Capítulo 88

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—Tú no irás a ninguna parte —demandó.

Estaba estática. El hecho de que Joe me hubiera descubierto hacía crecer un terrible miedo dentro de mí. No sabía que hacer ahora. La mirada que me daba era tan fría que me hacía tiritar y creo nunca, en mi vida, le había temido tanto a una persona como a Joe en este momento. Me sujetaba con fuerza, sin lograr lastimarme, pero eso no hacía calmar mi angustia. Tragué duro.

—Suéltame —pedí, con un nudo en la garganta.

—No te dejaré ir —respondió—. No sé qué tanto has escuchado, pero no puedo dejarte ir ahora como si nada.

—¿Y entonces? —inquirí con miedo.

Joe soltó mi muñeca de repente, a lo que de inmediato la inspeccioné para ver si tenía alguna marca. Nada.

—Toma asiento —indicó, señalando la silla donde antes me encontraba—. Tenemos una larga plática pendiente. Y no intentes evadirla, porque no te lo permitiré. No dejaré que salgas de aquí si antes no hemos aclarado este asunto.

Dubitativa, volví a tomar asiento, más por intimidación que porque realmente quisiera escucharlo. Él se sentó delante de mí, en la silla que ahí se encontraba y ordenó a un mesero la carta, la cual nos entregó enseguida. 

Normalmente, durante el tiempo en que conocí a Joe, solía pasármela muy bien a su lado, me sentía cómoda y me agradaba conversar con él. Sin embargo, ahora era todo lo opuesto, pues sentía que quien tenía frente a mí era una persona completamente distinta a la que había conocido alguna vez. Quizá, la verdadera versión de él mismo.

—Ordena algo —exigió Joe.

—No tengo hambre —mentí.

—Espiar a alguien durante mucho tiempo provoca hambre —aseguró—. Apenas y te da tiempo de comer algo. Y si no me equivoco tu sales a la una de tu trabajo, lo que significa que has pasado tres horas espiándome y no te ha dado tiempo de ir por alimento antes.

—¿Cómo sabes que...? —intenté preguntar, desconcertada de su afirmación.

—Porque es lo que yo habría hecho —me cortó—. O mejor dicho, es lo que yo he hecho.

Sentí mi corazón contraerse al escucharlo. Él me estaba confirmando ahora personalmente todas las sospechas que había tenido sobre él. ¿Por qué lo hacía en lugar de negarme todo? No tenía ni idea.

—Anda. Pide algo.

Sin mucha opción, llamé al mesero y ordené. Joe por su lado, no pidió nada, pues seguro había tenido suficiente con el gigante bisteck que había comido.

—¿Qué quieres hablar? —inquirí cortante, aunque era una pregunta estúpida, pues era mas que obvio el motivo.

Joe suspiró y entrelazó sus manos frente a su rostro, apoyando sus codos sobre la mesa. Me observó durante un momento, para después sonreír de lado.

—Sobre la mala imagen que seguro ahora tienes sobre mí —respondió.

—Tengo motivos para tenerla —defendí.

—Claro que los tienes. No te juzgo. Me culpo a mí mismo por estúpido al no haber sospechado que tus preguntas ayer se debían a que hoy me seguirías —dijo—. He de decirlo, sabía que comenzabas a desconfiar de mí, pero no creí que recurrirías a espiarme.

—Quería asegurarme de que estaba equivocada respecto a ti —argumenté—. Pero por lo visto no lo estaba. Tenía razón.

—Corrección. Crees tener razón.

My Heart Is Open (Adam Levine) // [Reescribiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora