Capítulo 42

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Encontré a Christina sentada en una hilera de sillas vacías en medio del amplio pasillo de la sala de espera. Tenía la mirada perdida en medio de la nada. Enredada en sus pensamientos.

Dubite antes de acercarme a ella, sin embargo, Cassie me impulsó a hacerlo, pues tiró de mí para ir corriendo con su madre.

A continuación, me senté a un lado de Christina, junto con Valentina, mientras Cassie le hacía un interrogatorio entero sobre el estado de salud de su papá.
Christina le restó importancia, como cualquier madre, y sólo así, Cassie calmó su angustia.

Pasado un breve momento, donde reinaba en la sala un incómodo silencio, Valentina se acercó a mí oído.

—¿Podemos ir a jugar en la área reservada? —cuestionó en un susurro.

Me gire a observar el lugar del que me hablaba Valentina. Era un pequeño patío, aislado del exterior, los autos y la gente que pasaba. Ahí se encontraban jugando otros tres niños, por lo que asentí. Así, Valentina se llevó a Cassie a esa pequeña habitación para que jugaran.

En cuanto ambas se marcharon, la situación se volvió más incómoda, o por lo menos, yo lo sentí de esa manera. Me inquietaba estar en estas condiciones con Christina. Nunca había sido tan complicado hablar con ella.

Tardé un momento en lograr articular las palabras correctas para iniciar la conversación, pero finalmente, después de meditarlo mucho, lo hice.

—Tenemos que hablar —solté rápidamente.

De acuerdo, tal vez no eran las palabras más precisas, pero al menos hicieron que llamara la atención de Christina.

—¿Sobre? —cuestionó disgustada.

—Sobre lo que pasó —musité—. Supongo que tu ahora estás decepcionada de mí y de mis decisiones, y lo entiendo, pero creo que necesitas escucharme.

—Sin importar las explicaciones que me des, no comprenderé, de ninguna manera, cómo se te pudo ocurrir perdonar a Alexander —sentenció firme y con una mirada fría—. ¿Qué diablos pasaba por tu cabeza?

—Yo... bueno... —tartamudee—. ¿Me dejarías contarte todo lo que sucedió? Por favor, necesito que alguien me escuche —le supliqué.

—¿Ahora si lo necesitas? —preguntó indignada—. Pero no pudiste hacerlo mientras estaba de viaje. No me contaste ni un carajo.

—No quería arruinar tus vacaciones con mis problemas personales, Christina —le expliqué—. Entiéndelo. No quería abrumarte con estos asuntos. Quería que disfrutaras de tu viaje, y no que te preocuparas por mí.

Ella me miró un instante, dubitativa. Suspiró e hizo un ademán de que continuará. De que le contara lo que había sucedido desde que se marchó. Me alegre internamente de que por fin, podría alguien, quizás, entender mi situación.

Así, le relaté todo lo que pasó, desde la noche del concierto de Adam, que fue dónde todo comenzó. Le conté mi ida a la farmacia por la prueba de embarazo y después mi encuentro con Alexander. Traté de ser lo más detallista posible en nuestra platica, intentando no olvidar ningún elemento.
Le expliqué mis motivos por los que decidí no negarle a Alexander poder ver a Valentina: una posible demanda por mis problemas anteriores de alcoholismo.
También relaté mis discusiones con Adam, respecto a ese asunto. El hecho de que hizo un espacio en su gira para poder venir a pedirme una disculpa y que terminó siendo un caos total.

—Déjame ver si entendí —comentó Christina, una vez yo finalicé con mi explicación—. ¿En tan solo una semana casi resultas embarazada, vuelve Alexander a tu vida, tu relación con Adam entra en crisis y se arma una paliza en tu casa?

My Heart Is Open (Adam Levine) // [Reescribiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora