59 (Segunda Temporada)

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El abuelo parecía estar tan contento por causa de mi llegada que no pude rechazar su invitación para quedarme algunos días en su casa, pese a que eso implicaría que tuviera que lidiar con el hecho de verlo a Bruno durante todo el día.

Yo estaba tensa. Sin embargo, intentaba disimular lo más que podía, principalmente adelante de mi abuelo. Pero me resultaba muy difícil relajarme si estaba cerca de Bruno. Después de que nos enfrentamos y pudimos salvarnos de aquel extraño fenómeno meteorológico, me alejé por completo de él. Pero para mi pesar, sus ojos me seguían por todas partes. Evitaba mirarlo porque eso terminaba con mi concentración y me dejaba un poco avergonzada, como pasó hace un rato cuando noté que él me estaba mirando fijamente mi panza y se lo notaba contento. Yo no sabía que hacer en esos momentos. 

Traté de mantenerme lo más ocupada posible. Aprovechando que él y el abuelo habían salido, quise ayudarla a Maria con algunas cosas de la casa.
Así que decidí ayudarla a limpiar. Después de barrer un poco, subí las escaleras para limpiar la baranda. Subí algunos escalones más y estiré uno de mis brazos para poder sacar una telaraña, cuando escuché que la puerta se estaba abriendo. 

— ¿Te volviste loca? — Preguntó Bruno enojado, caminando hacía mi dirección.

— ¿Cuál es el problema? — Pregunté espantada por su reacción.

— ¿Ya pensaste en lo que puede llegar a pasar si te llegas a caer de ahí? — Argumentó, parandose bien al lado mio. 

— ¡Sos un exagerado!

— ¡No importa! — Exclamó autoritário, en cuanto me agarraba por la cintura y me colocaba en el piso. — ¡No quiero que nada malo le pase a ninguno de ustedes dos!

— ¡Bruno, no soy de porcelana!

— Sé que no lo sos. Pero no quiero que corras ningún tipo de riesgo.

— Podes estar tranquilo porque yo ya me sé cuidar sola. Ya estoy bastante grande, ¿sabías? — Él seguía sujetándome y yo me sentía sumamente nerviosa.

— ¿Te das una idea de lo importante que sos para mi? — Preguntó más calmado.
— Correción, ustedes dos lo son.

— Yo te prometo que voy a ser más cuidadosa.—  Hablé, intentando disimular toda la emoción que sentía cuando él actuaba de esa manera.— Creo que ahora ya me podes soltar.

Pero Bruno no hizo lo que yo le pedí. Sentí que perdí la respiración cuando una de sus manos se delizó suavemente por dentro de mi ropa y fue a parar en mi vientre, que ahora acariciaba cariñosamente.
Mi cerebro automáticamente estaba más lento, así como mis reacciones ganaron un cierto  delay.

— Bruno, por favor... — Pedí en voz baja.

Mi mente estaba completamente confundida al volver a sentir su mano en mi piel. No pude ser capaz de completar la frase porque no sabía si quería pedirle que se alejara o si quería pedirle que siguiera.
Aprovechándose de mi evidente confusión, él levantó un poco la camiseta que yo estaba usando para exponer mi panza, y al instante comenzó a depositar besos en ella.
No tuve el coraje de alejarlo. Y lo peor de todo era que:  ¡No quería alejarlo! 

Yo lo necesitaba demasiado. Necesitaba sentir esa conexión fuerte e inmediata que teníamos. Necesitaba sentir esa alegria apasionada y vibrante cuando estábamos juntos y que, ahora, sumado al embarazo, se tornaba mucho más fuerte.

Entonces, me deje contagiar por su satisfacción con el reciente descubrimiento de su paternidad. Y reí ante esa demostración tan efusiva, mientras él seguía besándome.   Timidamente, estiré mis manos y comencé a acariciar su pelo. Él soltó un sonido gracioso, que me hizo recordar al ese sonido satisfecho que hace un cachorrito cuando recibe un cariño en el lugar correcto. Acabé por enterrar todos mis dedos en sus pelos, hundiéndolos en su nuca.

Todo mi cuerpo pedía por él, cada célula de mo cuerpo quería que él continuara con sus caricias y que no se detuviera nunca. 
Pero repentinamente una visión dolorosa atravesó en mi mente: Sofía envuelta en una sabana y riéndose victoriosamente.
Ese recuerdo tuvo el efecto de una cachetada. Me acordé de todo eso y no me permití seguir ahogándome en todas las sensaciones que estaba sintiendo hasta hace algunos segundos.

— ¿Qué pensas que estás haciendo?— Pregunté a los gritos y empujándolo por los hombros.

Evidentemente, Bruno fue tomado por sorpresa porque perdió el equilibrio, cayéndose hacía atrás y, como estaba agarrado a mi, me llevó junto con él.
Resultado: Me caí arriba de él y nuestras caras estaban demasiado cerca. Y justantamente en ese momento, mi abuelo entró al living. 

— Chicos, mañana a la noche... — El abuelo dejo de hablar cuando nos vio y casi me mori de vergüenza. Me levanté rápido y traté de recuperar mi postura.

— Abuelo, ¡no es lo que estás pensando!— Justifiqué apurada.

Lo miré a Bruno, que había terminado de sentarse y me miraba sonriente. ¡Tuve muchas ganas de golpearlo!

— Mica, solamente tengo una cosa para decirte y es que hay un muy buen cuarto al final del pasillo. La próxima vez, recuerden ir ahí.— Avisó com toda la calma posible. Inmediatamente sentí que mi cara se quemaba por causa de la vergüenza. — Ahora, como les estaba diciendo. Mañana a la noche los invite a María y a Alejandro para que vengan a cenar. Por eso, quiero adelantar algunas cosas allá en la cocina. — Después de decir eso, salió con una sonrisa media maliciosa. El sentido de humor de los hombres de esta familia, era muy extraño...

— ¡No te atrevas a volver a tocarme! — Le exigí a Bruno cuando volvimos a quedarnos solos.

La sonrisa que había en su cara, se desvaneció por completo. Él me miró serio y parecía estar decepcionado.

— Pero vos también querías, Mica— Afirmó al levantarse.

— ¿Sabías que sos el chico más creido que conozco?— Y después de decirle eso, le di la espalda porque estaba furiosa con su soberbia.

Más Que Hermanos [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora