42 (Primera Temporada)

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Narra Micaela:

— ¿Ustedes desean hablar algo en estos momentos? — Preguntó el sacerdote.

Extendí el brazo y puse mi mano derecha sobre el pecho de Bruno, encima de su corazón y dije:

— En cuanto mi corazón lata y en cuanto yo respire, siempre te voy a amar. Y quiero que sepas que nunca me voy a olvidar de este día porque ahora nuestros corazones son uno. — Declaré emocionada, y vi que sus ojos se llenaron de lágrimas.
Enseguida, él hizo el mismo gesto y repitió las mismas palabras. Entonces, el sacerdote siguió con el transcurso de la ceremonia.

— Ustedes nacieron para estar juntos, y juntos deberán estar para siempre. Es nuestro deseo que su amor puro nunca disminuya por los problemas que puedan surgir; que ustedes siempre puedan creer en los votos que hicieron hoy acá a través de sus vidas. En este momento sagrado, ahora es mi honra de proclamarlos como compañeros de vida, almas gemelas, marido y mujer.

Nos miramos el uno al otro, y las lágrimas comenzaron a correr libremente por mi cara. Bruno sujetó mi cara con sus manos y besó mis labios con toda la ternura que sentía, yo correspondí a ese beso con la misma intensidad. La ceremonia terminó exactamente con la puesta del sol.

Nos dimos vuelta para saludar a nuestros amigos y cuando Paula me felicitó, no sabía quién estaba llorando más si ella o yo.

Después nos fuimos a un especie de restaurante con música en vivo y una pista de baile. Cuando entramos, la banda paró de tocar y alguien anunció nuestra llegada como recién casados.

Escuchamos varios aplausos por todo el salón. Enseguida, fue anunciado que tendríamos nuestro primer baile como marido y mujer. Bruno me condujo al medio de la pista y comenzamos a bailar al sonido de una linda música romántica.
No me cansaba de mirar su cara y sus ojos. Me sentía atraida por una fuerza magnética que parecía salir de sus poros.

— ¿Ya te dije que estás hermosa?— Preguntó él sonríendo
— Si, pero podes repetirlo por toda la noche. Quizás al final de la noche te pueda creer
— Al final de la noche pretendo hablar y... hacer otras cosas más.— Dijo él apretándome más fuerte y haciendo que mi corazón se disparara.
— Me dejaste un poco intrigada, ¿qué tipo de cosas?— Pregunté "ingenuamente"
— Digamos que pretendo cumplir cada compromiso matrimonial.— Dijo él insinuante
— ¡Qué marido tan responsable que elegí!— Comenté entre risas
— Déjame demostrarte lo responsable que soy— Y me dio un beso para que no quedaran dudas de lo que estaba diciendo.

Volvimos a la mesa, hicimos nuestros pedidos y tuvimos una charla muy animada con Paula y Paio, ya que ellos volverían a Buenos Aires el día siguiente. La cena llegaba a su fin y me sentía relajada y feliz.

Había pasado por la experiencia más emocionante de toda mi vida con mi gran amor, y lo habíamos compartido todo con nuestros mejores amigos.

Por supuesto que lo ideal sería que nuestra familia pudiera estar presente, sin embargo sabía que eso era imposible. Pero en el fondo de mi corazón, esperaba que algún día nuestra relación sea comprendida y aceptada.
Me distraje de mis pensamientos, cuando vi que Paio sacó una caja de regalo, que por cierto estaba muy bien decorada, y la extendió hacia nosotros.

— ¡No hacía falta, Paio!
— ¡Ah, no es demasiado!— Ya estábamos por abrir esa caja, cuando él nos impidió hacerlo. — Pero, haganme el favor de abrir el regalo cuando entren a su cuarto.— Solicitó él
— Esto no va a explotar, ¿no?—
Pregunté desconfiada
— No— Dijo él sonríendo. — Prometo ser completamente inofensivo

Un funcionario del hotel se aproximó hasta nosotros y nos dijo: — Señor y señora Sainz Micheli ya está todo listo.

Fue medio raro ser llamados de aquella manera, casi mire para todos lados, esperando verlos a papá o a mamá. Por la mirada que Bruno me lanzó, creo que estaba pensando lo mismo que yo.

Paio y Paula nos acompañarón hasta el lado de afuera. Le di un abrazo bien apretado a Paula.
"Que Dios el mejor Creador de todos los casamientos, combine sus corazones en uno."— Comentó Paula muy risueña en mi oido.
— Amén— Respondí muy emocionada.
— ¿Hamlet?
— No. Enrique V, acto 5, escena 2—Fue imposible no reírse ante ese comentario.
— Gracias por ser mi mejor amiga y mi madrina.
—¡Ah, no! ¡No me vas a hacer llorar de nuevo! Anda, Mica. Nos vemos en casa.- Dijo ella, empujándome cariñosamente.

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Vamos a conocer la casa.—Comentó Bruno al abrir la puerta de la casa flotante, que estaba reservada sólo para nosotros.
— ¡Buena idea!

En un gesto de moda antigua, Bruno, sin previo aviso, me agarró en sus brazos; ante la sorpresa solté una pequeña risa.
Me aferré a su cuello en cuanto él me cargaba en sus brazos, y de forma exagerada, dió un paso al frente. Entramos en una sala linda, él me depositó en el piso y comenzamos a recorrer el ambiente.
Encontramos una pequeña cocina, con frigobar y microondas. Continuamos recorriendo la casa. Llenos de expectativas, atrevesamos una puerta y abrimos al cuarto.

Lo miré a Bruno, que observaba todo con alegría; sus ojos brillaban, y mi corazón vibró al ver que en su tan evidente felicidad, tenía la proeza de verse todavía más lindo.

En un rincón, vi que estaban todas nuestras maletas. Pero lo que más me llamó la atención fue la enorme cama king-size que había. Respiré profundo y fui hasta la otra puerta, en el lado opuesto: verifiqué que era el baño, impecablemente limpio y equipado con productos de higiene personal.

— ¿Te gustó?— Preguntó, sonríendo a mi lado
— Mucho. ¡Parece un sueño!—Respondí con sinceridad

Volvimos al cuarto y de repente nos quedamos ahí, mirándonos el uno al otro, con expresiones que mezclaban ansiedad y vergüenza; entonces, subitamente comenzamos a reírnos. Nos reímos tanto que tuvimos que apoyarnos el uno en el otro. Aquello fue muy bueno porque liberó toda la tensión y creó un clima muy natural entre nosotros.

— Creo que me voy a cambiar.- Comenté cuando finalmente se me pasó el ataque de risa.

Abrí la maleta, saqué una bolsa y la llevé al baño. Me saqué el vestido y me puse un camisón delicado de seda. Me arreglé el pelo varias veces, intentando calmarme, me cepillé los dientes dos veces y me miré por última vez en el espejo. Estaba lista, llegó el gran día. Por más que estuviese consciente de todo, todavía sentía un frío en mi estómago.

"¡Calmate, Micaela! ¡Todo va a estar bien!" Pensé conmigo misma y abrí la puerta. Salí del baño y lo vi a Bruno que estaba sentado en la cama, mirando el regalo que nos había dado Paio; ya hasta me había olvidado de eso.

— Nada explosivo, espero—Comenté bromeando.
— No, no lo vas a creer pero...—Él levantó la cara para mirarme, y cuando me vió dejó de hablar.

Bruno dejó la caja en una mesita de luz y se levantó para luego comenzar a mirarme de arriba a abajo. Caminó hacia mi dirección, mirándome intensamente.

— Me dejasté sin palabras. Creía estar preparado para llenarte de elogios, pero ahora todos parecen ser insuficientes. — Él me abrazó fuerte, empujándome a su dirección; podía sentir los latidos rápidos de su corazón en mis manos. — Te amo— Dijo con completa sinceridad.

Un millón de gracias porque la novela ya llegó a los mil votos🎉🎊🎉🎊!!

Más Que Hermanos [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora