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Hay mujeres que tocan y curan, que besan y matan,
Hay mujeres que ni cuando mienten dicen la verdad,
Hay mujeres que abren agujeros negros en el alma,
Hay mujeres que empiezan la guerra firmando la paz.





Y cuando terminamos de comer, levanté su plato y también el mío dispuesto a lavar lo usado. Me dirigí hacia la cocina y me dediqué a lavar los platos. Cinco minutos habían pasado hasta que sentí la mano de ella en mi hombro y luego deslizarse por mi brazo para retirarlo y encontrarla mirándome fijamente a mi lado. Largó una carcajada limpia y yo reí junto a ella al encontrarme tan nervioso por la situación.



- ¿que ocurre? – le pregunté al terminar de lavar los platos mientras me secaba las manos con la rejilla.

- Es rara la situación... - dijo totalmente divertida mientras jugaba a remangarse su camisa a cuadros- es raro que no te haya visto antes, y más raro aún es que te volviera a ver luego del casamiento...

- ¿Por qué? – pregunté apoyándome completamente en la mesada de la cocina fijándome en ella.

- Porque te conocí. – admitió- y sinceramente... me has caído de maravillas.

- Eso es lo pensaba. – dije con superioridad y reí efusivamente.

- ¡ Ya basta! Hazme recordar que te anuncie que odio a los tipos con aire de narcisismo. – y me lo dijo seria, pero no pude evitar reírme.

- Créeme... no soy así. – sonreí- ¿quieres hacer algo ahora?

- Creo que debería irme... son las... - y miró el reloj de la cocina. Odié ese reloj y me recordé a mi mismo de sacar todos los relojes de la casa- las tres de la madrugada... - rió.

- No creo que te esperen en tu casa. ¿o si? – y arqueé una ceja.

- Yo tampoco, igual... me quedaré otro rato más. Sólo para darte el gusto.

- Como digas. – sonreí mientras me iba hacia el living nuevamente.





Hay mujeres envueltas en pieles sin cuerpo debajo,
Hay mujeres en cuyas caderas no se pone el sol,
Hay mujeres que van al amor como van al trabajo,
Hay mujeres capaces de hacerme perder la razón.





Y cuando vi que ella caminaba delante de mí mi corazón se aceleró impulsivamente. Y me detuve a mirarla, porque antes no lo había echo. Y descubrí que era una linda mujer. Curvas preciosas, de mujer y nena. Pelo largo hasta la mitad de su espalda y un andar prolijo y elegante.


Ella se recostó sobre el sillón y esperó a que yo me sentara a su lado para apoyar los pies sobre la mesa con total cuidado.


- que silencio... - dije mirándola a los ojos.

- Tú lo que quisiste así. – dijo ella fingiendo enojo y morí de ternura por dentro.

- No.... a ver... - y enderecé mi cuerpo hacia ella- cuéntame algo.

- ¿que quieres que te cuente? – me dijo mirándome.

- Tu vida... algo.

- ¿Qué puedo contarte? - y su rostro se tornó pensativo- soy hija única... - y soltó una risita- estoy más sola que cualquier persona animal u cosa que puedas imaginar... y nada. Estudio. ¿y vos?

- Mmm... estudio, tengo una banda... -y ella me miró sorprendida- soy el hijo mayor de la familia y estoy igual o peor que vos con la soledad.

- Me extraña que no estés acompañado... - y apoyó su cabeza en uno de sus brazos.

- ¿por qué?

- Porque no tenés pinta de ser un tipo de pocas mujeres. – y su espontaneidad se me tornaba insoportable. y sus ocurrencias, eran aún mejores.


Y reí a carcajadas.


- la "pinta" no me ayudado mucho... supongo. – comenté.





Hay mujeres veneno, mujeres imán,
Hay mujeres consuelo, mujeres puñal,
Hay mujeres de fuego,
Hay mujeres de hielo,
Mujeres fatal.
Mujeres fatal.




- ahora debo irme... - me dijo luego de haber pasado quince minutos en silencio mirando el techo o quizá alguna que otra mirada hacia la ventana.

- ¿ya? – y mi cara de desilusión la sentí más evidente de lo que deseaba.

- Si... perdóname. Otra noche me quedaré más. Lo prometo. – y sonrió con ternura.

- Prometido entonces.




Me dirigí hacia la puerta mientras pasaba una mano por su hombro. Ella se paró frente a la puerta y se acercó a mí para darme un beso en la mejilla.



- gracias por la velada. – me susurró en el oído. Y me estremecí inconcientemente.

- No hay de qué. – sonreí y la solté. Porque no sabía porqué razón mis manos estaban posicionadas en sus caderas bien marcadas.

- Nos vemos. – dijo abriendo la puerta con la mano derecha aún mirándome.

- Si...nos vemos. – ella abrió la puerta y observé como ella se iba.




Y me la quedé observando por unos minutos. A media cuadra exactamente, me acerqué a la acera y le grité.




- ¡Bianca! – y agradecí recordar su nombre en ese momento.

- ¿si? – me dijo dándose vuelta.

- ¡Pásate mañana a la tarde!


Ella sonrió y volvió a seguir su camino.





Hay mujeres envueltas en pieles sin cuerpo debajo,
Hay mujeres en cuyas caderas no se pone el sol,
Hay mujeres que van al amor como van al trabajo,
Hay mujeres capaces de hacerme perder la razón.




Y cuando su vista desapareció de mis ojos me volví a mi casa. Recogí las últimas cosas de la mesa y las dejé en la mesada de la cocina.
Esa misma noche me acosté pensando en ella, porque claro estaba que me había vuelto loco.


Su espontaneidad, su manera de ser, su sonrisa y sus curvas. Su carcajada, sus ocurrencias extraordinarias y su manera de mirar.


Cálida, tierna y sensual.






Buen domingo!
Si puedo les dejo un plus a la noche!

Tati

Utopias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora