Capítulo 5

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—¿Tan pronto te has cansado? —preguntó Ed, soltando una pequeña risa

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—¿Tan pronto te has cansado? —preguntó Ed, soltando una pequeña risa.

—Sabes que no tengo tu condición —argumenté, respirando profundo y dando un trago a la botella de agua.

Habíamos venido a correr junto con Valentina. Era sábado, y Ed solía ejercitarse todas las mañanas para mantenerse en forma. Así pues, nos había invitado el día de ayer a acompañarle. A mí no me venía mal hacer deporte de vez en cuando, pues realmente no practicaba nada durante la semana. Mientras que Valentina, pese a que no lo necesitara, disfrutaba venir con nosotros. Y no porque correr fuera su actividad favorita, sino, por el simple hecho de ver a Ed.

—Si lo deseas, hasta aquí lo dejamos por hoy —sugirió él, para después dirigir su vista hacia Valentina—. ¿Tú cómo te sientes, Val?

—Yo puedo todavía con otras dos vueltas más —respondió ella entusiasmada. El pelirrojo sonrió.

—¿Crees poder soportarlo? —me cuestionó. Resoplé.

—De acuerdo, sólo porque hasta para mí resulta humillante la distancia que he recorrido.

Ed rió y dimos las últimas dos vueltas a un ritmo más lento. Terminé realmente agotada y bañada en sudor. Pero al menos logré completar los 15 kilómetros, y aunque Ed solía correr hasta el doble, comprendía que mi condición no daba para más.

Regresamos entonces a mi hogar. Le ofrecí que se quedara un momento más y éste accedió. Me senté agotada en uno de los sillones, mientras él se retiraba su chamarra y se hidrataba, para sentarse después en el sofá frente a mí. Valentina se dirigió a su habitación, a tirarse sobre su cama.

—En serio, creo que necesito hacer esto más seguido, o moriré cada que lo intente —comenté y Ed sonrió, negando levemente con la cabeza.

—Te he dicho ya que vayamos más veces —indicó.

—Ya. Pero trabajo todas las mañanas entre semana, y tú trabajas por la tarde. El único día que puedo es este.

—Podrías salir tú sola con Valentina e ir a eso de las siete a dar una vuelta mínimo —sugirió—. Al menos así agarrarías más el ritmo.

—Es una buena opción, pero también sabes que esto del ejercicio no es lo mío y podría terminar desmayándome. ¿Qué se supone que haría Valentina en ese caso? —inquirí y él rió. Callamos un momento, para después yo romper el silencio—. Tomaré un baño rápido y después prepararé algo para almorzar y reponer energías, ¿esperarías?

—Claro —aceptó—. Tengo tiempo, hoy entro más tarde al restaurante.

—Perfecto.

Me levanté con algo de esfuerzo y me dirigí a mi habitación para buscar la ropa que me cambiaría, y llevarla después al baño junto con una toalla. Me duché rápidamente y me vestí con lo que había traído conmigo. Salí secando mi cabello y, tras colgar la toalla en una silla, me dispuse a preparar el almuerzo.

My Heart Is Open (Adam Levine) // [Reescribiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora