61 (Primera Temporada)

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Narra Micaela:

A pesar de que con Bruno ya nos habíamos ido del living y que ya estábamos en mi cuarto, las últimas palabras que había dicho papá seguían sonando en mis oídos. Bruno no había vuelto a hablar, simplemente tenía su mirada perdida en un punto fijo y solo pestañeaba ocasionalmente, pero no más que eso.

Estábamos sentados en mi cama, uno al lado del otro y pasé mi mano por su cara, intentando adivinar qué estaba pasando por su mente y su corazón.

Yo sentía que no debía decir nada debido a que en aquella noche ya habían sido dichas cosas demasiado fuertes.  Por eso, sentía que solo necesitabamos un poco de paz y de silencio.
Continué observando su inmovilidad y suspiré. Tal vez lo mejor que podíamos hacer era acostarnos e intentar dormir un poco.

— Ya vuelvo, me voy a cambiar—Le avisé, dándole un beso en la frente.

Fui hasta al baño, me puse mi pijama y comencé a cepillarme los dientes. Mientras hacía todo eso, seguía pensando en Bruno y en todo lo que él estaría sintiendo. ¿Será que al darse cuenta de las terribles consecuencias de todos nuestros actos, él se había arrepentido de todo lo que habíamos hecho? ¿Será que al tener que lidiar con este terrible obstáculo, él desistiría de todo? ¿Todo volvería a ser como antes?

Cerré los ojos y sacudí mi cabeza, tenía que dejar de pensar en todo eso porque me volvería loca. Ahora solo tenía que concentrarme en ayudarlo a Bruno de la mejor manera posible.

Salí del baño, apagué la luz del cuarto y fui a la cama, donde él me estaba esperando.
Él estaba acostado de un lado, que apuntaba hacia la ventana y de esa manera no podía ver su cara. Me acosté a su lado, lo abracé con un brazo y apoyé mi cabeza en su espalda; mientras que con mi otra mano acariciaba suavemente su pelo.

No sé por cuánto tiempo estuvimos así hasta que al pasar mi mano por su cara, me pude dar cuenta que él estaba llorando silenciosamente.
Mi corazón se rompió al saber que él estaba así. Decidí abrazarlo con firmeza y entonces lo escuché respirar pesadamente. Él empezó a sollozar bajito y estaba temblando un poco.

— Llora, mi amor — Dije con dulzura. — No guardes todo ese dolor que está adentro tuyo

Y con aquellas palabras, él se dió vuelta y vi su cara transfigurada por el dolor, él estaba llorando abiertamente.

Bruno se aferró a mi, apoyando su cara en mi hombro y lloró pesadamente.
Su cuerpo entero tembabla, sacudido por los sollozos que cada vez eran más altos.

En aquel momento sentí que Bruno volvía a ser un chico.
Ese hombre enorme, ahora estaba frágil por el dolor, por lo cual me abrazaba en busca de apoyo y comprensión.
Entonces, recordé la única vez, además de este momento, que lo había visto llorar de esta manera.

Fue cuando nuestra cachorrita Abby murió atropellada, ambos teníamos alrededor de diez años.
Me acuerdo que después de haberla enterrado en el jardín, él se fue corriendo; lo busqué por toda la casa, y después de mucho tiempo, lo encontré en el sotano, sentado en el piso, cabizbajo y lllorando fuerte. Recuerdo que él erguió su rostro al escuchar mis pasos, sorprendido de verme ahí.
Sus ojos estaban muy rojos y su cara estaba cubierta de lágrimas.

— ¿Vas a contarle a alguien que me viste llorando? — Preguntó él con dificultad.

¡Nunca! — Prometí, acercándome y sentándome a su lado.

El me miró desamparado, como ahora, y me sorprendió al apoyar su cabeza en mi pecho y abrazándome por la cintura. Él estaba llorando más todavía y comencé a acariciar su pelo, así como lo estaba haciendo ahora, dejando que él pueda desahogar toda la tristeza que tenía.

Entonces, la comprensión me invadió.
Por supuesto que Bruno no estaba arrepentido de nuestra decisión, yo confiaba plenamente en él y en la veracidad de sus sentimientos. Al fin y al cabo, él ya me había dado pruebas más que suficientes de lo que sentía por mí.

Así como él en el pasado había llorado por la perdida de un ser querido, ahora él estaba llorando nuevamente por otra perdida: La perdida de un padre.

Bruno era el único hijo hombre en una familia llena de mujeres. Papá siempre fue su referencia masculina. Papá era su confidente en aquellos asuntos que mamá no entendía o no sabía cómo aconsejarlo, eran compañeros de varias actividades deportivas y compartían muchos gustos. Todas esas cosas habían logrado construir, hasta el momento, una relación totalmente amorosa y sincera.
Además de eso, papá fue el que más lo incentivó a Bruno con su carrera. Fue papá quien logró incentivarlo a que estudiara teatro, luego de percibir su innegable talento.

En ese instante pude entender el lamento de Bruno y, una vez más, me preguntaba cómo papá había tenido el coraje de ir tan lejos para romper una relación que siempre había sido totalmente natural y sólida.

Mi corazón no quería creer que toda esta situación fuese permanente, todavía tenía la esperanza de que tal vez en un futuro, todo esto se podría resolver. Estuvimos abrazados por un largo tiempo hasta que él se calmó y su llanto cesó.
Cerré los ojos, deseando que mañana fuera un mejor día.

Me desperte e intente moverme, pero estaba presa entre tantos brazos y piernas, no parecía que estuviese durmiendo con una sola persona sino con diez, ya que Bruno ocupaba prácticamente todo el espacio que había en mi cama. Pero no podía quejarme de nada. Sonreí al pensar que nunca más tendríamos que seguir durmiendo separados, pero tal vez sería una buena idea pensar en comprar una cama más grande.

Al mirarlo a Bruno pude notar que él estaba tranquilo, los ojos un poco hinchados, la boca ligeramente abierta y la respiración serena. Estuve un buen tiempo, solamente contemplándolo y podría estar haciendolo por horas y nunca me cansaría.

No me resistí y acerque mis labios junto a los de él y le di un beso. Él se movió un poco y lentamente comenzó a abrir sus ojos.

— Buen día — Murmuré tímidamente

— Buen día, mi amor—Respondió él, sonríendo levemente.

— ¿Estás más calmado ahora?—Pregunté, pasando mi mano por su cara.

— Si. Anoche necesitaba liberar todas mis emociones y ahora estoy conforme — Respondió él con tranquilidad.

— Estaba preocupada por vos

— Lo sé, perdón — Pidió, sin gracia.

— No me tenes que pedir perdón por nada. Solamente reaccionaste como cualquier ser humano que está transitando por una crisis.

Más Que Hermanos [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora