81 (Último Capítulo-Primera Temporada)

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— ¡Claro que puedo perdonarte, papá! — Dije, sonríendo levemente. — Ahora eso ya no importa y ahora nuestro objetivo es que Micaela se cure.

— Creo que Mica se tiene que enterar sobre vos de a poco, para no asustarla mucho. — Papá suspiró. — Primero, vamos a decirle que sos nuestro hijo, consecuentemente su hermano. — Hice una mueca al escucharlo decir eso. — ¡Calma! Eso es mientras esté internada acá. En los próximos días, le vamos ir a aclarando todo y cuando ella ya esté en casa, ya va a saber que ustedes están juntos. ¿Qué pensas?

Me puse la mano en la cintura, intentando decidirme. Volver a comportarme como el hermano de ella, a pesar de que sea por pocos días, sería como revivir todo el infierno de cuando todavía no estábamos juntos, y sentí una punzada en el estómago al pensar en esa hipótesis.

Pero a pesar de todo, le había prometido al doctor y también a mí mismo que Micaela siempre estaría en primer lugar. Entonces, si era algo bueno para ella, yo haría aquel sacrificio, fingiría por ella.

— Está bien — Dije nervioso.

— Entonces voy a volver a la habitación y voy a hablarle sobre vos — Murmuró él entusiasmado.— ¡Esperame acá que ya te voy a llamar!

Esperé nervioso, haciendo ejercicios respiratorios y concentrándome como lo hacía antes de una grabación. Sacudí los hombros, estiré los brazos, flexioné los dedos de mis dedos y fue ahí que me acordé de un gran detalle: el anillo, el símbolo de mi unión con Micaela.

Me estremecí. Respiré profundo.
Sabía que era necesario, pero no dejaba de ser doloroso. Me había prometido de mí mismo que nunca más lo sacaría de mi dedo, que nunca más escondería algo de lo que tenía tanto orgullo. Pero lo tenía que hacer por Micaela.

Miré por una última vez la alianza y la guardé en mi bosillo, confortándome en la esperanza de que esta situación no durara por mucho tiempo.
Pocos minutos después papá apareció, haciendo una señal para que entrara a la habitación.

Micaela me sonreía de esa manera cariñosa que me hacía estremecer, de aquella manera que me hacía tener ganas de besarla hasta perder el aire.

"Concentrate y mantene el foco" — Me repetí mentalmente para mí mismo, retribuyendo su sonrisa.

— Perdón — Dijo Micaela en voz baja. — No quise lastimarte

— Todo bien — Murmuré, en un intento por querer tranquilizarla.

— ¿No me vas a dar un abrazo?— Preguntó ella.

— ¿Qué? — Mi corazón comenzó a latir fuertemente

— Somos hermanos, ¿no? — Y ella estiró los brazos.

Los miré a nuestros papás y ellos hicieron señales, estimulandonos. Yo no me había dado cuenta de eso, fingir lejos de ella era una cosa, pero acariciandola era completamente diferente. Pero, ¿qué podía hacer?

Caminé hasta ella y la tomé entre mis brazos. Fue solamente abrazarla y sentir su aroma, metiéndose con mis sentidos. Lo que al mismo tiempo era cielo e infierno, dulce y amargo.

Sería tan fácil girar ligeramente mi cara y unir mis labios con los de ella. Todo mi cuerpo imploraba por aquello. Pero en un esfuerzo sobrehumano me contuve. Besándola castamente de la misma manera que ella lo había hecho y me alejé en cuanto tenía fuerzas.

— ¿Cómo te sentis? — Pregunté, acercándome hasta ella.

— Todavía estoy un poco confundida — Dijo, colocando su mano en su frente. — Cuando intento esforzarme por recordar algo, me empieza a doler la cabeza

Más Que Hermanos [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora