56 (Primera Temporada)

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Mientras la película comenzaba, Paio preparó pochoclos para los dos. Nos sentamos uno al lado del otro en el sofá y el clima no podía ser más lindo. Miré nuevamente las cajas de las películas, y no sé el motivo, pero una cosa me había llamado la atención. Además, de que claro las tres eran películas infantiles, percibí un patrón entre ellos.
Paio había elegido tres películas cuyos personajes principales eran huérfanos. ¿O sería apenas una simple coincidencia? Nunca lo había escuchado hablar de sus papás.

—¿Tus papás viven por acá cerca?— Pregunté, tratando de saber más sobre el tema en cuestión.

— Mi papá vive en un barrio bastante alejado y mi mamá vive en otro país. Ellos dos están separados — Respondió, calmamente. — Con mi hermano decidimos mudarnos acá después de que nuestros abuelos fallecieron y nos dejaron este departamento como herencia, nos dividimos el espacio.

— ¿Él está acá?

— No, salió con algunos amigos—Respondió, distraído.

Balanceé un poco la cabeza, tomando un poco más de gaseosa y seguía estando pensativa. Él me había hablado de su familia con un poco de indiferencia, que no pasó desapercibida.

Volví a mirar alrededor y tuve la sensación de que Paio tenía una vida bastante solitaria. ¿Será su preferencia por los dibujos animados un indicador de una infancia perdida, como un retorno a la inocencia? ¡Dios! ¿De dondé estaba sacando todo ese análisis freudiano?

Me obligué a terminar con todos esos pensamientos y decidí en concentrarme en divertirme y aprovechar el momento.
A medida que la película iba avanzando, algo me estaba intrigando: Paio no había hecho ningún tipo de movimiento que sugeriese aproximación; en verdad, él estaba desparramado en el sillón, comiendo pochoclos de una forma bien relajada.
¿Será que todas las historias que yo había escuchado sobre él eran falsas? Entonces, me acordé cuando estuvimos juntos en el drive-in.

Me acordé de las sensaciones despertadas por su boca y por su cuerpo muy cerca del mío. De la manera que él me tocó no habíamos hecho demasiado, pero mismo así fue algo mágico.
Después de semanas de larga espera, él finalmente me llamó y ahora estaba ahí con él.
No sé muy bien la razón, pero comencé a creer que la inmovilidad de él era insultante.
¿Por qué él no se acercaba más hacia mí? ¿Será que yo no era lo suficientemente buena para el famoso Pablo Rodriguez?

Me sentía ansiosa, ya no podía seguir viendo la película y me di vuelta para poder mirarlo fijamente a Paio. Su perfil masculino era tan atractivo. La luz reflejada en sus ojos me hacía acordar a las estrellas en un cielo nocturno.

Todo lo que sé es que de repente, él también me miró. Al principio me miraba con una leve sonrisa, pero después estaba serio. Y lo que vi en sus ojos, me hizo sentir miles de sensaciones en mi estómago. Una alarma disparó en mi cerebro, resaltando la palabra "peligro" en letras neón. Pero la ignoré por completo porque estaba demasiado fascinada para preocuparme por eso.

Desde hace años que Paio era mi objeto de deseo. A pesar de no querer dar mi brazo a torcer y que sabía que, probablemente, yo sería una más en su lista, no me pude resistir. No quería resistir.

Como en una película en cámara lenta, nuestros rostros se aproximaron. Cerré mis ojos porque ya sabía que ese beso iba a ser perfecto y así lo fue. Ese beso fue tan intenso que ninguno de los dos tenía la intención de terminarlo.

Mucho tiempo después, yo ya estaba acostada en el sillón con él encima mío, abrazandonos con fuerza. En ese instante, decidí alejar un poco mi boca de la suya y comencé a respirar rápido.

— ¿Qué estamos haciendo, Paio?

— ¿Qué crees que estamos haciendo?— Preguntó en un tono irónico mientras besaba mi cuello. Y yo lo quería, eso era obvio y no iba a ser hipócrita de no admitirme eso a mí misma. Pero yo quería saber a qué me estaba enfrentando. — Mejor voy a cambiar mi pregunta, ¿qué es lo que nosotros vamos a hacer? ¿Cualés son las reglas acá?— Él detuvo lo que estaba haciendo y posicionó su rostro bien cerca del mío.

— ¿Queres saber cuáles son las reglas del juego?

— ¿Y estamos jugando?— Pregunté, con el ceño fruncido.

— Existen muchos nombres para lo que estamos haciendo, pero por ahora lo vamos a llamar como juego y como toda buena práctica deportiva, existen reglas.

— ¿Reglas? — Pregunté, mirándolo desconfiada. — ¿De qué tipo?

— Son sencillas — Dijo Paio sonríendo. — La primera es la más importante de todas: Yo no obligo a nadie a hacer nada. Entonces, si vos queres que me detenga, eso será lo que voy a hacer. Solamente hago esto, si los dos estamos de común acuerdo.— Respondió con calma, y acariciando levemente mi mejilla.

— ¿Y cuáles son las siguientes reglas?

— Yo no soy exclusivo de nadie. No tengo compromisos ni obligaciones, soy libre. Si crees que vale la pena que nos volvamos a encontrar de nuevo, nos vamos a encontrar, pero eso no equivale a un noviazgo. Por cierto, esa es otra regla de oro, yo no voy a estar de novio con nadie.

— ¿Por qué no? — Pregunté, creyendo que todo eso era muy raro.

— No tengo nada en contra de todo eso. Es solo que eso de estar de novio, no es algo que sea para mi — Aseguró, balanceando su cabeza y lo miré pensativa por un momento.

—¿Hay alguna regla más que tengo que saber?

— Existe la más obvia de todas: sexo seguro siempre. — Dijo en cuanto sacaba un preservativo del bolsillo de su pantalón. — Siempre existe el
riesgo— Agregó con naturalidad. — ¿No crees lo mismo?

En vez de responderle, le mostré que al igual que él, yo también tenía un preservativo en el bolsillo de mi pantalón.

— ¿Eso responde a tu pregunta?— El miró mi mano, totalmente sorprendido y en seguida soltó una risa.

— Entonces, ¿eso significa un si?

Miré su cara tan linda, cerca de la mía y me pregunté si podría lidiar con lo que estábamos a punto de hacer y con las posibles perdidas. Pero no sería solo perdidas, ¿no? También habría ganancias, el poder lograr un antiguo sueño. Decidí dejar de racionalizar.

Sí, estaba dispuesta a correr el riesgo. Sí, yo podía lidiar con todo eso. Ya había tomado una decisión y no me arrepentiría. Le sonreí insinuante para después poder besarlo con desesperación e intensidad.
Sin lugar a dudas, ese había sido uno de los mejores días de toda mi vida.

Más Que Hermanos [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora