Derian

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Ausencia

Ojalá amor
cada vez que te mires las manos
sientas que
te faltan las mías.

Camino hacia la casa de Nicolai, no sé exactamente qué busco, pero quiero encontrar algo, alguna señal... Simplemente algo.
Toco puerta y espero.
Me abre Kilian.
—Pasa —se hace a un lado, su casa huele a manzanilla.
Pasamos a la cocina.
—¿Quieres algo de tomar? —tiene un pans junto con una camisa de tirantes, en su hombro veo cómo se asoma una mancha negra, un tatuaje.
—Agua, por favor.
En lo que me sirve aparece Nicolai, quien camina con dificultad, seguido de su hija, había olvidado lo linda que era, e infiernos que lo es.
—Derian, gracias por venir —estrecha mi mano— ¿cómo está Dasha?
—Mejorando —le doy la sonrisa más brillante que puedo. No quiero que piense que algo va mal.
—¡Hey! —me saluda su hija. No puedo evitar que mis ojos la recorran, puedo ver cómo ella lo nota y me da una mirada.
—Hola —digo conteniendo mi sonrisa coqueta. Siento la mirada de Kilian perforando mi cráneo.
—Toma asiento —me dice Nicolai.
Me siento y Kilian me da el agua. Veo de nuevo a la chica que está a mi lado. Tiene el cabello de su hermano, negro como el abismo.
—¿Ya de vacaciones? —me pregunta. Uh...
—Así es, estoy totalmente libre —le respondo y sigo deteniendo la bendita sonrisa.
Kilian suspira exasperado.
Ellos dos se parecen mucho, el tipo es bastante simpático —una parte de mí se sintió medio gay al pensar eso— pero más que nada tiene algo... Algo que no es su físico. Un aura que lo hace ver como un hombre distinguido, con personalidad y un toque de misterio.
Y luego está su hermana, su esposo es un maldito suertudo.
—¿Qué tiene Dasha?
La pregunta me desequilibra un poco.
—Se cayo y se lastimó la mano —trato de decir como si nada— pero ya está bien, Nicolai.
—Me alegro, mándale nuestros saludos, esperamos se mejore.
—Con mucho gusto le diré —doy una mirada hacia Nat. Me sigue el juego.
—¿Y no podía ni contestar una llamada? —pregunta Kilian.
Su tono es neutro, entiendo a Dasha, no puedes decir si está feliz o enojado. Es endemoniadamente indescifrable este hombre.
Le doy una sonrisa cortes, no voy a responder a eso.
—Papá, el libro —le susurra Nat.
—¡Oh cierto! —se para— no se me vaya a olvidar.
—Planeábamos salir de vacaciones, pero papá no podía irse sin darle el libro —pone los ojos en blanco— lamento hacerte venir por él.
—No es ninguna molestia —y la sonrisa coqueta se asoma un poquito.
Kilian se para a no sé qué hacer con los trates.
—¿En serio le pasó eso? —me pregunta bajito Nat.
Volteo en la dirección de Nicolai, aún no viene.
—Tuvo un accidente con una motocicleta —de reojo veo como Kilian deja de hacer lo que sea que hacía y se da la vuelta hacia nosotros— la golpeó y voló por los aires —Nat se lleva las manos a la boca, Kilian se acerca— afortunadamente no la atropello, pero si logro golpearla, lo malo es que iba tan rápido que el golpe fue suficiente.
—¿Está bien? —pregunta Nat bastante preocupada.
–Sí, hoy despertó, no le pasó nada grave.
—¿Hace cuánto fue?
—Dos días.
Kilian permanece en silencio.
—¿Y apenas despertó? Es mucho.
Lo miro, su rostro carece de alguna emoción.
–Pues todo el día se le han pasado haciéndole estudios para ver si algo va mal, pero parece no haber nada.
—¿Ella como se siente?
Me toma un suspiro responder a eso.
—Un poco mal, pero va mejor.
Nicolai entra a la cocina.
—Dile que lo lea, la ayudara en esta etapa del proyecto —me lo entrega.
—Yo le digo.
Mi celular empieza a sonar.
Es Peter.
—Permítanme —salgo de la cocina y contesto — ¿Si?
—Ya la dieron de alta, vamos para la casa, mis tíos organizaron una cena para Dasha ¿vienes?
—Si, ahorita llego.
—¿Dónde estás?
—Ehh... —volteo a la cocina, Kilian me ve fijamente, parece que estuviera saboreando mis pensamientos— yo llego ahí ¿vale?
Peter le dice algo a alguien que no entiendo.
—Bueno apúrale que Dasha no deja de preguntar por ti.
—Si, voy para allá.
—Créeme que si vuelve a preguntarme una vez más "¿Dónde está Derian?" —arremeda su voz— voy a ponerme enfrente de una moto.
Me río, Peter es todo un cascarrabias.
—Tranquilo. Te veo un rato.
—Menos mal.
Cuelgo y voy a la cocina.
—Me tengo que ir —tomo el vaso y lo dejo en el lavabo— yo le doy el libro.
Tomo el libro de la mesa.
—Espero que no sea la última vez que te veo por aquí Derian —se levanta de la silla Nicolai.
—Prometo que no será la última —le estrecho la mano y le doy una mirada a Nat quien ya me esperaba con una sonrisa.
—Yo lo dejo en la puerta —le dice Kilian a Nat con una mirada severa.
Lamentablemente el día de hoy solo me di cuenta de lo indescifrable que puede ser Kilian.
—Adiós —le digo con un fuerte apretón que lo toma desprevenido.
Salgo y camino por la solitaria calle.
—¿Ella está bien?
Me detiene su voz, cuando me volteo esta parado en su puerta viéndome, busco en su mirada pero no encontrar ni una pizca de nada.
Me acerco.
—Fuera del esguince en su muñeca solo tiene raspones y moretones por todo el cuerpo. Para lo que pasó, realmente está bien.
Asiente absorbiendo la información.
—Gracias por venir por el libro.
Y eso es todo lo que dice, hasta yo me siento frustrado. Bueno, aquí vamos.
—Mándale un mensaje, estoy seguro que le encantará.
Frunce el ceño ¡vaya! La primera expresión.
—No tengo su nu... —no lo dejó terminar cuando ya le estoy dictando el número.
De forma desganada saca su celular y agenda el número.
—No creo que sea necesario —guardar su celular— pero gracias.
Se da la vuelta para cerrar. Yo solo quiero tomarlo de los hombros y sacudirlo.
—Kilian —se da la vuelta— siempre lo es.

—Te tardaste mucho Derian, pasa —me abre el papá de Dasha.
—Es que pase a hacer otras cosas.
Pasamos a la sala y pongo el libro en la mesa de centro.
Todos están comiendo, cuando llego, Dasha inmediatamente se levanta y viene hacia mí. Luce mejor que hace unas horas.
—¿Dónde estabas? —me da un gran abrazo.
—Por ahí —le sonrió.
Me entrecierra los ojos, me conoce tan bien.
No sé si mencionarle que vi a Kilian, no tengo idea de qué efecto tenga en ella.
—Ven, yo sé que tienes hambre —me jala a la mesa.
—Buenas noches, provecho —saludo a los padres de Camilla.
—Hola Derian, que gusto verte —dice con tono fingido.
—Camilla ¡qué gustazo! Me alegra que estés viva.
Me saca la lengua y le respondo igual.
Tenemos una agradable cena hasta que veo a Dasha, está totalmente distante a lo que pasa a su alrededor, como siempre, la mujer está en otro planeta. Su mirada esta perdida y solo una persona la puede encontrar.
Hay una enorme bulla en la mesa, Camilla los acaba de sorprender con una fiesta que va a hacer en un yate para Jude, quien está encantado.
Pero Dasha continúa viendo su mano, la otra la tiene vendada ¿qué tanto le verá?
De repente toda la mesa se queda en silencio y ven a Dasha.
—¿Mande? —dice distraída.
Camilla pone los ojos en blanco.
—Es que la fiesta la queríamos hacer mañana, sábado, pero no vas a ir a la fiesta con ese moretón en la cara —dice en su tono tan chillón— así que preguntamos ¿qué día propones? El día que te sientas bien y como nueva.
Regreso mi mirada a ella, está tan perdida.
—Ah... —se rasca la cabeza— pues ¿pasado mañana?
—¿Ya te sentirás bien, hija?
—Yo espero que si mamá.
—Mejor dentro de tres días, no te pasó nada pero es mejor que descanses.
—Y que se quite ese moretón —añade Camilla.
—Me parece perfecto —dice la mamá de Camilla, de la cual no recuerdo su nombre— el lunes entonces, ya todos están de vacaciones.
—Díganme que no invitaron a muchos —dice Jude.
—¡Ay! Claro que no —responde Camilla.
Pero todos sabemos que sí.
El resto de la cena transcurre con pláticas sin sentido y anécdotas de cómo casi son atropellados.
Dasha sigue callada y encerrada en su mente.
Cuando todos deciden que ya es tarde y es hora de irse, Dasha se despide con la excusa de que tiene sueño, pero sé que solo quiere huir. Tomo el libro y la sigo a su cuarto.
—¿Cómo estás?
Se sienta despacio en su cama, yo me siento enfrente de ella.
—Nunca me había dolido tanto bañarme —sonríe— todas las raspadas ardían y los moretones duelen.
–Auch.
—Dímelo a mí, pero supongo que es un milagro que no haya pasado de eso.
—Es que tiendes a aterrizar como gato.
Ella se ríe aún más.
—Cierto, soy mala para muchas cosas, pero para eso soy muy buena.
Vale, ahí voy.
—Ten —le entrego el libro y ella lo empieza a hojear.
—¿Quién te lo dio?
—Nicolai.
Deja de hojearlo y me ve.
—¿Cómo es que te lo dio Nicolai? —Fui a su casa.
Deja el libro en la cama.
—¿Por qué fuiste a su casa?
—Porque me pidió que fuera.
Poco a poco veo cómo pierde paciencia.
—¿Y por qué te pidió fueras?
—Porque me llamo.
—¡Derian por Dios! No me hagas sacarte palabra por palabra.
—Ya ya tranquila. Pues tú mamá me mandó a tu casa, sonó el teléfono, me dijo que si por favor podía ir por el libro y fui.
—¿Le dijiste lo que había pasado?
—Solo le dije que estabas enferma.
—Muy bien —observa el libro— Y... ¿Y lo viste?
—¿A quién? —quiero que lo haga, quiero que diga su nombre.
Me entrecierra los ojos y sigo callado, se aclara la garganta.
—A Kilian.
Es increíble, totalmente increíble, el simple hecho de decir su nombre la ha alterado hasta el punto de bajar la mirada, no se atreve a verme, juguetea con sus uñas, lo hace cuando está nerviosa. Hay cierto nerviosismo en todo su ser cuando su nombre flota en el aire, como una carga eléctrica.
Definitivamente no es buena idea.
—No, no lo vi.

—¿No quieres que te vaya a dejar a tu casa? Ya es tarde.
—Gracias señora Ferguson...
—Jasmine... —me interrumpe.
—Gracias Jasmine, pero ustedes también están cansados.
—Para nada, ya es noche y es peligroso ¡Jude! —grita, sin dejarme responder.
Jude baja de su cuarto.
—¿Puedes ir a dejarlo?
—Claro.
Nos subimos al auto, una canción suave suena en la radio.
—Fue Roth al hospital.
—Sí, lo vi al imbécil —Jude se ríe.
—Me pidió que le diera unas flores a Dasha.
—Dime que las tiraste a la basura —Jude no me responde, pero una sonrisa se dibuja en su rostro— eso es todo.
Después de un silencio Jude dice:
—¿Aún siente algo Dasha por él? —lo dice en tono brusco.
Está preocupado.
Recuerdo la reacción de Dasha al pronunciar el nombre de Kilian.
—Para nada, yo diría que esta bastante olvidando.
Suspira aliviado.
—Espero que sea así, Roth está empeñado en reconquistarla.
Pasa una imagen por mi mente de Kilian.
—Que la fuerza no esté de su lado.
Llegamos a mi casa.
—Gracias por cuidarla cuando no estaba.
—¿Ya te vas a quedar aquí?
—Eso planeo.
—Ella también me cuido.
Jude me sonríe.
—Apuesto a que sí.

Si te vuelvo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora