Capítulo LXXXIII

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-Hice lo que debía.- Dijo seco, sin soltarse de mi agarre, y sin mirarme. -Mi hermano es un idiota.-

-Lo sé.- Carraspeé incómoda y solté su mano. -Te ves...-

-¿Mal?- Se dio la vuelta con una ceja en alto, gesto que amaba de él.

-En realidad iba a decir diferente.- "Y aún así estás igual de hermoso que siempre." Me abofeteé mentalmente por pensar así.

-También te ves diferente.- En ese momento me miró a los ojos, corroboré que no había ningún tipo de brillo en ellos pero, de todos modos, me seguía perdiendo en ellos.

-¿Ah sí? Nadie me lo ha dicho.-

-Quizás nadie lo note, pero yo sí.-

-Bueno, considerando la ocasión, estoy diferente.- Sonreí sin ganas, miré hacia mi derecha, donde había un espejo de pared, y me observé. El gris de mis ojos estaba opaco, estaban rojos y extremamente hinchados; mi nariz estaba roja y mi rostro estaba pálido. -Sí, me veo diferente.- Levanté la vista y lo vi parado detrás mío observándome. Me dio la vuelta y levantó mi mandíbula delicadamente.

-Lamento lo que le ocurrió a Marie.- Bajé la vista y una lágrima cayó por mi mejilla. -Lamento no haber estado ahí.- Suspiró y acarició mi mejilla con el semblante dolido.

-También lo lamento.- Murmuré bajando la vista a su pecho. Quería acurrucarme en él y que me abrazara, dejándome esa sensación de protección que siempre me causaba pero mi subconsciente me recordaba constantemente que no debía perdonarlo.

****

Después de que se fueron todos nos sentamos en el sofá de la sala en silencio; mi padre estaba destrozado, al igual que mi madre, pero él no lloraba sino que miraba el suelo.

-Cada vez somos menos.- Sollozó mamá.

Yo no podía hacer otra cosa que hundirme en mi propia depresión y tratar de imaginar qué diablos habría llevado a Marie a cometer tal estupidez. "Sí, la misma estupidez que quisiste cometer hace unos años" pensé. Era cierto, de no haber sido por Emilie yo habría muerto; pero no podía entender qué era eso a lo que no le había visto salida.

-Creo que iré a... Acostarme.- Susurré y caminé pesarozamente hacia mi habitación. Al llegar a la puerta, miré hacia la habitación de Marie, la luz estaba prendida. "Quizás todo sea un mal sueño." Realmente deseaba que lo fuera.

Entré y vi su cuarto tal y como había quedado antes de que se quitara la vida, el corazón se me encogía de la pena al recordar todo lo que habíamos vivido; las pijamadas, estudiar juntas, consolar a la otra cuando alguna de las dos lloraba, las crisis de ropa, incluso las pesadillas... Marie siempre sabía como calmarme cuando tenía la pesadilla que usualmente me perseguía.

No supe en qué momento ocurrió, pero me encontraba llorando abrazada a su almohada, lloraba con tanta fuerza y angustia que mis quejidos llenos de dolor se podían escuchar fuerte y claro.

-Ya no te tendré para que me digas "te lo dije".- Exclamé. -¿Por qué me hiciste esto?- Removí mis brazos debajo de la almohada y toqué un papel; era un papel blanco doblado al medio, sin nada escrito.

Desganada, lo dejé en el escritorio y vi un sobre. No supe qué fue pero algo me dijo que lo abriera; en efecto, era su carta de despedida.

Una vez le dije a Jenna que no había razón por la cuál un ser humano creyera que su vida no valía nada como para quitarse la vida, le dije que no debía ser cobarde, que se atreviera a vivir y que no se arrepentiría. Pues no tomé mi propio consejo. Estoy hundida, no le veo salida a esto. Quizás les parezca absurdo pero no puedo vivir en un mundo en el que la única persona a la que amaré siempre no me ama y formó una familia con alguien más. No quiero que lo hagan sentir culpable, porque no es su culpa sino mía; yo tomo esta decisión, soy cobarde y no me atrevo a seguir, no encuentro fuerzas para hacerlo.

No pretendo que lo entiendan ni que lo acepten porque sé que no lo harán, solo quiero que sepan que aunque no me vean, estaré aquí, siempre. Los amo tanto y me duele muchísimo dejarlos pero es que no puedo.

La tinta se había corrido por sus lágrimas y por las mías. Estaba en un estado de histeria, angustia y demás emociones que desconocía. Sí, era culpa de Matthew, y no me importaba que ella hubiera tomado esa decisión, poco a poco él se había ganado mi odio.

Con las pocas fuerzas que me quedaban, tomé la carta y salí corriendo de mi casa; el lugar me asfixiaba, todo me asfixiaba. Corrí sin parar, me dolía el pecho y los pulmones pero seguí corriendo.

Dirty Little Secret... Who has to know?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora