Capítulo 79

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Llegué a casa de mi amiga y le pagué al señor lo acordado, para después proceder a tocar el timbre. La lluvia había dejado un ambiente muy fresco, por lo que yo seguía frotando mis brazos, para intentar entrar en calor.

Tras unos segundos, la puerta frente a mí finalmente se abrió y observé una mirada confusa de Christina. Sonreí de lado, apenada por la repentina visita.

—Adam otra vez, ¿cierto? —inquirió. Asentí—. Pasa.

Me adentré a su caliente hogar y procedí a sentarme en su sillón. Sentía que estaba reviviendo la noche en que él me había propuesto matrimonio. Con excepción de que esta vez yo no era la más perjudicada de la situación. Sino Ed.

—¿Qué ha pasado? —cuestionó mi amiga, sentándose frente a mi, mientras colocaba su mano sobre mi rodilla.

Enseguida en que formuló esa pregunta sentí un nudo en mi garganta, impidiendome hablar. Mis ojos comenzaron a humedecerse al recordar lo que había sucedido. Así que tomé una bocanada de aire antes de soltarlo.

—Me acosté con él —dije sin más, hundiendo mis rostro entre mis manos por la tremenda vergüenza que sentía de mi misma.

Solté un pequeño chillido de frustración, bajo la mirada atenta de mi amiga, que parecía no poder procesar lo que le había comunicado. Descubrí mi rostro y le observé curiosa, queriendo que hablara.

—No tengo idea de qué decirte —admitió ella—. ¿Cómo...?

—Estaba comiendo algo en un restaurante a unos kilómetros de aquí —relaté—. Después visité un par de tiendas y empezó la tormenta. No tenía saldo ni había taxis que pudiera tomar y entonces él apareció y se ofreció en llevarme a mi casa.

—Así que... Lo hicieron en tu casa.

—¿Tiene importancia donde lo hicimos? —bufé desesperada—. Y no. No tenía las llaves de mi casa. Las tenía Valentina. Y tu no estabas y ella estaba con mis tíos y con mi madre. Así que me llevó a su casa.

Silencio. Decir que mi amiga estaba sorprendida era poco, realmente la había dejado estupefacta.

—Honestamente, no tengo consejo alguno para darte.

—Me siento terrible, Christina —confesé frustrada—. Le he sido infiel a Ed. Dios mío. Él no merece eso.

—Creo que no debería preocuparte más de lo que estás, pero él ha venido hace un rato —comentó, mostrando una mueca ladeada.

¿Qué? No. Por dios, no. Estaba definitivamente acabada.

—¿Qué te ha dicho? —cuestioné, tomándole un brazo y sacudiendolo con desesperación —. Dime qué te ha dicho.

—Vino a buscarte —me informó—. Tu le dijiste que estabas aquí, según palabras de él. Y no le he dejado pasar, tuve que distraerlo con que estabas tomando un baño. No pareció muy convencido de ello, pero se marchó sin insistir.

—Arruiné todo. —Pasé mis manos por mi rostro—. Ya no podré ni verle directamente a los ojos sin sentirme culpable. Eché lo nuestro a perder.

Y de nuevo, silencio. Christina parecía estar pensando mucho sobre qué decirme para intentar consolarme. Aunque dudaba que algo lo hiciera.

—¿Y ahora? —pregunté confusa—. ¿Qué hago? ¿Finjo que nada sucedió entre Adam y yo? Él ya debe sospechar algo al ver que yo no me encontraba realmente aquí y le he mentido.

—O quizá si se ha tragado la mentira de la ducha —intentó animar, encogiéndose de hombros—. Mira, Jessica. Yo no te juzgo por lo que ha pasado. —Colocó su mano sobre mi hombro—. Sé lo vulnerables que a veces podemos ser frente a las personas que despiertan mil sensaciones en nosotros con solo observarnos. Y bueno, sé que a ti precisamente no te afecta haberte acostado con él, pese a lo que paso entre ustedes. Lo que te tiene así es lo de Ed. El hecho de que ahora estés con él y sientes que le has traicionado...

My Heart Is Open (Adam Levine) // [Reescribiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora