Capítulo 1

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El celular comenzó a tocar su melodía ya predeterminada

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El celular comenzó a tocar su melodía ya predeterminada. Lo tomé del buró y revisé la hora. Las 7:00 am. Debía levantarme de una vez si no quería llegar tarde al trabajo y a la escuela de mi hija. Tomé asiento en la orilla del colchón y me estiré lo más que pude. Solté un pequeño bostezo y a continuación, me puse de pie para caminar hacia la recamara de Valentina, mi pequeña de siete años.

—Hija —le llamé, parada desde el marco de la puerta—. Ya son las siete. Tienes que levantarte para llegar a tiempo a la escuela.

—Sí, mami. Ya voy —respondió bostezando, mientras se incorporaba lentamente.

Volví a mi habitación, dispuesta a comenzar a arreglarme para ir a mi empleo como estilista. Trabajaba en una estética bastante conocida en Los Ángeles, Californian Style, ejerciendo medio turno, el matutino.

Me observé al espejo, indecisa en qué ponerme el día de hoy. Buscando en el armario, opté por unos jeans azul marino y una blusa blanca holgada con holanes en las mangas, siendo decorada con un estampado de flores en tonos rosados. Lavé mi rostro y procedí a colocarme mi maquillaje de diario; mientras que mi cabello lo cepillé, alaciándolo un poco y dejándolo suelto.

Terminando con esto, salí de mi habitación y me dirigí a preparar el desayuno. Preparé unos ricos waffles y serví jugo en cada vaso, para así llevarlos a la mesa.

—¡Valentina! —le llamé—. El desayuno ya está listo.

Ella salió de su habitación con el uniforme y la mochila preparada. Así, nos sentamos a desayunar en silencio. Nunca solíamos conversar demasiado durante la primera hora del día, pues ambas nos encontrábamos más que somnolientas.

Una vez terminamos, nos levantamos a dejar los trastes en el fregadero. Cepillamos nuestros dientes y finalmente salimos de la casa.

Debido a la hora, tomamos el primer taxi que vimos y éste nos dejó hasta la entrada del colegio. Bajamos ahí y me despedí de mi hija, observándola mientras se dirigía a la escuela. Luego, partimos a mi trabajo.

Le pagué al señor lo correspondiente y bajé, adentrándome a la estética. Dejé mis cosas en mi respectiva área de trabajo. Solté un resoplido y observé el lugar. Adoraba trabajar aquí, sin duda. Había sido una muy buena elección tomar aquellos cursos de belleza cuando estudiaba la preparatoria.

Viendo la poca gente que había, mi mirada se encontró con la de Christina y Arthur. Mis únicos amigos en este lugar. Tenía pocos, lo sabía, pero así me gustaba que fuera. Sabía que podía contar con ambos para cualquier cosa y eso era más que suficiente.

Caminé hasta ellos y me saludaron sonrientes. Se les veía un poco más estresados de lo normal.

—Hey, ¿qué les sucede? —quise saber.

—Nada —respondió Christina con un bostezo—. Sólo estamos un poco aburridos. No se ve que vaya a haber mucho trabajo el día de hoy.

—Quizá más tarde lleguen personas, no es la primera vez que pasa —les alenté, pero sus ánimos estaban por los suelos; así que preferí sacar cualquier tema de conversación—. De acuerdo. Y... Arthur, ¿has arreglado ya las cosas con Stevan?

My Heart Is Open (Adam Levine) // [Reescribiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora