael que asco —al menos quito de mi ciertos sabores.
—Ayer no tuviste problemas en tomártelo —ja ja— ¿cómo sigue tu mano?
Doy un muy largo suspiro.
—Estoy cansada de sentir dolor, quiero que se termine y todo este mejor.
—Necesitamos hacer algo con esa garganta —la voz de Neelam nos sorprende— está muy irritada y tú voz está muy ronca.
—Esta tan ronca que tengo celos de ella —añade Rafael.
Si mi mano no me doliera ya lo hubiera golpeado.
—Ve a ayudar allá afuera, yo la cuido —Rafael asiente.
Pero antes de irse toma mi mano (la buena) y me mira fijamente.
—Quiero decirte que te debo la vida, sino fuera por ti estaría muerto, gracias por salvarme, jamás vi a nadie tan valiente como tú.
Me quedo en silencio, justo ahora no estoy para dar una respuesta razonable. Bueno hago el intento.
—Sentí que tenía que hacerlo —respondo.
—Gracias —suelta mi mano y se va.
—¿Dónde estamos? —le pregunto a Neelam.
—En tierra.
¿Qué demonios?
—¿Y por qué?
—Dasha, el barco sufrió muchos daños, perdimos provisiones y además... —su mirada se nubla, toma aire— tenemos amigos que enterrar.
Como dije, no tengo cabeza para dar respuestas buenas.
—Descansa, el dolor hace que te sientas exhausta. En la noche El Capitán te quiere ver.
Me acomodo de nuevo para dormir, me doy cuenta que ya no estoy en la mesa.
—¿Está es tu cama?
Neelam asiente y me da una mirada triste. Caigo en un profundo sueño, donde unos ojos verdes gritan que me aman mientras lágrimas caen por sus mejillas.

Si te vuelvo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora