2 (Segunda Temporada)

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— ¡Anda con calma, Micaela!—Avisó el doctor Sanders al despedirse. — Sé que tenes todo el derecho de estar tan feliz. Pero trata de vivir las experiencias de los próximos días con mucha tranquilidad. Al intentar recordar o descubrir algo, podes sentirte ansiosa o agitada. En caso de que eso suceda, respira profundo y trata de mantener la serenidad.—Recomendó él de forma amistosa.

— ¡Voy a estar bien! — Concordó ella sonriente. — Muchas gracias por todo, Dr.Sanders. Ni sé cómo explicar lo agradecida que me siento por todo lo que hizo por mi — Y lo abrazó de forma cariñosa.

—  Fue un placer cuidarte—Respondió él.

Agarré su bolso que estaba arriba de la cama y le pregunté:— ¿Estás lista?

—  Por supuesto, ya me quiero ir a casa. — Exclamó ansiosa, caminando hasta la puerta.

Micaela siempre fue muy afectuosa, lo que se confirmaba al despedirse cariñosamente de los funcionarios del hospital.
Su amnesía no había apagado esa característica de su personalidad, que era simplemente cautivante. La conocías y la amabas de inmediato.

Una vez que salimos afuera, Micaela se paro sobre la luz del sol, cerró los ojos, estiro sus brazos y sonrió largamente.

—  ¿Están sintiendo ese aroma?— Preguntó ella, respirando profundamente.

—  ¿Olor a que? — Indagó Florencia, a su lado.

—  ¡A libertad! — Micaela comenzó a girar y a reír como una nena de cinco años.

Cuando vio el taxi, fue prácticamente corriendo y me acelere para poder alcanzarla.

—  ¡No tan rápido! —Recomendé al sujetarla por los hombros.

—  ¡Ah, Bruno! ¡Si supieras cómo me siento ahora! —  Explicó mientras nos sentabamos en el auto. — Si pudiera, ¡hasta volaría!

Florencia y yo sonreímos al ver su alegria tan contagiante. Fuimos hasta casa con la radio prendida y Micaela cantó alegremente durante todo el camino. Al llegar a casa, ella fue recibida con una linda fiesta sorpresa.

—  ¡Bienvenida! — Gritaron todos al salir de sus escondites.

Un enorme cartel de bienvenida estaba colgado a lo alto de la pared. La casa estaba decorada con rosas, las flores favoritas de Micaela. El ambiente irradiaba felicidad. Vi como ella observaba todo sorprendida y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Estaba visiblemente emocionada.

Papá se acercó a abrazarla y los dos lloraron, conmoviendonos a todos. Después de eso, todos se acercaron para abrazarla.

—  Bueno, basta de llanto.—Pidió Micaela mientras abrazaba a mamá. — ¡Hoy es un día de alegría!

—  Tenes razón — Dijo Paula mientras se secaba sus lágrimas.— Mira la torta que te mandamos a hacer.

—  ¡Que lindo! — Exclamó Mica al ver una torta colorida, decorada con pequeñas zapatillas de ballet

Eramos un grupo chico: Nuestros papás, hermanas, Paio y Paula.
Queríamos que la ocasión sea lo más intima posible porque sabíamos que el nivel de las emociones sería muy alto. Todo transcurrió como lo esperabamos y fue maravilloso ver como Micaela estaba tan feliz.

—  Llegó la hora — Susurró papá en mi oido. Asentí lentamente con la cabeza, suspiré de expectativa. Antes de que él se acercara a Micaela, le di una caja.—  Hija, sentate acá por un momento — Pidió papá al señarle que se sentara en el sillón.

Todos entendían lo que pasaría y decidieron guardar silencio. Me senté en una silla que estaba al lado de Micaela, mi corazón estaba acelerado.

—  Es de común procedimiento retirar las pertenencias del paciente antes de la cirugia.—Dijo papá, tratando de sonar lo más natural posible.—Quizás no te acordas, pero acá están todo los objetos que estabas usando ese día—Murmuró mientras le extendía la caja.

—  De hecho, no me acuerdo de lo que usaba ese día — Comentó ella, llena de expectativa.

Después de abrir la caja, con evidente curiosidad, Micaela esparció todo el contenido en la mesa que estaba adelante de ella. Examinó con mucha atención cada uno de los objetos: El collar que tenía una inicial "M", su reloj, algunas pulseras. Pero entrecerró los ojos al ver una alianza de oro. Estiró sus dedos como si fuera a agarrarla, pero desistió a último momento.

—  Esto no es mio — Afirmó mientras fruncía el ceño.

—  Es tuyo, hija — Respondió papá calmamente.
Los ojos de Micaela se abrieron bien grandes, por causa de lo sorprendida que estaba.

—  Pero... Cómo... — Su voz temblaba. — Algo tiene que estar mal

Micaela miró a su alrededor, esperando a que alguien pudiera ayudarla y parecía estar espantada con el silencio. Nuestros ojos se encontraron rápidamente. En sus ojos, pude ver reflejada su confusión, me sentí pesimo. Micaela volvió a mirar el anillo.

—  Si esta alianza es mia, eso quiere decir que.... — Comenzó a decir, dejando la frase sin conclusión.

—  Si, hija — Papá respondió tranquilamente. — Es exactamente lo que estás pensando

Estaba extremadamente nervioso, observando que su reacción comenzaba a transformarse en pánico.

—  ¡No puede ser! — Negó asustada. —  Esta es una alianza de... — Nosotros asentimos y la comprensión llegó hasta ella, a medida que su espanto aumentaba cada vez más.—¿Casamiento? — Susurró tan bajo que apenas pudimos escucharla.

— Si — Confirmó papá en un tono firme y calmo a la vez.

— Pero... Pero... solo tengo 18 años — Contestó enojada.

— Si, Mica. Pero te casaste por libre y espontanea decisión. — Le explicó papá.

—  Si estoy casada, eso significa que tengo un... un... — Parecía tener una dificultad increible para pronunciar esa palabra.

—  Un marido — Completó papá.

—  ¿Y ese marido no tendría que haber ido a visitarme en el hospital? — Preguntó demasiado confundida.

—  Y él fue — Respondió papá.—Todos los días

— ¿Todos los días? — Micaela casi gritó de tanta sorpresa.—¿Quién es él? — Quiso saber ella. Papá solamente se limitó a apuntar la mesa.

Ella miró la alianza horrorizada. Tomó coraje, aproximó la mano, la agarró con la punta de los dedos y la llevó cerca de sus ojos para poder leer el nombre que estaba escrito en la parte interna.
Y yo sabía lo que encontraría ahí...

—  B... ¿Bruno? — Me miró asustada. — Sos... Sos... ¿Sos vos?

Sin dejar de mirarla, saqué la alianza de mi bolsillo y la coloqué en mi dedo — gesto que ella acompañó con una mirada cada vez más asustada.

—  Si. Soy yo — Respondí intentando mantener la voz lo más firme que podía.

Más Que Hermanos [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora