Epílogo

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Parte 1 

—¿Meto todo en esta caja, señor?

—Sí, Fred, por favor. Mientras antes terminemos, mejor.

Fred asintió y continuó depositando todo lo perteneciente al tocador, ahí dentro. Me alejé un poco de él, meciendo en mis brazos a mi pequeño hijo. Austin. Recién tenía dos semanas de haber nacido, y ya era dueño totalmente de mi corazón. Después de todo, era lo único que ahora me quedaba.

Me acerqué hasta su cuna y lo deposité ahí dentro con delicadeza, viéndolo dormir con plenitud. Sonreí de lado, enternecido. Era increíble todas las sensaciones que podía despertar en mí con ese simple acto. Permanecí un momento así, hasta que decidí apartarme de él. Me giré al buró, notando la fotografía que estaba colocada en un marco, encima de éste. Me acerqué hacia ella y la tomé. Ahí se encontraban Behati junto a Lais y Kelsey, sonrientes. Acaricié con mi pulgar el rostro de Bee, melancólico. Habían pasado quince días desde su partida, y eso me tenía con el ánimo por los suelos. Dios no podía haber sido tan injusto al traer una nueva vida al mundo y llevarse otra a su paso. Aún recordaba perfectamente aquella última vez que la vi, y cada que lo hacía, unas ganas inmensas de llorar me invadían por completo.

El tiempo de espera me parecía eterno. Hacía un par de minutos que mi esposa había sido llevada a urgencias por cuestiones del parto. Al parecer el pequeño Austin se había adelantado bastante, y ahora ambos corrían peligro. 

Me encontraba en la sala de espera, caminando nervioso de un lado a otro. No tenía noticias de ninguno y eso resultaba realmente frustrante. El asunto era de lo más delicado y yo me rehusaba a aceptar que algo saliera mal. No podía perderlos a los dos. No. ¿Qué se supondría que haría sin ellos? 

En eso, mi madre llegó de inmediato, corriendo hacia mí. Enseguida, me abrazó, intentando tranquilizarme. Permanecimos así un momento, hasta que ambos nos separamos. 

—¿Qué pasa?¿No te han dicho nada? —cuestionó ella, acariciando mi rostro con dulzura.

—No —musité, con un nudo en la garganta—. Y ya no lo soporto. No tolero estar más tiempo aquí sin verla y ver cómo está mi hijo, sin poder hacer nada por ellos.

—Estoy segura que todo saldrá bien —me consoló.

—No puedo imaginar qué pasaría si...

—¿Disculpen? —nos interrumpió una enfermera, llegando a mis espaldas. Ambos nos giramos a verla—. Usted es el padre, ¿cierto? 

—Sí —afirmé de inmediato—. ¿Está todo bien? Dígame por favor que ambos están bien —imploré.

Sin embargo, la señorita agachó brevemente su mirada, haciendo una pequeña mueca de lado. Ahí lo supe. Nada estaba bien. Mi corazón se contrajo enseguida, esperando escuchar la peor de las noticias. La chica suspiró e inhaló profundamente, para proceder a hablar.

—Ambos están bien —soltó, no obstante, no me convencía del todo, por lo que la sensación en mi pecho seguía ahí—. Su hijo ha nacido sin ningún problema. Está perfectamente sano, pero... —Tragó duro y resopló—. Pero ella ha sufrido una hemorragia interna. Hemos estado intentado detenerla, mas ya está fuera de nuestro alcance. Es demasiado tarde para hacer algo al respecto, así que... No le queda mucho tiempo. Lo lamento.

Sentía que iba a desmayarme. Todo se vino abajo al escuchar esas palabras. Si bien ya me había planteado que esto pudiera suceder, no creí que realmente pasara. Tenía la esperanza de que ambos estarían bien y el conflicto habría sido algo de nada. Pero no era así. No podía creer que apenas llevaba un par de meses casado con Bee y ahora había llegado el momento de despedirme de ella. No estaba preparado para hacerlo, en absoluto.

My Heart Is Open (Adam Levine) // [Reescribiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora