2 (Primera Temporada)

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— ¿Queres ver tu cuarto? — Me preguntó Bianca sonríendo. Yo simplemente asentí con mi cabeza, Bian agarró fuerte mi mano y los cuatro subimos juntos las escaleras.

Al abrir una de las tantas habitaciones que había, entramos a la habitación más linda que había visto en toda mi vida. Las paredes estaban pintadas en un tono rosa, los muebles eran simples y clásicos de colores pasteles que hacían un contraste bonito con la suavidad del color.

En la cama había una frazada estampada con lindas flores en colores fríos que combinaba mucho con el ambiente, convirtiéndolo muy femenino. También había un ropero, un estante con algunos libros y una mesa con una computadora. No podía creer que todo eso era solamente para mí y me quedé muda del asombro.

— ¿Qué pensas? — Preguntó Bianca muy entusiasmada. Como todavía permanecía callada, ella lo malinterpretó y frunció el ceño. — No te gustó, ¿no?

— Me encantó y es muy lindo. Pero, ¿todo esto es para mí?

— ¡Por supuesto que si! Mamá y papá decoraron todo este cuarto pensando especialmente en vos.— Respondió Florencia, con una enorme
sonrisa. — Proba tu cama y fíjate si te gusta el colchón.

Me senté en mi nueva cama y no creía que estaba ahí con todos ellos. Bianca y Florencia eran muy lindas y parecían ser muy simpáticas.

Hasta ese momento, Bruno estaba parado, apoyado en el marco de la puerta y me miraba muy serio. Hasta que sorpresivamente, él se acercó hacia a mí, estiró su mano e inesperadamente tiró un mechón de mi pelo.

— ¡Ay! — Me quejé, alejándome por completo de él.

— Bruno, ¿qué fue eso? — Gritó Florencia, que se la notaba bastante enojada con él.

— Es que yo solo quería saber si era de verdad. — Respondio él.

— ¿Cómo que de verdad? — Preguntó Bianca, confundida

— El pelo de ella es muy largo. Está enredado y sucio, y no parece ser de verdad. Solamente quería ver si era una peluca.—Respondió Bruno en una forma muy natural.

En ese momento quise irme. Pero solamente agaché la cabeza, muriéndome de la vergüenza.

— Bruno no seas tonto. ¿No estás viendo que es de verdad?—Florecia lo miró de una manera fulminante.— Perdón Mica, pero nuestro hermano es medio tonto porque primero hace las cosas y después pregunta. — Dijo ella, que todavía seguía muy molesta con él.

— Pedile que te perdone.—Ordenó Bianca, quien a pesar de su corta edad se la veía muy enojada por lo que me había hecho Bruno.

— Perdón — Murmuró Bruno, malhumorado y rodando sus ojos.

— Todo bien — Respondí con un hilo de voz.

Mis ojos estaban llenos de lágrimas reprimidas y estaba muy triste porque ese chico tan lindo, que había cambiado el foco de mi mundo, no parecía haber gustado de mí.

En ese momento, llegaron mis papás que al ver cómo estaba preguntaron que me había pasado y mis hermanas les contaron. Mi mamá se enojó muchísimo con Bruno.

Y este fue el inicio de un patrón que se repetiría a lo largo de toda mi infancia: Yo secretamente adorando el piso que Bruno pisaba, él peleandome todo el tiempo, mi mamá enojándose con él por la forma en la que me trataba y mi papá tratando de calmar a todo el mundo.

Más tarde, a la noche, sola en mi cuarto y acostada en mi cama, pensé en cómo mi vida había cambiado en un poco más de un año. Recordé el cariño de mis verdaderos padres y el fallecimiento de ellos en un accidente de tránsito, hace un poco más de un año y transformando por completo mi realidad.
Me sentía tan sola y abandonada al saber de la tragedia. Lamentablemente, me había tocado abandonar mi casa, mi habitación, mi refugio, además de cambiarme de colegio quedando lejos de mis amigos.

Solamente permanecían conmigo los recuerdos de una infancia llena de amor y de cariño.
Mi familia era chica e infelizmente por no tener parientes cercanos fui llevada a un orfanato, en el cual permanecí hasta el día de hoy.

Todas las luces de mi nueva habitación estaban apagadas, pero nunca le tuve miedo de la oscuridad. Al contrario, yo creía que la oscuridad era relajante. Nunca fui aquel tipo de criatura que a la hora de dormir le pide a su mamá que se quede un rato.
La luz de la ruta que entraba por la ventana, iluminaba lo suficiente como para que pudiera observar mi alrededor. Realmente me gustaba esta habitación, no solo por percibir que fue detalladamente preparada para mí, sino porque finalmente podía tener un poco de privacidad, cosa que me hacía mucha falta. Porque la privacidad en aquel orfanato era un lujo inexistente.

A la mañana siguiente, me desperté, abrí mis ojos y observé, una vez más, todo lo que había a mi alrededor. Todavía no podía creer que una nueva vida estuviera comenzando, pero estaba ansiosa por saber cómo sería la primera mañana con mi nueva familia.

Al bajar las escaleras para tomar el café de la mañana, solamente me encontré con mi papá en la cocina.

— ¡Buen día! Te levantaste temprano, hija — Dijo él al verme.

— Me gusta despertarme temprano — Respondí y él me miró sorprendido.

— ¿En serio? Entonces, finalmente en esta familia, hay alguien que le gusta despertarse temprano, además
de mí. — Comentó él bromeando. —Tus hermanos están aprovechando las vacaciones para dormir un poco más — Sonreí levemente. — ¿Qué queres para desayunar?— Preguntó él al abrir la heladera. — Tenemos jugo, leche, pan, queso, cereales y yoghurt.

— Jugo, pan y queso están bien para mí. Gracias. — Él fue colocando todas las cosas en la mesa.

— Servite lo que quieras. Ahora esta es tu casa también, lo que incluye la heladera. — Dijo él apretándome levamente mis mejillas y yo le sonreí.

Los dos comimos en silencio, ambos leyendo el diario.  Mientras él se fijaba en las noticias nacionales e internacionales, yo leía las historietas.

Esa rutina que había comenzado aquel día, duraría por muchos años más. Mi papá y yo nos convertimos en compañeros matutinos. Nos encantaba comer disfrutando del silencio de la mañana, disfrutábamos juntos de los pocos minutos de tranquilidad antes de que el resto de la familia se despertara.
Porque como luego pude percibir, lo que más adoraban hacer los Sainz Micheli era hablar y hablar. Eran unas verdaderas metralladoras verbales, y yo me convertí en la Sainz Micheli más calma, callada y mi papá adoraba mi forma de ser.

— ¿Cuántos años tienen mis hermanos? — Pregunté, rompiendo con el silencio.

— Bruno tiene 10, Flor tiene 8 y Bian tiene 6. — Respondió él automáticamente, sin despegar sus ojos del diario

— Entonces, ¿yo soy la mayor?

— Si, sos la mayor junto con Bruno. Y eso va a ser muy bueno para él, ¿sabes?

Mientras recolectaba toda esa información, comprendí que quizás ese era el motivo por el cual Bruno me había recibido tan fríamente. Tal vez él estaba celoso de perder su posición de hijo mayor, de hijo perfecto y me preocupé.

Más Que Hermanos [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora