Capítulo XCII

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-¿Ya se reconciliaron o qué?- Preguntó Johnny cuando nos vio bajar las escaleras juntos. Como respuesta recibió un golpe en la cabeza, cortesía de Jimmy.

-Déjalos en paz, enano tonto.-

-¡Hey, ese es el padre de mi hijo, no lo toques!- Exclamó Abby señalándolo. Todos la miraron sorprendidos.

-¿Hijo?- Preguntó Em. La pelirroja sonrió y asintió. Todos, incluido Johnny, sonrieron y se acercaron a ella. -Felicidades, enano, tendremos un gnomito.- Los ojos de Johnny se llenaron de lágrimas y la abrazó, haciéndonos sonreír a todos... Sí, a mí inclusive.

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-Gracias por traerme pero no era necesario.- Sentada en el asiento del copiloto de su coche, miraba mis pies. Me sentía intimidada; tanto por su presencia como por su perfume, el cuál entraba sin pudor por mis fosas nasales.

-No te iba a dejar volver sola a las tres de la mañana.- Lo miré. Podía ver a simple vista que se sentía igual de nervioso que yo; se rascaba continuamente la nuca, apretaba el volante con sus manos y soltaba suspiros de vez en cuando. -Uh... Jenna.- Me sorprendió escucharlo decir mi nombre. -Creo que deberíamos hablar.-

-Tal vez no quiera hablar.-

-Tal vez sea necesario hacerlo.- Seguía sin mirarlo, incluso cuando sabía que me miraba fijo. Me sentía cobarde y sabia muy bien que lo era. -¿A qué le temes?-

-A lo que ocurrió en el baño.- Murmuré desviando la mirada. No podía verlo a los ojos, no me sentía capaz.

-Oh, vamos... Como si fuera la primera vez.- Su paciencia comenzaba a agotarse. -Quiero que todo se arregle pero no me dejas hacerlo.-

-Entonces no lo hagas.- Odiaba cuando se volvía hostil.

-¡Quiero hacerlo pero eres demasiado cobarde!-

-¡Claro que lo soy! ¿Acaso no tengo razones?-

-¿Quieres que las cosas se arreglen?- Exclamó omitiendo mi pregunta. -¡Entonces haz algo al respecto! ¡Hace meses que quiero hablar contigo y me tienes en 'veremos'! ¡No me tendrás así para siempre, no creo merecerlo!-

-¡Yo no te tengo de ninguna manera! ¡Y si crees que todo esto es una pérdida de tiempo, vete!-

-¡No es una pérdida de tiempo! ¿Por qué no cooperas?- Abrí la puerta del coche y, antes de salir de él, dije con los ojos cristalinos...

-Porque soy demasiado cobarde.- Cerré la puerta con fuerza y comencé a caminar hacia la entrada de mi casa. Escuché que salió y suspiré, me tomó del brazo y, tirando hacia él, nuestras bocas impactaron violentamente. Me besaba con desesperación, incluso más que en el baño de Matt. Me apoyó en la puerta del coche, sin dejar de besarme, y enredó mis piernas en su cintura.

Pasión y necesidad. Esos eran los sentimientos que se reflejaban en ese beso, ansias y lágrimas. Sí, de mis ojos caían lágrimas pero no podía dejar de besarlo, no iba a hacerlo.

-¿Sientes eso?- Susurró separándose apenas de mis labios. -Eso es amor, deseo, necesidad. Sabes que lo sientes tanto como yo.- Rozó su nariz con la mía y cerró los ojos por el contacto. Nuestros labios volvieron a unirse y nos metimos en el asiento trasero de su coche.

Las prendas desaparecieron poco a poco, al igual que nuestras inhibiciones. Agradecí mentalmente que los vidrios fueran polarizados o, de caso contrario, el vecindario entero nos habría visto. Acaricié su espalda; su piel era suave, tersa y llena de tatuajes... Tal y como la recordaba. Una mezcla de dolor y placer se apoderó de mí cuando lo sentí dentro mío, sin preámbulos ni juegos. Sus caderas encajaban a la perfección entre mis piernas y sentía cómo el calor se iba apoderando del vehículo poco a poco, haciendo que el frio se fuera y los vidrios se empañaran.

Ninguno de los dos dejaba de gemir, las caricias no cesaban y, después de tanto tiempo, me sentía viva y completa. Sus manos recorrían mi piel y su boca estaba por todas partes, estábamos sumergidos en una vorágine de placer que jamás habíamos experimentado pero que no queríamos que acabe. El sudor de ambos, que se mezclaba con el roce de la piel, hacía que el movimiento fuera más fluido. Quería hablar pero las palabras no salían, mis quejidos se estaban volviendo agudos e inestables y él intentaba callarlos con su boca. Jalaba su cabello de vez en cuando, lo que lo hacía besar mi cuello y gemir en él.

-Zack...- Gemí sin aire. Me miró a los ojos. -¡Oh dios, Zack!- El orgasmo me invadió, me sacudió y no cesó hasta que él se corrió gimiendo en mi oído.

-Te amo, Zachary Baker.- Solté suspirando. Nuestras respiraciones no se calmaban.

-¿Eso quiere decir que me perdonas?-

Dirty Little Secret... Who has to know?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora