Capítulo LXXXI

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Desde que me levanté de la cama no me volví a acostar, las semanas siguieron pasando y yo buscaba actividades y cosas en las que ocupar mi mente para no pensar en Zacky. Practicamente no estaba en casa pero tampoco sentía deseos de hacerlo. Seguía viendo a mis amigas y a los chicos con la única condición de no mencionar su nombre porque me desestabilizaba emocionalmente.

El único momento del día en el que podía llegar a deprimirme era la noche, cuando mi mente debía relajarse, cuando me encontraba sola... Fisica y sentimentalmente sola.

Esa mañana salí temprano, mis padres se habían ido de viaje y Marie se encontraba en casa haciendo quien sabe qué. Después de abortar al bebé definitivamente había cambiado, estaba abstraída, solitaria y algo rara. No sabía por qué pero simplemente la veía rara.

-Hola abominación.- Dijo Bert besando mi mejilla e invitándome a entrar, habíamos decidido juntarnos a estudiar para el examen de la semana siguiente.

-Hola niño emo.- Entré y me quité el abrigo, el invierno no tardaba en comenzar y hacía frío.

-Estoy preparando chocolate caliente, por si te apetece.-

-¡Por supuesto! Uhm... ¿Dónde está Quinn?- Pregunté mirando a todos lados.

-En casa de sus padres, al parecer tienen problemas con su hermana y le pidieron que vaya.-

-Me apena oír eso.- Solté sinceramente. Quinn, al igual que Bert, era un chico sensacional y siempre me sacaba sonrisas.

Nos pasamos toda la tarde estudiando, balanceado cuentas, repitiendo leyes de memoria y tomando café. Cuando se hizo de noche, me iba a ir a casa pero Bert me invitó a cenar. Acepté, gustosa de no tener que volver a la soledad por un rato más y nos pusimos a cocinar.

-¿Has sabido algo de...-

-No.- Mi respuesta había tenido más filo que el enorme cuchillo que tenía en la mano. Suspiré y seguí. -Lo siento, me altera demasiado.-

-Descuida, lo entiendo. Preguntaba sólo porque tampoco lo he visto.- Vió la pregunta en mis ojos y continuó. -Todas las mañanas lo cruzaba cuando salía para la Universidad.-

-¿Y a dónde... No, no me lo digas, no quiero saberlo.- Dije con la mano en alto. Se encogió de hombros y sonrió.

-Mañana podríamos ir a comer tacos. ¿Qué te parece?-

-¡Me parece una estupenda idea!-

Comimos en silencio pero era un silencio agradable, él y yo siempre habíamos tenido personalidades y gustos parecidos así que era fácil saber qué podía llegar a gustarnos o no.

-¿Crees que algún día encuentre la felicidad?-

-¿Estás hablando del amor?- Negué con la cabeza.

-Sólo hablo de la felicidad, de estar feliz y completa y...-

-Bueno, yo creo que no la encontrarás buscándola.-

-Siempre creí que era al revés.-

-Creo en el karma Jenna, así que no me cuesta pensar que la felicidad viene a tí porque la mereces. Recibes lo que das, causa y efecto, acción y reacción... Llámalo como quieras, pero eso existe.- Me limité a asentir.

-Supongo que lo que me pasa es por todo el mal que me hice cuando murió Michael.- Bert me miró confundido. -Claro, tú no sabes esa parte de mi vida.- Reí levemente. -Cuando murió mi hermano, lo único que hacía era esconderme, fumar hierba, beber hasta el cansancio e ir a lugares donde se suponía que no debía estar.-

-¿En serio?- Asentí.

-Quise suicidarme pero Emilie me encontró a punto de hacerlo.-

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!-

-Porque todos los días revivía el accidente en mis recuerdos, mis pesadillas y mis padres apenas me hablaban.- Estiró su mano y acarició la mía gentilmente. -No me duele recordarlo, es una etapa que ya maduré; pero me hubiera gustado actuar de otra forma.-

-Oh cariño...- Sonreí.

-Eres un gran amigo.- Dije sonriendo y correspondiendo la caricia.

-¡Eso me ofende!- Exclamó aterrorizado haciéndome reír. -¡No somos amigos!.. Somos hermanos.- Me levanté de mi asiento y lo abracé fuerte.

-Eres increible, niño emo.-

-Tú tambien, abominación.-

Terminada la cena y el postre, decidí marcharme. Se estaba haciendo tarde y quería dormir.

-Ya sabes, llámame si necesitas algo. Lo que sea.-

-Sí, mamá.- Respondí en tono de burla.

-Hablo en serio, enana.- Automáticamente recordé a Johnny... A los chicos... A él.

-Está bien, lo prometo.- Sonreí ocultando la repentina sensación de amargura que se había albergado en mi pecho.

Caminaba despacio a casa, pensando en lo mucho que los extrañaba... A todos, pero en especial a él.

"¿Cómo puede ser que lo extrañe después de todo el daño que me hizo?"

Sonaba muy estúpido, pero así era. Me hubiera gustado escuchar algo diferente quizás pero la realidad era una sola... Y dolía.

-Marie, ya llegué.- Exclamé abriendo la puerta de mi casa. No hubo respuesta. -Marie...- Comencé a subir las escaleras. -¿Te dormiste?- Caminé hasta su cuarto mientras hablaba en voz alta. -Lamento haber llegado tarde pero Bert...- Abrí la puerta y no pude continuar. La adrenalina comenzó a correr por mis venas y no podía moverme al ver la horrible escena planteada frente a mí.

-¿Qué haces ahí?- Pregunté con un hilo de voz. -No es gracioso, Marie.- Me acerqué despacio. -Ya bájate de ahí.- Exclamé. No hubo respuesta.

Su rostro estaba blanco e hinchado; su cuello estaba rodeado por una sábana que colgaba del tirante del techo. Su cuerpo estaba colgando, en el aire, sin moverse; y yo tampoco podía moverme.

-Bert.- Susurré. Saqué mi movil lo más rápido que pude, mis manos temblaban, todo mi cuerpo temblaba, mi corazón latía con desesperación y mis ojos estaban al tope de lágrimas.

-¿Qué ocurre Jenna?- Preguntó a los dos tonos. Quería hablar pero las palabras no me salían. -¿Jenna? ¿Estás bien?- Seguía sin poder hablar, sólo se escuchaba mi respiración agitada. -¡Responde! ¡Me estás asustando!- Gritó.

-Ma... Marie.- Susurré con la voz ahogada por la angustia.

-¿Qué ocurre con ella?- No podía dejar de mirarla. -Jenna, estoy yendo para tu casa, pero necesito que me digas qué ocurre con Marie.-

-Ven rápido.- Solté un quejido. -Esta... Está muerta.-

Dirty Little Secret... Who has to know?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora