Capítulo 40

174 16 9
                                    

2 días después 

Desperté temprano para ser sábado por la mañana, donde no tenía que trabajar, ni muchos planes pendientes. Básicamente mi día consistiría en hacer limpieza de la casa en general, Alexander vendría por la tarde para pasar un breve rato con Valentina y, por la noche Christina y Robert volverían de Paris, así que si se presentaba la oportunidad, iría a visitarlos, dependiendo de la hora en que llegasen. 

Hasta ahora las cosas con Alexander, marchaban bien. Valentina le comenzaba a agarrar ya un poco más de confianza e incluso, ya había jugado con él en alguna ocasión. Christina aun no sabía, ni tenía la menor idea de lo que había ocurrido estos días mientras ella se fue de viaje, y es por eso que ansiaba su llegada, para relatarle todo lo sucedido; incluyendo mi discusión con Adam. Hablando de él, no había vuelto a comunicarme con éste. Yo no tenía intenciones de hablarle y, por lo visto, él a mí tampoco. De alguna manera, no me gustaba estar así con Adam, sin embargo, yo ya le había explicado lo que sucedía y él, por su parte, se mantenía aún en su plan de que yo hiciera lo que quisiera. 

Así pues, me levanté y me vestí, para comenzar con mi día. Fui directo a la cocina para preparar algo de desayunar. Elaboré unas crepas y las llevé a la mesa, junto con unos vasos de jugo de naranja. Después, me dirigí al cuarto de Valentina. Ella aún se encontraba dormida.

—Valentina —le hablé dulcemente, sentándome a un lado de ella, en el borde de la cama.

 Ésta, abrió levemente sus ojos y los talló con el puño de sus manos. Finalmente, se sentó y estiró.

—Hola ma —me saludó, soltando un bostezo—. Aun es temprano, ¿no es así?

—Sí, aún lo es —afirmé—. Son las 9. Pero vamos a desayunar, ya preparé algo para ambas.

—De acuerdo —aceptó sonriendome.

Me levanté de su lado y volví junto con ella a la mesa del comedor. Nos sentamos y comenzamos a degustar nuestro desayuno.

—¿Y qué harás hoy, mamá? —me consultó, llevándose un bocado de una crepa con zarzamora a su boca.

—Pues ahorita haremos limpieza de la casa. Por la tarde vendrá un rato tu papá y en la noche volverá Christina de Paris, así que quizás iremos a visitarle, ¿qué te parece?

—Bien —se limitó a responder y guardo silencio un momento—. Mi papá, ¿en verdad quiere cuidar de mí por siempre?—interrogó después.

—Yo no te podría asegurar eso —le expliqué—. Sé que él ahora trata de formar parte de tu vida; pero no sé si en un futuro lo siga haciendo. Las cosas pueden cambiar de un día para otro, ya lo has visto.

—Sí —asintió—. Lo que me da miedo es encariñarme con él y que él me vuelva a abandonar—dijo con la voz quebrada—. Por eso lo he rechazado tanto como mi papá. Por miedo —me comentó ya empezando a derramar lágrimas.

Enseguida, me levanté de mi lugar y la abracé fuertemente. Ella se soltó a llorar aún más.

—Tranquila. Tu puedes decidir lo que quieras, si quieres darle tu confianza o no. Es solo tu elección, cariño. Yo no tendré ningún inconveniente con eso —le dije, separándonos del abrazo y limpiando sus mejillas.

Me rompía el alma ver a mi hija de esa manera. Sabía que Alexander tenía la culpa de todo lo que estaba pasando y que Valentina, en realidad, se podría evitar todos estos asuntos si nunca hubiera vuelto a aparecer él. Pero fue un conjunto de situaciones las que nos llevaron hasta este momento, desde mi ida a la farmacia por la prueba de embarazo, hasta mi plática con Alexander en la puerta de mi hogar. Ahora me arrepentía inmensamente de haber ido a aquella farmacia justo en ese horario a comprar la prueba, pues si hubiese ido a otra hora o a otra farmacia, nunca habría vuelto a contactar con Alexander.  

My Heart Is Open (Adam Levine) // [Reescribiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora